Le Pen cierra la campaña entre tractores y churros

Le Pen cierra la campaña entre tractores y churros

El mundo rural propició el Brexit y metió a Trump en la Casa Blanca. Marine Le Pen pide paso en este mundo patas arriba.

Carlos Carnicero

PARÍS - La Francia del tractor. La del amor a la tierra que da de comer y la que habita orgullosamente en pueblos pequeños. La que quiere vivir alejada de la globalización y las elites urbanas. La del olor a churro de feria. Estamos en el mitin final de campaña de Marine Le Pen en Ennemain, un pueblo de 242 habitantes. Fiesta popular y populista. El mundo rural propició el Brexit y metió a Trump en la Casa Blanca. Marine Le Pen pide paso en este mundo patas arriba. Tiene un mensaje para los olvidados de la patria: "voy a devolveros el poder. Sois los propietarios de Francia".

Si Emmanuel Macron celebró su victoria electoral en la primera vuelta en una exclusiva brasserie parisina, Marine Le Pen ha decidido celebrar su acto final de campaña en este pequeño pueblo al norte de Francia. Pisa campo amigo. Aquí arrasó en la primera vuelta con el 38% de los votos. Casi sin señal en el móvil. Rodeados de paja y de puestos de comida. Crepes. Gofres. Quiche lorraine y frites, patatas fritas. Y churros que por alguna razón aquí se llaman chichis. Algún hot dog. Ni rastro de kebabs o tikka masala. Si hay que frenar la "invasión" se debe comenzar por aquí.

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El apellido Le Pen ha desaparecido de todos los carteles de campaña. Sólo se puede leer en la prensa y en la papeleta electoral, claro. El padre, Jean Marie, fundador del partido, aguerrido fascista, y expulsado por su propia hija de la formación, no encaja en este lavado de cara ideológico, tan eficaz que ha colonizado el espacio el que tuvieron los socialistas en el pasado. "Hace cinco años voté a Hollande, pero en mi casa nos hemos pasado todos a Marine", cuenta Yohan, 23 años, dependiente de una tienda en un pueblo cercano y por primera vez en un mitin de Marine.

"Es la candidata más creíble. Esta fiesta es muy sencilla porque ella es una candidata sencilla, no como el banquero Macron", prosigue Yohan. "No soy racista, pero los cités no dejan de robar en los coches y causar peleas". Los cités es como se conoce a los edificios de protección oficial donde según Yohan se concentra la inmigración que da problemas. Su amigo, Antoine, 19 años, observa y de repente suelta: "Yo vivía a 15 kms de los terroristas que atentaron en París. ¡Esto no puede ser!".

Kevin, 26 años, sentado entre dos amigos. Ha venido desde París y trabaja en la empresa pública de transporte. Valora el debate cara a cara de la noche anterior: "Hay quien dice que Marine fue muy agresiva, pero yo creo que fue muy concreta. Creo que tenemos que salir del Euro para reforzar la economía francesa", dice. Frente a la idea de que los votantes de Marine son unos desesperados que no tienen nada que perder, el mensaje de Kevin: "Estoy contento con mi trabajo".

Las medidas de seguridad son extraordinarias. En el peaje de la autopista, cruzando la frontera que ya no existe desde Bélgica, el Ejército vigilaba los coches. Al llegar al pueblo, cacheos exhaustivos y todo un símbolo de la Francia de Marine y de los nuevos tiempos: los tractores cruzados por los puntos de acceso al pueblo como mecanismo para evitar otro Niza (el año pasado un terrorista arrolló a cientos de personas con un camión de 19 toneladas). Francia lleva en estado de emergencia desde los atentados de París en noviembre de 2015.

La estrella Marine sigue sin aparecer, pero comienzan a desfilar algunos teloneros, aunque sólo ella hablará después. "Macron es la continuación de Hollande", dice Florian Philippot, ojito derecho de Marine y la figura que mejor representa los nuevos tiempos del Frente Nacional. Philippot tiene un aire casual y urbano, estudió en una de las grandes escuelas francesas y es abiertamente gay. Ahora es vicepresidente de un partido con orígenes homófonos - Jean Marie dijo sobre los homosexuales el año pasado que son como la sal en la sopa: si hay demasiada no se puede tomar – que se ha convertido en una maquinaria populista atrapalotodo.

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Marine sigue retrasándose, alimentando el deseo de sus fans como si esto fuera un concierto de pop adolescente. Suenan las campanas de la iglesia. Los asistentes cantan La Marsellesa para hacer tiempo. Jóvenes y mayores, familias y grupos de amigos. Pijos y lumpens. Tiernos niños. Jóvenes de estética skin head. El populismo agita un cóctel social formidable. "¡Vamos a ganar, vamos a ganar!".

Por fin aparece en escena. Se baja de una sencilla furgoneta. Ha salido el sol. La campiña se levanta para Marine. De aperitivo, una frase a lo Trump: "Macron es el candidato del sistema, ayudado por un gran aparato mediático". De primer plato, mensajes tradicionalmente socialistas: "yo soy el trabajador que se ha suicidado, el taxista que ha pagado su licencia, la señora que está en paro, la que vive en un barrio pobre que sufre la delincuencia, la que no encuentra trabajo". Pero el plato principal excitará hasta el llanto a los marinistas: ¿Adivinan?

Terrorismo / Islamización de Francia / Sharia / Lapidación de mujeres. Marine lee cuidadosamente su discurso y llega al límite de acusar a Macron de hacer la vista gorda ante la islamización de Francia por motivos electorales. Mensaje sobre los nuevos tiempos: los judíos y los homosexuales necesitan nuestra protección porque son víctimas particularmente vulnerables en esta guerra de civilizaciones. Euforia y gritos: "On est chez nous, on est chez nous" ["Estamos en nuestra casa"].

"Voy a devolver el poder al pueblo". De postre Marine ha traído populismo en vena (...) Promete referéndums para casi todo. Aromas revocatorios bolivarianos.

De postre Marine ha traído populismo en vena. "Voy a devolver al poder al pueblo. Sois los propietarios de Francia. Recuperemos nuestra capacidad de decidir quién viene a nuestra casa y quien no". Y promete referéndums para casi todo. [¿Por si llueve? ¿Por si hace frío? Puede.] "No importa de lo que sea, habrá referéndums tan pronto lo soliciten 500.000 franceses, incluso para decidir echarnos del poder". Aromas revocatorios bolivarianos. Último mensaje: "no olvidéis el domingo que sólo está Francia para defenderos". Al final todos cantan la marsellesa.

Tiempo para una banda de rock local, tan auténticamente sencilla que parecen haberse conocido hace un par de horas. Marine ha hablado y se ha marchado envuelta en una gran parafernalia de seguridad, sin probar un solo churro. En su camino de regreso habrá podido contemplar las señales de la peor historia europea que tantos le acusan de querer agitar. Es zona de cementerios de guerra. En la batalla del Somme de la I Guerra Mundial murieron más de un millón de británicos, franceses y alemanes.

De vuelta al hotel en un pueblo cercano y recuerdo a François, el atormentado personaje de Sumisión, la provocadora novela de Houllebecq que habla de la crisis de identidad de Francia. "De menú diario tenemos unas verduras fritas y pollo con mantequilla". En realidad sirven samosas y tikka masala.

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