Sheela: "No me arrepiento de nada. Todo lo que hice fue para proteger a la comunidad"

Sheela: "No me arrepiento de nada. Todo lo que hice fue para proteger a la comunidad"

La antigua secretaria de Osho visita Barcelona convertida en un icono pop gracias a la serie documental 'Wild Wild Country' (Netflix).

Guillermo G. Zorraquino

Se la acusó de envenenar un pueblo entero con salmonella, de planear un asesinato contra el fiscal federal de Oregón y de suministrar antipsicóticos en la bebida a miles de personas sin techo para tenerlas controladas. También se la responsabilizó del intento de asesinato de un médico y de vigilar el correo y el día a día de una comuna de más de 7.000 personas mediante un sofisticado sistema de escuchas en todos los rincones.

A pesar de esta truculenta hoja de servicios, Sheela Birnstie (Baroda, India, 1949) ha llegado a Barcelona convertida en icono pop y referencia de una parte del feminismo. La culpa, el explosivo documental Wild Wild Country (Netflix) que narra en seis capítulos el ascenso y caída de la secta de los Rajneeshes en Estados Unidos durante los 80. Una historia que, por inverosímil que parezca, había quedado en el olvido hasta que los hermanos Chapman y Maclain Way encontraron 300 horas de material de archivo sobre uno de los experimentos más surrealistas que ha habido en Occidente.

¿Icono feminista o villana? "Ambas. Icono porque he mostrado mi poder como mujer. Villana porque la prensa y Bhagwaan trataron de transmitir esta imagen de mí".

"El documental cuenta la realidad tal y como fue", sostiene Sheela, que ha acudido a Barcelona para dar una conferencia en el festival Primera Persona. "No fue una secta, si no un maravilloso movimiento para cultivar el crecimiento personal".

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Wild Wild Country cuenta la historia de los Rajneeshes, un culto liderado por Bhagwan Shree Rajneesh (más tarde conocido como Osho) que decidió trasladarse desde la India hasta un pequeño pueblo de Oregón de unos 50 habitantes. La mayoría, sextagenarios de la América profunda que solo buscaban un lugar tranquilo en el que pasar sus últimos días. Ahí, los Rajneeshes levantaron una mastodóntica comuna de 259 kilómetros cuadrados -con aeropuerto incluido- para desarrollar un culto que abrazaba el sexo libre, la meditación y la admiración ciega por Bhagwan. El choque de culturas estaba servido.

"El 80% de los Rajneeshes eran licenciados", señala durante la entrevista. "De ese 80%, el 20% tenían un doctorado". Así describe Sheela el perfil de los que se enrolaron en la secta de Bhagwaan, formada por gente de clase media alta que quería vivir de primera mano una experiencia hippy, rodeados de gente joven, culta y de buen aspecto. "Sí, éramos la élite", reconoce.

Sheela fue la mano derecha de Bhagwaan durante la mayoría de años en los que duró la comuna, llamada Rajneeshpuram. Ante el silencio autoimpuesto por el líder de la secta, se convirtió también en su única interlocutora y en la portavoz de una comunidad que irrumpió como un tifón en el estado de Oregón.

Tras pasar 29 meses en prisión y enemistarse con el líder de la secta, recaló en Suiza y tuvo que volver a empezar de cero. "Limpié casas y paseé perros a 10 francos la hora"

Los Rajneeshes se hicieron con el control del pueblo colindante y le cambiaron el nombre. Después, empezaron a traer personas sin techo desde todo el país para aumentar el censo y ganar también las elecciones del condado de Wasco. Las autoridades se pusieron entonces en marcha para poner freno a una secta que se estaba incrustando rápidamente en las instituciones y que contaba ya con un cuerpo policial armado con subfusiles.

Su imagen de mujer determinada, sin miedo, empoderada y dispuesta a cuestionar el statu quo la han llevado de la noche a la mañana a ser una persona que levanta admiración. Se venden camisetas con su rostro, las entrevistas se le acumulan y no quedan entradas para verla en su conferencia en Barcelona. Sheela se reconoce sorprendida por el revuelo que está generando su visita.

¿Icono feminista o villana? "Ambas", responde sin dudar. "Icono porque he mostrado mi poder como mujer. Villana porque la prensa y Bhagwaan trataron de transmitir esta imagen de mí".

  5c8a91a42500005806814d88Guillermo G. Zorraquino

Poco queda ya de la Sheela desafiante que muestra el documental en sus años de juventud. Tras pasar 29 meses en prisión y enemistarse con el líder de la secta, recaló en Suiza y tuvo que volver a empezar de cero. "Limpié casas y paseé perros a 10 francos la hora", recuerda. "Me costó mucho adaptarme a la vida después de la comuna". Hoy, es una apacible señora que regenta una residencia de ancianos y cuyo tono de voz pausado cuesta de atribuir a lo que muchos consideran una manipuladora sin corazón. "Mi vida ahora es maravillosa y no tengo ninguna necesidad de mirar hacia atrás", asegura.

De poco sirve confrontar a Sheela con las acusaciones del pasado. Niega la mayor, responde lo que quiere y únicamente reconoce los dos delitos por los que fue condenada: el fraude migratorio -celebraban matrimonios de conveniencia entre extranjeros y estadounidenses de la comuna a cambio de dinero- y haber espiado la intimidad de todos los miembros de la comuna. "Lo hice para protegerlos, teníamos muchas amenazas", sostiene. "Tenía la responsabilidad de proteger a la comunidad".

La otrora mano derecha de Bhagwaan no se arrepiente de nada. "¿Cómo iba a arrepentirme de una creación tan bonita?".

El documental proyecta una sociedad utópica en la que no faltaba de nada, el sexo fluía entre sus miembros y el dinero parecía brotar de una fuente mágica. También se desprende, sin embargo, el desgarro sufrido por muchas familias que vieron cómo sus miembros desaparecieron de la noche a la mañana. Padres que perdieron sus hijos, hijos que se quedaron sin padres y ciudadanos con serias dificultades para adaptarse a la sociedad cuando la burbuja de la comuna explotó y les tocó enfrentarse a la realidad.

"No hubo ni una sola persona que viniera a Rajneeshpuram en contra de su voluntad", responde Sheela. "Cada uno debe ser responsable de sus propios actos o, como máximo, culpar a sus padres por haberse ido ahí". La otrora mano derecha de Bhagwaan no se arrepiente de nada. "¿Cómo iba a arrepentirme de una creación tan bonita?".

¿Entonces el fin justifica los medios? "Yo creo que sí".