Óscar Navarro: "No hay nada más triste que un payaso en la cárcel"

Óscar Navarro: "No hay nada más triste que un payaso en la cárcel"

Un payaso voluntario catalán, retenido durante 10 días en Beirut: "Me sentía como un perro, desnudo, tosiendo para que viesen si tenía algo en el ano".

CC ONG

Óscar Navarro Mata se infravalora: "Yo no sirvo para nada, pero mi payaso sí. Soy el mejor payaso del mundo". Está en paro desde hace años pero dedica su vida a algo mucho más importante que la mayoría de trabajos: hacer reír a niños que lo necesitan. Es un payaso que se juega la vida en países como Líbano y Siria. Se enfunda su nariz roja de gomaespuma y cruza fronteras de países en guerra para "llevar sueños a los que más lo necesitan".

A principios de abril lo detuvieron en Beirut por no llevar encima la documentación y ha pasado 10 días retenido e incomunicado en la cárcel. "Un payaso en la cárcel es lo más triste del mundo", se lamenta.

Navarro, de 49 años, supo que quería ser payaso desde los cuatro: "Llevo una sonrisa a los niños que quieren soñar y no pueden. Soy uno de esos voluntarios gilipollas que da la vida a cambio de nada. Pero mi payaso es feliz". En uno de sus viajes, un chico sirio lo tachó de loco por querer ir a su país. "Me enfadé y le dije que los payasos deberían hacer cola para ir allí", cuenta el voluntario, aún en shock, ya que hace pocos días que salió de la prisión en Beirut y pudo volver a Cataluña.

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Una nariz roja "peligrosa"

Cree que su nariz roja es "peligrosa": "Hago reír y los militares y políticos me temen. Somos peligrosos para ellos". Pero eso no lo frena. Le gusta trabajar solo y, cuando tiene un poco de dinero, lo utiliza para ir "donde caigan bombas y haga falta".

Pero en su última aventura se ha llevado un gran susto. Lo cuenta a El HuffPost desde Cataluña, donde ha aterrizado hace unos días y aún está recuperándose de la mala experiencia. En su visita a una escuela catalana, les prometió a los niños que llevaría "sus sueños" a una escuela de Siria. Así, cogió sus pinturas y su nariz roja y se fue a Líbano con la ayuda de CC ONG, una pequeña organización sin ánimo de lucro que tiene proyectos para ayudar a personas de todo el mundo.

Antes de intentar cruzar a Siria fue a Beirut y allí hizo los contactos necesarios: "Fui a un albergue y el chico que dormía conmigo me dijo que iba a Siria sin visado ni nada, y me apunté con él. Pero en la frontera nos paró un militar y nos devolvió a Beirut".

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"Me sentía como un perro esposado"

Una vez que volvió a Beirut, el voluntario buscó otras opciones, como los campos de refugiados de la ciudad. Se alojó en un hostal de Sabra donde dejaba sus pertenencias bajo llave. Entre ellas, un día dejó su documentación. "A mí me gusta pasear y un día me metí en un barrio que debía ser de Hezbolá. Unos hombres con barba y sin uniforme me pararon y me pidieron la documentación. Les dije que la tenía a 200 metros, en el hostal, pero me retuvieron igual", recuerda.

Lo esposaron, lo obligaron a taparse los ojos y lo metieron en un coche para llevarlo a un interrogatorio. "Era con un señor con barba, muy gordo, en un despacho muy raro con sofás, cuadros en árabe...", explica. Él les contó todo. "Soy una buena persona, no he hecho nada malo y no tengo nada que ocultar", asegura al otro lado del teléfono. Una vez que acabó el interrogatorio, le volvieron a tapar los ojos y lo entregaron, ahora sí, a agentes uniformados, que lo llevaron a calabozo.

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De sus días en la cárcel tiene muchos recuerdos: "No me tocaron nunca pero a los perros los alimentaban mejor que a nosotros". "Me sentía como un perro esposado, durmiendo el primer día en el suelo, desnudo, tosiendo para que viesen si tenía algo en el ano...", recuerda. En los 10 días que estuvo allí encerrado no vio el sol. Lo acompañaban kurdos, libaneses, iraquíes... "Había incluso chavales menores de edad".

Una de las peores cosas que llevó Navarro fue "la incertidumbre" y no poder hablar con su familia. "Ahora creo que estoy preparado para ir a cualquier cárcel, me parecería un hotel". Además, cree que hay una "paranoia de Líbano con los espías de Israel". Por eso son tan duros: "Me quitaron los cordones, las gafas, hubo interrogatorios de 12 horas sin comer y esposado y me han mentido desde el primer día".

Un día, un chico que iba a salir de la cárcel se lo dijo y le ofreció ayudarle. Navarro le dio su nombre y le dijo que llamase a Rafael Jariod, presidente de CC ONG. Éste recibió un email y llamó a la embajada, que hizo le puso en contacto con un hombre que estaba en Beirut y podía ayudarles. Finalmente lograron sacar a Óscar de la cárcel, le llevaron esposado a un avión y le mandaron de vuelta a Cataluña. "El trabajo de la embajada ha sido chapó", asegura.

A pesar de todo, Navarro quiere volver: "Estamos pidiendo el visado a Siria. Mi payaso no ha pasado ni un segundo en la cárcel, es muy fuerte". No parará de intentar hacer reír a aquellos que lo necesiten: "Puedo durar tres o cuatro años más, pero no me importa vivir poco".