Telegrama de Theresa May a Europa: Brexit soy yo

Telegrama de Theresa May a Europa: Brexit soy yo

Por las buenas o por las malas, habrá eurodivorcio y por primera vez un Estado miembro de la UE abandonará el club.

AFP

No hay marcha atrás. Brexit significa Brexit y Reino Unido está dispuesto a marcharse de la Unión Europea cualquiera que sea el coste que deba pagar por ello. Por las buenas o por las malas, habrá eurodivorcio y por primera vez un Estado miembro de la UE abandonará el club. Este es el mensaje entre líneas que Theresa May ha lanzado a la Unión Europea con su adelanto electoral. Si había alguna duda de que los británicos iban en serio o si se lo pensarían dos veces antes del divorcio, ahora May ha despejado las dudas, siempre y cuando consiga, como tiene previsto, una aplastante victoria el 8 de junio. Los europeos, mientras tanto, siguen con su hoja de ruta y aprueban hoy en una cumbre de líderes sus directrices para la negociación.

Pasadas exactamente tres semanas de haber entregado al presidente del Consejo Europeo la carta oficial del Brexit, en la que se ponía en marcha un plazo de dos años para negociar las condiciones de salida, Theresa May ha lanzado un gran órdago que nadie en Bruselas ni Londres esperaba (May no ha dejado de repetir desde que es primera ministra que no adelantaría la cita electoral, prevista para 2020). Si la jugada le sale bien, Europa tendrá en frente a un negociador británico cohesionado e inequívocamente decidido a ejecutar la versión de Brexit duro de la todopoderosa Theresa May, que tendrá bajo su brazo un doble mandato popular de salida de la Unión.

Si May logra la victoria que espera, acabará con los anhelos de 'marcha atrás' de algunos dirigentes europeos.

La primera ministra también habrá logrado – siempre que consiga una amplia victoria – quitarse de encima la presión electoral de cara al final de las negociaciones del Brexit. Con el nuevo calendario, May no tendría que someterse a las urnas hasta 2022, lo que le permitiría gozar de un tiempo razonable para atemperar los efectos que el Brexit duro pudiera generar en el país. Igualmente, dicho margen electoral le permitiría en las negociaciones tener más margen para ceder en algunos asuntos y evitar que los europeos pudieran utilizar su consulta electoral de 2020 como un arma extra para presionar a May.

Como las parejas en las que uno de los dos no quiere romper, los líderes de la Unión Europea llevan meses aceptando resignados el deseo británico de marcharse, pero cada vez que podían expresaban en público y en privado sus esperanzas de que los británicos se lo pensarían dos veces antes del día de la ruptura (cuya fecha probable es el 30 de marzo de 2019). Las hipótesis que daban forma a este deseo han tenido formas diversas: desde la posibilidad de que se hiciese un segundo referéndum sobre el acuerdo de separación hasta una hipotética derrota de Theresa May en la Cámara de los Comunes a la hora de presentar su acuerdo de salida.

El día que May mandó la carta a Tusk dando el pistoletazo de salida, Guy Verhofstadt, negociador del Parlamento Europeo, insistía junto al presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, en que si los británicos daban marcha atrás durante estos dos años, su permanencia en la UE dependería ahora de que los otros 27 estados miembros estuvieran de acuerdo con ello. La convocatoria electoral de May termina con esos anhelos, si logra, como ella cree probable, una aplastante victoria.

Los laboristas están en su peor momento en décadas, capitaneados por Jeremy Corbyn, que ha logrado ampliar exponencialmente la base del partido (con sus más de 500.000 militantes es uno de los más grandes de Europa) pero curiosamente a costa de su atractivo electoral (se encuentran a casi 20 puntos de los conservadores según la mayoría de encuestas). Por si fuera poco, muchos laboristas votaron a favor del Brexit en el referéndum, lo que complica mucho la posición del partido en estas elecciones, convertidas en una suerte de segundo referéndum.

  El líder laborista Jeremy Corbyn, en un acto electoral.EFE

El UKIP, partido impulsor de la salida de la UE y competidor de los tories por el lado derecho, está bajo un nuevo líder en medio de batallas internas bajo el síndrome de haber perdido su razón de ser. Los liberal demócratas, la única formación desacomplejadamente europeísta y alarmada con el Brexit duro de Theresa May viven estas elecciones como su gran oportunidad tras los malísimos resultados de 2015, pero su mejora electoral no compensaría por sí sola el repliegue laborista. La única piedra en el camino de May hacia su aplastante victoria sería las alianzas de votos tácticos de los votantes que quieren evitar un Brexit duro (voces de la sociedad civil como la de Gina Miller han comenzado iniciativas para impulsarlo, pero no será fácil).

El cronómetro del Brexit no se detiene

Al haber realizado la convocatoria electoral tras haber notificado la decisión de salida el 29 de marzo, el cronómetro de los dos años para negociar la salida británica no se ha detenido. En el mejor de los casos, la convocatoria restará un mes para negociar, siempre que no se produzcan dificultades para formar gobierno y la ruta de May por acumular más poder no tenga resistencias. En todo caso, si la primera ministra se mantiene en el poder y cambia a algunos de los ministros responsables del Brexit, ello generará todavía más retrasos hasta que tomen posesión y se familiaricen con sus dosieres.

Perfil bajo en Bruselas

Los responsables europeos se han dedicado a mantener perfil bajo tras el anuncio de May. El presidente del Consejo Europeo Donald Tusk respondió con una broma vía twitter ("Fue Hitchcock quien dirigió Brexit: primero un terremoto y la tensión sube") y el negociador encargado del Brexit, Michel Barnier, no se ha pronunciado. Barnicer y Junker cenaron con May esta semana en Londres.

Fuentes del Consejo Europeo insisten en que para ellos la convocatoria electoral no ha cambiado nada. Siguen preparando las negociaciones y afirman desafiantes que a la parte europea ha tardado un mes en aprobar sus directrices para la negociación y a los británicos les costó 9 meses entregar la carta para notificar el deseo de salida tras el referéndum.

Se espera que ambos se reúnan con May en Londres el 26 de abril. El portavoz de la Comisión Europea se ha encargado de recordar, eso sí, que la agencia del medicamento y la autoridad bancaria europea – actualmente con sede en Londres – deberán estar en territorio de la UE tras la salida británica.

¿May hace un Tsipras?

La convocatoria electoral de Theresa May con las negociaciones de salida ya oficialmente iniciadas ha recordado en Bruselas a la maniobra llevada a cabo por el primer ministro griego Alexis Tsipras hace dos años cuando trataba de negociar contrarreloj un nuevo rescate. En aquella ocasión el órdago electoral no funcionó: Tsipras ganó en referéndum su oposición a las condiciones del acuerdo, pero tan pronto como se sentó a negociar de nuevo con los acreedores terminó firmando unas condiciones aún peores a las rechazadas en la consulta pública.

Aunque ambas estrategias de apelación a la legitimidad popular en medio de unas negociaciones con la UE son similares, la debilidad que tenía Tsipras no es igual a la de May. La economía griega necesitaba el rescate y la posibilidad de salir del euro si las negociaciones fracasaban era un escenario pésimo para Grecia. "El botón nuclear de Tsipras era ideológico, democrático, un ´no podéis imponer algo contra nuestra voluntad´, pero en el caso de May y el Brexit la decisión es clara: saldremos, de mejor o peor forma, pero lo haremos", resume Pol Morillas, investigador principal del CIDOB en conversación con El Huffington Post.