La caída de la mujer que soñaba (muy) alto

La caída de la mujer que soñaba (muy) alto

De ser la nueva estrella del PP de Madrid y aspirante a la sucesión de Rajoy... a la dimisión por su máster y unas cremas

Cristina CifuentesGTRES

Cristina Cifuentes soñaba muy alto, más allá del Puerta del Sol. Ya se sabe: de Madrid al cielo. O también... al infierno político. Y la presidenta de la Comunidad ha fulminado su emergente carrera política por unas cremas y una línea de su currículum.

Un máster de Derecho público que en el que se han encadenado falsas firmas, mentiras y medias verdades y un opaco entramado de profesores en la Universidad Rey Juan Carlos la ha puesto contra las cuerdas en las últimas semanas. La puntilla: el vídeo difundido este miércoles en el que robaba dos cremas en un hipermercado en 2011.

Nunca se imaginó Cifuentes que acabaría así su carrera política. Con todo el país mirando las imágenes de Cifuentes hace siete años en el cuartillo de seguridad del Eroski de Vallecas. Su caída llega después de casi tres años de emergente escalada en el Partido Popular, de presentarse como la regeneración del sombrío PP madrileño y en todas las quinielas para suceder a Mariano Rajoy. Para ella, todo es una "operación" política y contra su persona.

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Precisamente, Rajoy fue el encargado de salvarla de la oscura desafección de Esperanza Aguirre y la colocó como salvadora del PP madrileño en 2015.

El Partido Popular de Madrid era hace algo más de diez años el gran muro de resistencia conservador -junto al valenciano- ante el pletórico PSOE de Zapatero. La gran máquina de votos popular, el reducto de las esencias peperas, el ejemplo a seguir en el resto del partido. Miraban por encima del hombro al resto de su compañeros, empezando por Esperanza Aguirre respecto a Rajoy.

Pero ese reinado prodigioso de Aguirre se convirtió en un pozo de corrupción, con los subalternos Ignacio González y Francisco Granados enfangándose tras las cámaras en sus 'púnicas y lezos'. Campos de golf, áticos en la Costa del Sol, las amistades peligrosas de David Marjaliza. Del todo a la nada. Cifuentes esperaba en la sombra, relegada en la Mesa de la Asamblea. Lo que nunca pensaba es que años después un episodio de aquella época finiquitaría su carrera. Un día de mayo de 2011 entraba en un hipermercado de Vallecas, cerca del Parlamento regional, y sustraía supuestamente dos cremas. De allí al cuartillo de seguridad. Pero entonces pocos lo sabían.

El aguirrismo se hundió: Welcome cifuentismo!

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Cifuentes conocía perfectamente su partido y se fue labrando una relación con los habitantes de Génova y, pronto, de La Moncloa. Tejió alianzas con María Dolores de Cospedal, que sabía del lastre que se convertía el aguirrismo, y también con La Moncloa. Y llegó su trampolín a la fama: la Delegación del Gobierno de Madrid. Era la política de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en la calle Miguel Ángel.

Y los medios empezaron a llenar titulares con ella. Un personaje muy atractivo, con un discurso fresco, que lo mismo defendía que era republicana y agnóstica como que se mostraba dura frente al 15-M y la irrupción de Podemos. Todo ello asesorada por Marisa González, una de las mejores expertas de comunicación política del país.

Los tatoos de la Puerta del Sol

El PP tenía su aire fresco en Madrid. Motera, vecina de Malasaña. lectora de Paul Auster, fan de las películas de los hermanos Coen, con vaqueros y clavel en San Isidro ... Una estrella política para brillar más allá de la bandera de la Comunidad. A todo esto decidía apuntarse al Máster en Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos, lo hacía ya empezado el curso y con plaza ya de mando en la Delegación del Gobierno de Madrid. Hoy, un flashback doloroso para ella.

La operación Cifuentes estaba en marcha por parte de Génova, mientras Aguirre y los suyos iban cayendo entre sumarios, declaraciones y pasos por la cárcel de González y Granados. El golpe final: Rajoy la elegía como candidata para las autonómicas de mayo de 2015. Una cita harto complicada, con Podemos de moda, con Ángel Gabilondo como aspirante del PSOE y con Ciudadanos implantándose en toda España.

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Y Cifuentes cumplió su trabajo, ganó las elecciones, pactó con Ciudadanos y puso el ventilador en marcha. Un discurso muy duro contra la corrupción, amnesia sobre su pasado en el PP de Madrid y arrinconamiento de la época de Aguirre. Había nacido un nuevo PP de Madrid, todo eran cosas del pasado. Una parte del partido la aplaudía a rabiar, pero otra se sentía menospreciada y empezó a acumular enemigos internos. Aguirre terminaría dimitiendo también del partido en Madrid y ella se haría con las riendas absolutas.

El éxito, el éxito, el éxito... Y ya se coló incluso en las quinielas para suceder a Rajoy, junto a Sáenz de Santamaría, Alberto Núñez Feijóo y Cospedal, entre otros. Surgía además una alianza de futuro en el PP: Cifuentes y Cospedal. Los 'sorayos' las empezaron a mirar de reojo.

Pero poco a poco empezaron a aflorar dudas y escándalos. Un contrato de adjudicación de la cafetería de la Asamblea de Madrid comenzó a fastidiarle la imagen, incluso se vio obligada a comparecer ante la Asamblea de Madrid. Pero una minucia burocrática para Génova que no comportaba una imputación.

No todo brilla: de la cafetería de la Asamblea a la financiación del PP

Las garras del pasado se afilaban y abarcaban también a la financiación irregular del PP de Madrid. Granados apuntó directamente hacia ella en la Audiencia Nacional diciendo que conocía lo que sucedía y, además, la relacionaba sentimentalmente con González en sede judicial.

La cosa no iba ya tan bien. Incluso tuvo que ser la primera dirigente en activo del PP que tenía que comparecer en la comisión de investigación del Congreso de los Diputados por la financiación en b de los populares.

Pero la gran tormenta esperaba de manera inesperada. Todo se volvió gris -casi negro- cuando eldiario.es publicaba en exclusiva que Cifuentes había obtenido el máster con notas falsificadas. Arrancaba la primavera ese 21 de marzo... y la caída de la presidenta de Madrid.

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Un máster para morir en política

Desde entonces se ha agarrado con uñas y dientes a sus versiones, ha defendido que ha dicho la verdad, pero cada nuevo papel y cada nueva explicación llevaban a más dudas. Y ha sentido el frío de su propio partido, con una buena parte de los populares sin creerse sus explicaciones y esperando su salida. No podrá olvidar que Cospedal ha sido su principal respaldo.

Cifuentes ha reconocido que han sido unos días muy duros para ella personalmente, pero a la vez ha mostrado su lado más pétreo. Ni un paso atrás. Si alguien quería su marcha, que la pidiera. Disciplina militar aprendida en su propia casa. Y ha visto cómo por días los ministros y altos cargos empezaban a olvidarse de ella, a evitar su nombre. La polémica "estéril", como decía Rajoy hace unas semanas, pasaba a ser ese "asunto" que cabreaba al presidente cuando le preguntaban por él.

Ella decidió aguantar, dejaba en manos de Rajoy su futuro, intentaba mostrar fortaleza. Ha llegado a empezar a enviar las invitaciones para la recepción del 2 de mayo. Ha confesado que pensaba dimitir esa tarde. Y muy cerca de su fortín de resistencia en la Asamblea de Madrid, estaba su tumba política final: el hipermercado Eroski de Vallecas.

Cifuentes soñaba muy alto. Luego, llegaron las pesadillas. Y, finalmente, la caída. Pongamos que hablamos de Madrid. La política también es una cuestión académica y de cremas (en este caso, de la marca Olay).