Feijóo calienta la banda

Feijóo calienta la banda

Las claves de la semana.

Jon Nazca / Reuters

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza

del cielo se abre como una boca de muerto.

Tiene mi corazón un llanto de princesa

olvidada en el fondo de un palacio desierto

Neruda dejó estos versos escritos y sirven para ellas, para aquellas mujeres que no pudieron secundar la histórica huelga feminista por miedo a ser despedidas. Las hubo y fueron muchas. En las fábricas, en las tiendas, en los hospitales, en los colegios, en las farmacias, en los bancos. Lo extraño es que alguna de ellas fuera redactora de un diario nacional. El periodismo ha secundado de forma masiva la convocatoria. LasPeriodistasParamoshabía corrido como la pólvora por las redacciones de toda España, y no había grupo que no quisiera dejar constancia de ello en las redes y en los chats de WhatsApp o Telegram creados para la convocatoria.

Nunca antes, en una profesión tan emputecida y llena de egos y envidias, hubo una causa tan compartida. Hay motivos: la brecha salarial, el acoso laboral o sexual, el techo de cristal... Ahí están los datos: los hombres ocupan 3/4 partes de los cargos de máxima responsabilidad gerencial y 2/3 de los puestos de toma de decisiones sobre los contenidos; el sueldo medio anual de los hombres en periodismo supera un 22,8% al de las mujeres; sólo el 15% de los cargos directivos están ocupados por mujeres y el 48% de las periodistas reconoce haber experimentado algún tipo de violencia machista en el trabajo.

Alguna tuvo miedo y acudió como cada día a su puesto de trabajo. Ni siquiera se atrevió a hacer el paro de dos horas

Pero alguna tuvo miedo y acudió como cada día a su puesto de trabajo. Ni siquiera se atrevió a hacer el paro de dos horas. Ha preferido felicitar a las compañeras que se echaron a la calle, a las que se dejaron un día de sueldo, a las que se enfrentaron a sus jefes por haberlas incluido en los servicios mínimos, a las que leyeron los manifiestos y a las que dijeron "hasta aquí hemos llegado":

"Gracias por haberme puesto voz. Tengo miedo y sobre todo envidia de las empresas que han apoyado y entendido la causa de sus trabajadoras. Aquí, temimos que nos miraran mal y nos trataran peor de lo habitual".

El entrecomillado es de alguien que quería y no pudo gritar contra el machismo, contra la falta de leyes para la conciliación y contra los "machirulos" que, sin pudor, encima llevaron a titular de cuerpo 40 que el futuro era de las mujeres. ¡Cuánta hipocresía y cuánta miseria moral! El relato es tan cierto como que en la redacción de quien escribió tan desgarrador mensaje en la mañana del viernes sólo hubo dos valientes que secundaron la huelga de 24 horas.

Valga la desgarradora confesión como ejemplo de la doble moral que algunos han practicado ante la histórica movilización de las mujeres españolas que ha abierto los informativos de medio mundo. Los que la despreciaron, hoy se abrazan a ella habiendo contribuido antes a la brecha salarial, el techo de cristal y la desigualdad.

A partir de ahora veremos a muchos pontificar sobre la revolución de las mujeres, del pleno reconocimiento de la igualdad y el papel central que debe ocupar en todos los órdenes y sectores de la sociedad. Desde que el pasado jueves el feminismo navegó con más viento que nunca en las velas, algunos ya lucen hasta el lazo lila.

Gobierno y PP han quedo sepultados por la ola de indignación de las mujeres

La voz de las mujeres tronó en todo el mundo, pero más que en ningún sitio en este país, donde ha sido una eclosión social de enorme magnitud que entró como un misil en la agenda política. En ella se quedará por largo tiempo para que esta sociedad nuestra sea más igualitaria y más justa.

Hace tiempo que se veía venir, pero la derecha no quiso verlo. Y ahora ha tenido que sacar a la palestra a Andrea Levy para decir que el feminismo es de todos, que el 8M fue un éxito y que las reivindicaciones son compartidas por todos sus compañeros y por ella misma la primera. Son tan creíbles las palabras de la portavoz más "indie" de los populares como la emoción que debe sentir Rajoy por el lazo morado que le colgaron en la solapa.

¡A buenas horas!

Será difícil olvidar el argumentario que el PP distribuyó entre sus cargos para despreciar la convocatoria del 8M, y menos la huelga a la japonesa de Tejerina y Cifuentes, esa en la que Rajoy "no se reconoce" ahora, tras recomendar a Ana Rosa Quintana que no parara su programa porque iba a aportar así mucho más a la causa. Nunca dijo si a la suya propia o a la de las mujeres, pero la periodista hizo caso omiso de la sugerencia. Paró, su programa -líder indiscutible de las mañanas- desapareció de la parrilla y el feminismo tuvo otro lema para la pancarta: "Ana Rosa ha parado. Esto va en serio".

Y tan en serio. Gobierno y PP han quedo sepultados por la ola de indignación de las mujeres y han tenido que transitar con urgencia desde la indiferencia a una comprensión imposible de comprenderse cuando ni una sola de sus dirigentes se planteó jamás acudir a la protesta, ni siquiera Cifuentes.

¡Ay Cifuentes! La presidenta madrileña sí ha sido una sorpresa porque ni en su ADN ni en sus políticas se vio hasta hoy el mínimo desdén al feminismo. Ella, que ha sido víctima del más asqueroso machismo -y no una vez-, sabía bien de qué iba la convocatoria, pero se empeñó en seguir la doctrina impartida desde Génova y olvidar. Sólo con recordar al infame Granados y lo que dijo en la Audiencia sobre ella y a un par de abyectos por los que tuvo que declarar como testigo en las irregularidades del Canal de Isabel II ya tendría que haberse sumado a la protesta.

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El PP ya ha elegido cómo suicidarse

Tan grande ha sido la torpeza que cuentan los habituales de la Puerta del Sol que la presidenta madrileña anda "tocada" y que muchos son los populares que braman por haber tocado la fibra al 52& del censo electoral, después de haberlo hecho antes antes con los jubilados. Justo los dos principales graneros de voto de los de la gaviota. En política uno es libre de suicidarse como quiera, y el PP parece tener claro cuál es el modo de estrellarse en las próximas elecciones.

Nada que sorprenda ya en un partido sin gobierno y en un Gobierno sin partido, que es en lo que se han convertido las siglas de los populares ante la perplejidad de propios y extraños, que ya hablan sin ambages de la "solución Feijóo" y de cómo el gallego calienta la banda, con permiso o sin él, de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría.

Ha sido el gallego el primer dirigente del PP en salir al paso del colosal error, calificar de "clamor social" la marea feminista y exigir medidas que hagan realidad la igualdad entre hombres y mujeres, incentivar y proteger la maternidad y acabar con cualquier discriminación, incluida la brecha salarial. Y todo después de no haberse descartado hace unas semanas para suceder a Rajoy. Muchos lo dan por hecho y él mismo lo mueve ya por determinados círculos.

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Ciudadanos se pega un tiro en el pie

Su nombre podría envenenar los sueños de un Rivera, aupado al estrellato por todas las empresas demoscópicas y dispuesto a echar el resto por lograr la primacía en el centro-derecha. Entre él y Rajoy el poder económico y financiero no tiene duda, pero si el candidato fuera el gallego habría dudas de si los apoyos más allá de la política con los que hoy cuenta Ciudadanos se esfumarían.

Sea cual sea la elección, los naranjas se pegaron un tiro en el pie el día que dijeron que no secundarían la huelga feminista porque el manifiesto era excluyente, y ellos y ellas no estaban en contra del capitalismo. Al igual que el PP no supieron ver que el movimiento era global y más transversal e incluyente de lo que fue nunca. Sería extraño que su falta de empatía y su incomodidad ante el término "feminismo" no quebrara su tendencia al alza en la intención de voto.

El PSOE intentará aprovechar el tropiezo, si bien nadie, ni siquiera las históricas del feminismo socialista, han entendido el por qué de sumarse a los paros de dos horas secundados por los sindicatos CC.OO. y UGT, y no al paro general. Si hubo un partido que supo interpretar desde el comienzo el latido del feminismo del siglo XXI, que no es lo mismo que el "nuevo feminismo", y hasta dónde podía llegar fue Podemos. Y, pese a ello, ha sabido mantenerse en segundo plano consciente de que el movimiento trascendía siglas y manifiestos.