La tajante conclusión de Almudena Grandes tras la sentencia de la Gürtel que ridiculiza los postureos

La tajante conclusión de Almudena Grandes tras la sentencia de la Gürtel que ridiculiza los postureos

"Ha devuelto a la realidad a un país que estaba empezando a parecer un gran teatro de las apariencias".

EFE

"La sentencia (de la Gürtel) no me parece tan ejemplar por las condenas en sí, como porque demuestra que España sigue siendo un país, que los delitos lo son y se castigan, que la justicia aún puede funcionar cuando no se cruzan por medio leyes que nunca deberían haberse aprobado, y que no estamos locos". La escritora Almudena Grandes ha reflexionado —en la Cadena Ser— sobre lo que, a su juicio, supone la sentencia contra la trama Gürtel, que condena al PP a pagar 245.000 euros por ser participe a título lucrativo.

"En resumen, la respuesta a blanco y en botella ha vuelto a ser leche", considera Grandes, antes de considerar que "la condena al Partido Popular como partícipe a título lucrativo, un tecnicismo que está a un paso de la organización criminal, ha devuelto a la realidad a un país que estaba empezando a parecer un gran teatro de las apariencias".

En este sentido, Grandes ha destacado que "en los últimos días se han multiplicado las representaciones, los gestos, los guiones más o menos dramáticos pero destinados siempre a eludir responsabilidades": la macrorredada por le procés, el referéndum de Iglesias y Montero, el PNV facilitando los presupuestos, Marta Sánchez con su himno...

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Aunque nadie haya tenido tiempo todavía para leerse los mil setecientos folios de la sentencia de la trama Gürtel, quiero señalar al menos una consecuencia positiva. Las duras penas aplicadas a Correa y Bárcenas y la condena al Partido Popular como partícipe a título lucrativo, un tecnicismo que está a un paso de la organización criminal, han devuelto a la realidad a un país que estaba empezando a parecer un gran teatro de las apariencias. En los últimos días se han multiplicado las representaciones, los gestos, los guiones más o menos dramáticos pero destinados siempre a eludir responsabilidades. La macrorredada contra los organizadores del referéndum catalán, por ejemplo, cuando en el CNI, responsable de que no se celebrara, no se produjeron ceses ni dimisiones, y Sáenz de Santamaría tampoco asumió responsabilidad alguna por su fracaso. O el referéndum convocado por Iglesias y Montero para descargar su error sobre los hombros de los militantes. O la clarividencia del PNV que, después de tantos discursos sobre el 155, ha facilitado los presupuestos por los pelos. Y esto sin contar con Marta Sánchez y su himno.

Por eso, la sentencia no me parece tan ejemplar por las condenas en sí, como porque demuestra que España sigue siendo un país, que los delitos lo son y se castigan, que la justicia aún puede funcionar cuando no se cruzan por medio leyes que nunca deberían haberse aprobado, y que no estamos locos. En resumen, la respuesta a blanco y en botella ha vuelto a ser leche. Lo celebro porque, hace unos meses, no estaba yo tan segura.

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