Un afectado por el gas radón: "Mi casa mataba"

Un afectado por el gas radón: "Mi casa mataba"

Se estima que unas 1.500 personas mueren al año en España a causa de este gas sin que el Gobierno actúe, según expertos y sindicatos.

Los padres de Héctor Jiménez decidieron trasladar su dormitorio a la planta baja de su chalé de Galapagar, en la sierra de Madrid. Con el tiempo, ambos contrajeron cáncer de pulmón y fallecieron. A los 57 años ella y a los 65 él. Habían llevado una vida sana, no habían fumado ni habían estado expuestos a factores que pueden desencadenar este tipo de cáncer. Su hijo tenía claro que "allí pasaba algo raro".

"Mi casa mata, ¿cómo es posible?", pensó. Hasta que sus sospechas lo llevaron a adquirir un medidor de radiactividad. Al utilizarlo junto a la cabecera de la cama de sus padres, descubrió una concentración letal de gas radón.

No tiene olor, color ni sabor. Este gas se produce a partir de la desintegración del uranio, uno de los muchos componentes presentes naturalmente en suelos y rocas, desde donde emana y genera partículas radiactivas. Al respirar e inhalar esas partículas, se adhieren a las vías respiratorias y pueden provocar cáncer de pulmón, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al aire libre, el radón se diluye y no supone un problema. Sin embargo, tiende a concentrarse en espacios cerrados como viviendas, escuelas o lugares de trabajo, donde puede colarse hasta por la grieta u orificio más pequeño.

Jiménez no duda en atribuir la muerte de sus padres al radón. La unidad que se emplea para medir las concentraciones de este gas radiactivo es el becquerelio. En el dormitorio de sus padres detectó niveles de radón de 3.000 becquerelios donde no deberían superarse los 300 por metro cúbico, según la OMS. "Eso significa que vas a tener un cáncer de pulmón", explica a El HuffPost.

Desde entonces, Jiménez se ha dedicado a informarse sobre todo lo relacionado con este gas radiactivo y ha llegado a la conclusión de que lo que ocurre en España es "una situación atípica" por la "gran desinformación" y la "inacción" de las autoridades frente a este problema. Compara las 1.160 muertes en accidentes de tráfico que hubo en 2017 con las 1.500 personas que se estima que fallecieron por efecto del gas radón y critica que "el Gobierno no hace absolutamente nada" al respecto.

VIVIENDAS PRÓXIMAS AL SUELO

Esta estimación de muertes está basada en los resultados de un proyecto de investigación financiado por la UE en el que participaron 13 países y en el que estuvo involucrado Luis Quindós, catedrático de Física de la Universidad de Cantabria y experto en gas radón que avala estos datos. Este centro académico es el único que tiene una certificación oficial en España para efectuar mediciones del gas.

Según explica a El HuffPost, los primeros indicios de la nocividad del gas radón fueron detectados en minas de uranio de Estados Unidos durante la primera etapa de la Guerra Fría. Los operarios que trabajaban en la extracción de este mineral, empleado en la producción de armas atómicas, sufrían una mayor incidencia de cáncer de pulmón.

Al ser un gas que emana de la corteza terrestre de forma natural, "afecta especialmente a las viviendas que están más próximas al suelo", explica. Además, la búsqueda de la eficiencia energética que ha guiado al modelo constructivo, ha favorecido las concentraciones de radón en las viviendas. El catedrático señala que "a alguien se le olvidó" que, cuando se emplean materiales aislantes para reducir el gasto energético, ello contribuye a la acumulación de gas en los interiores de las casas. Se calcula que unas 200.000 viviendas podrían estar afectadas por niveles elevados de radón.

  En marrón, las zonas con mayor concentración de gas radónCSN

Sin embargo, no todos los suelos despiden la misma cantidad de radón, ya que el uranio está mucho más presente en los terrenos en los que abundan la roca granítica o pizarrosa. Eso significa que toda la parte occidental de España que abarca Galicia, gran parte de Castilla y León, Extremadura o Madrid, así como zonas de los Pirineos, son zonas en las que el radón está mucho más presente que en otras regiones, tal y como se aprecia en el mapa de las concentraciones de radón en España, elaborado por el Consejo de Seguridad Nuclear.

ALARMA SOCIAL

En opinión tanto de Jiménez como de Quindós, la concienciación y la toma de medidas contra los efectos del gas radón es una asignatura pendiente en España. A juicio de ambos, es un problema que requiere la toma de decisiones políticas, pero creen que no se aborda por miedo a generar alarma social.

Las instituciones públicas deberían informar y concienciar sobre los riesgos, facilitar mecanismos para hacer mediciones y mitigar los efectos del gas para estar al nivel de prevención de otros países. Como ejemplo, Quindós explica que en países como Reino Unido se hacen 600.000 mediciones de gas radón, mientras que en España apenas rondan las 12.000.

Según datos de la OMS, el radón es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco y el primero en personas no fumadoras y responsable de entre el 3% y el 14% de este tipo de cáncer en el mundo. El catedrático destaca, además de ser una enfermedad muy dura para quien la padece, es muy costosa para el sistema sanitario, de modo que se ahorrarían recursos si hubiera protocolos de prevención.

DIRECTIVA EUROPEA

A partir de este febrero ha entrado en vigor la directiva europea que obliga a implementar planes de acción para evaluar y controlar el gas radón en viviendas, hospitales, escuelas o centros de trabajo. El Gobierno anunció a finales de enero que el Plan Estatal de Viviendas 2018-2021 subvencionará las actuaciones en el interior de las viviendas para reducir de forma efectiva el promedio anual de concentración de radón a niveles inferiores a 300 becquerelios o que reduzcan la concentración inicial en al menos un 50%.

Sin embargo, numerosas voces, entre las que destacan sindicatos, organizaciones de consumidores, expertos y afectados han apuntado al retraso del Gobierno en esta materia, que podría comportar sanciones por parte de la UE. "El problema está ahí. Si hay voluntad política de cumplirlo, los técnicos están comprometidos", señala Quindós.