'Euroresistencia' a prueba de bombas

'Euroresistencia' a prueba de bombas

Muchas veces se ha anunciado su final, pero hoy la Unión Europea está así: respirando y tomando fuerza.

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Tantas veces se ha anunciado su final, pero así está hoy la Unión Europea: respirando y tomando fuerza, celebrando eufórica su 9 de mayo, día de Europa, tras la victoria de Emmanuel Macron, que por algo marchó con el himno de la alegría ante el Louvre. Los aficionados a Juego de Tronos pueden llamarlo síndrome Jon Snow. Los demás pueden contemplar lo evidente: la fortaleza del proyecto europeo que, ante sus peores años de crisis, ha resultado tener una resistencia a prueba de bombas. No hay victoria total, pero el final de Europa, tantos años presagiado, no se atisba en el horizonte.

Los tomahawk que han tratado de pulverizar la bandera azul con estrellas en los últimos tiempos han sido de distinto tipo e intensidad.

Hace menos de dos años, Grecia sufría un corralito bancario y su salida del euro parecía, esta vez sí, inevitable. Los analistas llevaban ya tiempo discutiendo si la moneda única resistiría o los países de la zona euro comenzarían poco a poco a recuperar sus viejas monedas nacionales. La incapacidad de los líderes europeos – haciendo demasiado poco y demasiado tarde - apuntaba hacia la progresiva desintegración europea y nuevos partidos populistas se disponían a repartirse el botín del poder en la nueva "Europa de las naciones y la libertad".

El Brexit es negativo para ambas partes, pero la Unión afronta el divorcio en las mejores condiciones posibles.

Hace menos de un año golpeó a la Unión el misil del Brexit. Los británicos decidieron en referéndum salir de la UE y echaron por tierra un principio que parecía sagrado: la UE puede ampliarse pero no perder miembros en el camino. Sorprendentemente, la respuesta europea ha sido una formidable unión, entre países que hace poco no parecían entenderse (entre el norte y el sur para actuar en la crisis del euro y el este y el oeste para actuar en la crisis de los refugiados).

En Bruselas está cada vez más extendida la percepción de que los británicos se han metido en un lío del que no saben cómo saldrán. "Si Londres tardó ocho meses en redactar una carta para anunciar oficialmente la salida tras el referéndum, nosotros hemos acordado entre 27 Estados la estrategia negociadora en menos de un mes", repiten altas fuentes del Consejo Europeo. Serán dos años de negociaciones duras con Reino Unido, "una situación negativa para ambas partes", repite su presidente, Donald Tusk, pero la Unión afronta en las mejores condiciones posibles su primer divorcio.

En enero de este año, el holandés Geert Wilders, la francesa Marine Le Pen y la alemana Frauke Petry organizaban una cumbre anti-europea en la ciudad alemana de Coblenza. Eufóricos, estos tres líderes xenófobos parecían tener su sueño, la desintegración de Europa, al alcance de la mano. En marzo había elecciones en los Países Bajos, en mayo en Francia y en septiembre en Alemania. Las encuestas les aventuraban éxitos. La revista Time, con la victoria de Donald Trump en el retrovisor, lo planteaba en su portada en los siguientes términos: ¿puede Europa sobrevivir al nuevo populismo? El propio Wilders twittearía confiado la foto.

Como sugiere gráficamente Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, no ha habido efecto dominó. El Brexit no fue el anticipo del final de Europa. Igual que no venció el candidato de extrema derecha en las elecciones presidenciales de Austria en diciembre pasado, Wilders no quedó primero en las elecciones de Holanda. Marine Le Pen se ha quedado a más de 30 puntos de Emmanuel Macron en la segunda vuelta. Si no consiguió entrar en el Palacio del Elíseo tras estos años horribles europeos, parece difícil que lo logre en el futuro salvo que ocurra una catástrofe mayor.

Alternativa por Alemania, el partido de Petry, está en horas bajas en medio de una crisis interna (que ha propiciado la renuncia de Petry a ser la candidata a canciller de su partido en septiembre). Y tras su reciente congreso, el partido parece decidido a apostar por su ala más xenófoba y radical. Las encuestas dan ahora a Alternativa por Alemania entorno a un 7% de los votos, su nivel más bajo de apoyo desde 2015. Es probable que lo más emocionante que podrá suceder en Berlín tras el verano sea el intento de regreso al poder de los los socialdemócratas alemanes de la mano de su nuevo líder, Martin Schulz.

Los ciudadanos europeos son críticos con la marcha de la Unión Europea, pero no parecen dispuestos a tirar el sistema por la borda y poner sus vidas en manos de los diversos Le Pen. La pertenencia a la Unión Europea está más asentada en los países miembros de lo que pudiera indicar su hartazgo tras años de crisis. Una cosa es protestar y otra estar dispuestos a apretar una suerte de botón nuclear el día electoral. El último eurobarómetromuestra precisamente un repunte al alza sobre el apoyo de los ciudadanos a la UE y algunos europeos, incluso, han comenzado a salir a la calle a manifestarse periódicamente para defender a la Unión Europea de los ataques populistas.

Los problemas no se han resuelto de la noche a la mañana de París. Macron se comprometió en su discurso a trabajar en estos cinco años para que no haya tantos franceses dispuestos a votar por opciones tan radicales. En la misma línea, el Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha advertido tras felicitar a Macron: "Francia votó a favor de Europa, pero la lucha contra la extrema derecha no ha terminado. Debemos continuar la pelea".

En sus peores años de crisis, el proyecto europeo ha demostrado una resistencia a prueba de bombas y tomahawks políticos.

La Comisión Europea sabe que aunque no haya ganado Marine Le Pen, tiene dentro de la Unión a dirigentes que desafían los valores democráticos. Recientemente el ejecutivo comunitario inició un procedimiento de infracción a Hungría, donde su primer ministro, Viktor Orbán, lleva años envuelto en una deriva autoritaria muy alejada de los valores democráticos de la Unión.

A pesar de que las cifras de desempleo continúan bajando (9,5% en la zona euro y 8% de media en el conjunto de la Unión, las cifras más bajas desde 2009 según Eurostat), los costes sociales de la crisis están muy lejos de haber cicatrizado (sobre todo en países como Grecia o España, donde el desempleo continúa siendo mucho más elevado que la media, 23,5% y 18,2% respectivamente). Los castigados por la crisis exigen más a Europa y la Comisión Europea sabe cuál es el mejor "espantapopulismos" que tiene al alcance de la mano: su giro social, un camino recientemente iniciado.