¿Cómo tapamos el agujero del Brexit?

¿Cómo tapamos el agujero del Brexit?

El Brexit es también un problema de dinero: adiós al tercer financiador de la UE.

REUTERS

Con el Brexit, se marcha uno de los principales financiadores de la UE. Millones de euros británicos dejarán de nutrir el presupuesto común de los europeos y Bruselas, calculadora en mano, hace cuentas. La salida británica dejará también al Banco Europeo de Inversiones sin uno de sus principales accionistas. Se busca dinero e imaginación para tapar el gran agujero que deja en la Unión Europea la salida británica, prevista para el 29 de marzo de 2019.

El presupuesto de la Unión Europea se nutre fundamentalmente de las contribuciones de sus estados miembros. Cada uno de ellos paga una cantidad en función del tamaño de su PIB y de otras variables como lo recaudado por el IVA y los derechos de aduana de los productos de fuera de la UE. Reino Unido es uno de los mayores contribuyentes al presupuesto de la Unión, sólo por detrás de Alemania y Francia. Además de un zarpazo político y sentimental para el proyecto europeo, el Brexit es también un problema de dinero: el tercer financiador del club se marcha.

En 2015, por ejemplo, la Unión Europea gastó 145.243 millones de euros y los británicos aportaron 18.209 millones a la cesta común, el equivalente al 0,72% de su PIB ese año. La contribución británica ese año representó el 13,45% del total. Por su parte, la UE gastó en 2015 7.457 millones de euros de su presupuesto en partidas destinadas al Reino Unido (el 94% del presupuesto europeo se reinvierte en la economía europea). La Comisión sitúa entre los 10.000 y 12.000 millones de euros el agujero anual que dejará el Brexit en su presupuesto.

No se habla de cifras concretas, pero los cálculos que se manejan indican que la factura que tendrán que pagar los británicos por dejar la UE asciende a 100.000 millones de euros.

No es casual que sea precisamente el dinero – junto con la situación de los europeos en Reino Unido y los británicos en la UE - lo primero de lo que van a hablar los negociadores británicos y europeos. El tema es muy sensible y las posiciones entre ambos parecen irreconciliables. Se teme un choque de trenes. Los europeos insisten en que no negociarán sobre la futura relación comercial con Reino Unido hasta que haya "suficiente progreso" en las áreas de dinero, ciudadanos y el futuro de la frontera de Irlanda del Norte.

La cuenta de salida británica, conocida como "Brexit bill", es la cantidad que los británicos tendrán que pagar para salir de la UE. El equipo de Michel Barnier, jefe de los negociadores europeos, se niega a hablar de cifras, pero los cálculos que se manejan en los pasillos del poder en Bruselas hablan de unos 100.000 millones de euros. La factura, insiste la parte europea, no es un castigo a los británicos, sino el reflejo de las obligaciones que Reino Unido asumirá hasta el día de la salida por su condición de miembro.

Los cálculos no son sencillos. Según un informe del think tank Bruegel, pasan de media cinco años desde que los Estados de la UE se comprometen a hacer un gasto hasta que se ejecuta esa partida. El presupuesto de la UE se fija de forma anual pero debe respetar un marco financiero plurianual que indica los niveles de gasto por políticas para un periodo de siete años. El actual marco comenzó en 2014 y concluirá en 2020, un año y nueve meses después de la salida británica, prevista para el 29 de marzo de 2019.

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Un documento publicado en mayo por el equipo de Barnier establece los criterios para calcular la cuenta. Además de los gastos comprometidos (todavía no ejecutados) de años anteriores, el documento menciona las obligaciones futuras del pago de pensiones y otros beneficios de los trabajadores de las instituciones de la UE e incluso estipula que debe ser Londres quien se haga cargo de los costes de traslado e instalación de las dos agencias europeas que ahora se encuentran en Reino Unido y deberán ser reubicadas en la UE (el gobierno español puja por llevar la Agencia del Medicamento a Barcelona). Bruselas también quiere que Reino Unido pague íntegramente sus obligaciones presupuestarias para los años 2019 y 2020.

Más allá de lo que tengan que aportar los británicos al decir goodbye, la cuestión fundamental para la UE es cómo cuadrar sus futuras cuentas sin el Reino Unido. La Comisión Europea acaba de presentar un documento 4 para iniciar el debate. Hacer recortes no será suficiente – sobre todo en un momento en que la UE quiere expandir su acción en áreas como la lucha contra el terrorismo o la defensa común – y las opciones que se barajan van desde la recurrente idea de un impuesto sobre las transacciones financieras a otros gravámenes relacionados con la energía y el medio ambiente.

La reflexión sobre el futuro presupuesto está ligada con la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) y los fondos de cohesión, que suponen más del 70% del gasto del presupuesto común y cuyas partidas podrían ser reducidos en el futuro post Brexit. Otras ideas sensibles como vincular la recepción de fondos a la colaboración con la política migratoria - destinada a presionar a Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, rebeldes Estados del este que no quieren acoger refugiados – completan la reflexión.

Un caso especial es el del Banco Europeo de Inversiones, cuya importancia no ha dejado de crecer desde la puesta en marcha del plan Juncker y su papel como reactivador de la economía europea tras la crisis.

El Banco, la mayor institución financiera multilateral del mundo, tiene un tamaño dos veces mayor al del Banco Mundial - pertenece a los Estados miembros. Reino Unido tiene un 16% de las participaciones (el mismo % que Francia, Italia y Alemania).

El capital actual del BEI, que no ha repartido nunca dividendos desde que fue creado, ronda los 220.000 millones de euros, de los que alrededor de 40.000 pertenecen a los británicos. "Tenemos un problema real porque los estatutos señalan que las acciones no son transferibles", explica su presidente, el alemán Werner Hoyer, preguntado por El HuffPost en la sede del banco en Luxemburgo. Si a pesar del Brexit los británicos quisieran permanecer en el Banco y los europeos lo aceptasen, tendrían que modificar el Tratado de la Unión Europea, explica Hoyer.

La salida británica del Banco deja también muchos interrogantes sobre su impacto en Reino Unido, donde el BEI financia proyectos por un valor anual de unos 7.500 millones de euros. "Actualmente hay en marcha proyectos en Reino Unido por valor de 50.000 millones de euros que lógicamente irán descendiendo conforme pase el tiempo", explica el presidente del BEI. No hay otra institución similar a la que actualmente Reino Unido podría recurrir para suplir esta financiación, ni tampoco es nada fácil crear una nueva, señalan fuentes de la dirección del Banco a El HuffPost. El Brexit es un mal negocio a ambos lados del Canal de la Mancha.