Sergei Polunin, el bailarín que vivió su fama como una estrella del rock

Sergei Polunin, el bailarín que vivió su fama como una estrella del rock

'Dancer' narra la historia de este ucraniano que hizo historia al convertirse en el bailarín principal más joven de la historia del Royal Ballet

Consiguió viralizar el ballet e inspirar a niños de medio mundo con el vídeo en el que bailaba Take me to Churchdirigido por el fotógrafo David LaChapelle, pero detrás de los saltos, las piruetas y la pasión se encontraba una historia conocida por pocos."Yo no escogí el ballet. Lo escogió mi madre", cuenta Sergei Polunin en un fragmento de Dancer, el documental que se adentra en la figura del controvertido bailarín ucraniano que ganó el premio de la crítica en el Festival Internacional de Cine Barcelona-Sant Jordi.

El talento de Polunin se veía claro desde niño cuando con tan solo tres años comenzó a practicar gimnasia y a bailar en la escuela de Kherson, su humilde localidad natal en el sur de Ucrania. Era una infancia feliz que se transformó en una amarga adolescencia lejos de su familia cuando se instaló en Londres para ingresar en la escuela del Royal Ballet. La presión iba en aumento a medida que su brillantez se hacía más evidente y terminó explotando cuando decidió dejar la institución londinense —una de las compañías con más prestigio del mundo— con tan solo 22 años, tras convertirse en el bailarín principal más joven de la historia de la institución cuando tenía 19 años.

Yo no escogí el ballet. Lo escogió mi madre.

Una decisión que se veía venir después de que se cuestionase su comportamiento en muchas ocasiones y de que la prensa monitorizase cada una de sus salidas nocturnas. Con Dancer, que llega ahora a las salas españolas, el director Steven Cantor busca contextualizar la figura de este bailarín y entender el porqué de su explosiva personalidad. "Solo quería una vida normal", declara Polunin en un momento de la cinta, explicando la dificultad de estar alejado de su familia en un país extranjero.

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Su núcleo familiar comenzó a romperse cuando tenía nueve años y se trasladó a Kiev con su madre, Galina, para ingresar en la escuela de baile de la capital. Fue en ese momento cuando su padre se mudó a Portugal y su abuela a Grecia, ambos por el mismo motivo: poder costear los estudios del joven Polunin. "Éramos un gran equipo, y ese niño era nuestra esperanza", declara el padre del bailarín, que durante la hora y media de metraje habla de los sacrificios familiares para conseguir darle la oportunidad a su hijo de desarrollar su talento.

"Quiero ser el mejor", decía siendo todavía un niño a la televisión nacional ucraniana en un reportaje grabado en la escuela de Kiev. Ese espacio pronto se le quedaría pequeño y lo abandonaría para entrar en la escuela del Royal Ballet de Londres con 13 años. En ese momento se queda solo en la capital británica debido a los problemas de su madre con el visado, y se esfuerza al máximo con una única idea en su cabeza: reunir a sus padres y a su familia, separados por el mundo para que el pudiera brillar y ser una estrella del baile.

"Era mi oportunidad", confiesa Sergei Polunin al recordar su época en Reino Unido, donde trabajaba el doble que el resto de bailarines para llegar a lo más alto y donde comenzó su espiral de autodestrucción tras recibir la noticia del divorcio de sus padres. Su idea de familia se desvanecía y bailar comenzaba a dejar de tener sentido para él. "Fue la última vez que lloré en años", explica el ucraniano que reconoce que se encerró en sí mismo durante esa época. Aún así su talento se impuso y consiguió escribir la historia que estaba destinado a protagonizar convirtiéndose en el bailarín principal más joven de la historia de la compañía.

  5c8ad3212300002f00e73e60Corbis via Getty Images

Durante los dos últimos años que se subió a las tablas del coliseo londinense, Polunin compaginó aplausos, localidades agotadas y elogios con drogas, polémicas y rabia. La prensa lo bautizó como el chico malo del ballet y comenzó a saltarse ensayos, cubrir su cuerpo de extravagantes tatuajes y a relatar en Twitter sus noches de fiesta. En enero de 2012 dijo basta y decidió abandonar la compañía y ser "por fin libre".

"El artista dentro de mí se estaba muriendo", llegó a decir el bailarín tras su polémica despedida. Después llegarían algunos intentos en Rusia, pero la chispa se había apagado y las restricciones seguían siendo las mismas. "Bailar es una lucha constante contra tus emociones, contra el cansancio, contra las frustraciones", confiesa Polunin en uno de los fragmentos de Dancer, reconociendo su agotamiento físico y mental en aquel momento. Una brutal honestidad no solo por su parte, sino también por la de su familia, especialmente su madre, que no puede evitar contener las lágrimas durante gran parte de la cinta.

El artista dentro de mí se estaba muriendo.

Tres años después de su abrupta salida, en 2015, la coreografía de Take me to Church se presentaba como su último baile, su despedida del ballet, pero no fue así. La respuesta al vídeo fue abrumadora, las reproducciones —que a día de hoy alcanzan casi los 20 millones— se multiplicaban e imágenes de niños imitando los movimientos de Polunin comenzaron a inundar YouTube. El propio bailarín reconoce en el documental lo difícil que fue la larga grabación, admitiendo que durante las horas que duró el proceso no habló con nadie y no paró de llorar. "Pensé que dejarlo todo sería fácil", confiesa el ucraniano que ha decidido no dejar el ballet y compaginarlo con otras disciplinas artísticas.

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"Mentiría si dijera que no me encanta bailar", admite Polunin en los últimos minutos de Dancer. "Es quien soy". A día de hoy trabaja como bailarín invitado para distintas compañías y tiene en el horizonte proyectos cinematográficos como la película Asesinato en el Orient Express acompañado de actrices como Judi Dench o Penélope Cruz.

Todavía queda por saber si Sergei Polunin, a sus 27 años, volverá a conquistar el mundo del ballet y ser ese chico para el que los aficionados compraban entradas con dos años de antelación. Por ahora parece que ha encontrado cierta tranquilidad y ha dejado su espiral de autodestrucción, combinando proyectos en el mundo de la danza, con cine, moda y varias campañas publicitarias. Muchos lo daban por acabado tras dejar el Royal Ballet, pero parece que este James Dean del mundo de la danza todavía no ha dicho su última palabra.

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