La emocionante y descarnada reflexión de Pérez-Reverte sobre su pasado y su presente que da que pensar

La emocionante y descarnada reflexión de Pérez-Reverte sobre su pasado y su presente que da que pensar

El escritor reconoce que a menudo se sorprende buscando al "niño feliz" que fue "entre los pequeñajos que, con fondo de villancicos, caminan de la mano de sus padres, deslumbrados por las luces, con gorros de lana y bufandas hasta la nariz; pero entre él y yo se interponen demasiadas botas pisando cristales rotos, demasiados amaneceres grises".

EFE

El escritor Arturo Pérez-Reverte ha abierto su corazón —en su columna Fantasmas de Navidad, en XLSemanal— al recordar "una conversación de Nochebuena que marcó" su vida: "No creo que regrese nunca, porque nadie me espera. No tengo retaguardia. Llevo toda mi vida dando tumbos como una maleta vieja... Ya no conozco a nadie allí", le comentó un veterano corresponsal de guerra español en "un bar oriental de mala muerte".

Pincha aquí para leer el texto completo

"No quiero, fue mi conclusión, acabar como él, con sesenta años en un burdel de Beirut o Bangkok, alcoholizado y hecho polvo, contándole mi vida a un reportero que empieza. No es un final feliz", reflexionó el por entonces joven periodista, quien se prometió a sí mismo vivir la vida que quería "pero manteniendo una puerta a mi espalda, un camino de regreso. Un vínculo con la normalidad que me permita envejecer de modo razonable".

"Y así lo hice, o lo procuré. Fabricarme sin prisas un refugio. Una retaguardia. Y tuve suerte, porque aquí me tienen. En ella y en Nochebuena", plantea el escritor, antes de recordar, no obstante, que "no hay retaguardias perfectas".

De este modo, Reverte recuerda que fue "un niño feliz", que cayó "del lado bueno" y que tuvo "hermosas navidades rodeado de rostros afables y queridos".

"A menudo me veo buscando esos rostros y buscando al niño entre los pequeñajos que, con fondo de villancicos, caminan de la mano de sus padres, deslumbrados por las luces, con gorros de lana y bufandas hasta la nariz; pero entre él y yo se interponen demasiadas botas pisando cristales rotos, demasiados amaneceres grises, y aquella noche que canturreé 'Navidad, blanca Navidad' con fiebre y tumbado en un hotel miserable del culo del mundo".

"Nadie puede elegir lo que recuerda, ni lo que le matan. También aquel niño vive en una casa oscura", concluye.

Si quieres leer más historias como esta visita nuestro Flipboard