Las claves de la declaración de Israel como "estado judío"

Las claves de la declaración de Israel como "estado judío"

La norma blinda el carácter judío del país, se reserva el derecho a la autodeterminación a este colectivo y decreta que el hebreo es la única lengua oficial.

La derecha extrema llevaba años reclamándolo. Las precarias alianzas de Gobierno y cierta presión internacional habían evitado hasta ahora que se diera el paso. Pero ya no, no hay límite en el conflicto palestino-israelí, el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu hace y deshace a su antojo. Por eso, desde ayer, Israel se ha convertido en un "Estado-Nación" en el que se que blinda el carácter judío del país, se reserva el derecho a la autodeterminación a este colectivo -exclusivamente- y decreta que el hebreo es la única lengua oficial. La medida, catalogada de discriminatoria y racista por sus críticos, inflama un poco más si cabe una zona que lleva 70 años sin paz.

¿Pero qué dice la ley?

La norma impulsada por el Gobierno de Israel, que el jueves de madrugada aprobó la Knesset (parlamento) por 62 votos a favor, 55 en contra y dos abstenciones, recibe el nombre de Ley Básica del Estado-Nación Judío y tiene rango constitucional. Literalmente, declara a "la Tierra de Israel como la patria histórica del pueblo judío" y a Israel, como "el Estado-nación del pueblo judío", en alusión a todos los judíos del mundo que pueden ser israelíes por profesar esta religión.

El texto, por tanto, deja fuera de estos derechos de ciudadanía a los árabes israelíes, que son el 21% de los 8,5 millones de habitantes del estado. Estos palestinos se quedaron en el país una vez que, en el año 1948, se declaró la independencia. Siempre se han quejado de ser considerados ciudadanos de segunda, de ser discriminados. Ahora la desconexión que se vive en la calle cada día ya está fijada por ley. No sólo ellos se ven afectados: también las otras comunidades que no son judías (cristianos, drusos y beduinos, por ejemplo) quedan fuera excluidos de la norma, toda vez que Estado no se define como de todos sus ciudadanos, sino de los que profesan el judaísmo.

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  Un grupo de árabes israelíes participa en una protesta por el derecho al retorno de los refugiados palestinos, el pasado abril en Atlit.Ammar Awad / Reuters

La ley insiste en que el derecho a la autodeterminación es exclusivo del pueblo judío y establece además que Jerusalén es la capital de ese estado judío. Asume así la ley de los años 80 que declara que la ciudad triplemente santa es su capital, pese a que la comunidad internacional sostiene que es Tel Aviv y que Jerusalén es hoy una ciudad ocupada, desde 1967, con una parte palestina anexionada indebidamente, y cuyo estatus final no puede ser decidido por una de las partes, sino en el marco de unas negociaciones de paz.

Para completar el aislamiento de los árabes israelíes, la polémica norma otorga estatus de idioma oficial nacional solamente al hebreo, cuando hasta ahora el árabe también tenía esta consideración. Ahora pasa a ser "lengua con un estatus especial".

La iniciativa no es nueva. En realidad, Netanyahu lleva desde la pasada legislatura peleando por aprobar el texto, pero sus socios de entonces, algo más centristas que los actuales -su coalición se aguanta, entre otros, con partidos de base colona y religiosa: Judaísmo de la Torá, Shas, Kulanu y Casa Judía, más el Likud del primer ministro-, se lo pararon. Entre las medidas contempladas entonces, que generaron escándalo y al final no han salido adelante, estaba la pretensión de que se limitaran las decisiones de los jueces del Tribunal Supremo patrio, exigiéndoles que en sus sentencias predominara el "carácter judío" del estado por encima de su esencia democrático. En parte, esa crisis de gabinete llevó a un adelanto electoral (2015) y, a la postre, a una nueva suma de siglas en el Ejecutivo, aún más escorado.

Netanyahu, tras conocer la votación, dijo que la aprobación de la norma era "un momento decisivo en la historia del sionismo y del Estado de Israel".

La importancia de los símbolos

Además del grueso de la norma que proclama el estado judío, se ahonda en la separación con colectivos no judíos del país erigiendo en símbolos nacionales elementos propios de su colectivo, de su fe, pero de nadie más. Así, se mantiene como himno el tema Hatikva (La esperanza), compuesto con motivo de la creación de uno de los primeros asentamientos judíos en la zona; la bandera sigue siendo la azul y blanca, con la estrella de David en el centro, y se le da el mismo estatus a la menorá, el conocido candelabro judío, uno de los elementos esenciales en los rituales de la comunidad.

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¿Ciudades segregadas?

En las últimas semanas, el parlamento de Israel había debatido la posibilidad de autorizar "que una comunidad de personas que tengan la misma religión o identidad nacional mantenga su carácter de asentamiento separado". Es decir, la creación de ciudades segregadas sólo para judíos. Automáticamente, llovieron las críticas, que tildaban la idea como más propia de un régimen de apartheid que de uno democrático. Hasta el presidente de Israel, Reuven Rivlin, tildó el texto original de "discriminatorio".

Finalmente, esta idea se ha incluido en la nueva norma básica, aunque ligeramente descafeinada. Se indica que "el Estado ve el desarrollo de los asentamientos judíos como un valor nacional y actuará para alentar y promover su establecimiento y consolidación". La idea es levantar estas nuevas comunidades dentro del propio Israel, y también en zonas ocupadas sobre las que mandan por completo, como el este de Jerusalén y los Altos del Golán.

Indignación internacional

"Es una ley dramática desde el punto de vista legal", resume Gay Luria, abogado del Instituto Israelí de Democracia, en declaraciones a la Agencia EFE. Aunque de facto ya se estaba aplicando esta visión judía del estado, ahora con la ley negro sobre blanco "se despoja al Estado de la defensa frente a atropellos discriminatorios", indica este analista.

En la Knesset, la diputada de Unión Sionista Shelly Yachimovich, declaró: "Nadie se cree que al Gobierno le interese la nacionalidad ni el Estado de Israel"; esta ley, dijo, fomenta una forma "envilecida de nacionalismo que odia al otro", según el diario Yediot Aharonot. También desde la oposición, el diputado de Yesh Atid Elazar Stern consideró que la ley es un insulto a "nuestros hermanos drusos y beduinos que sirven con nosotros en el Ejército y en los servicios de seguridad". En el seno del Likud, la fuerza de Netanuyahu, también hubo cierta división, por si la norma provoca un aumento de la tensión social y el nacionalismo extremo, en palabras del parlamentario Benny Beguin.

La Lista Árabe Unida fue, obviamente, la más crítica. Inmediatamente después de la aprobación de la ley, algunos rompieron las copias de la misma en señal de protesta, acto por el que fueron expulsados de la Cámara. El parlamentario Ayman Odeh ondeó una bandera negra en el podio, en señal de duelo por la democracia israelí, que considera muerta, añade EFE. "Se ha aprobado una ley de supremacía judía y nos ha comunicado que siempre seremos ciudadanos de segunda clase", declaró Odeh.

Por su parte, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) calificó el texto como "peligroso y racista por excelencia". El presidente palestino, Mahmud Abbas, reivindicó hoy Jerusalén como "capital eterna del Estado de Palestina" en respuesta a la ley, informó la agencia palestina de noticias Wafa. Afirmó que esta nueva norma, que tiene rango constitucional, "no cambiará la situación histórica de Jerusalén como capital del Estado palestino ocupado". Asimismo, consideró que la nueva normativa "es una de las formas de conspiración" contra la "causa nacional" palestina, y destacó que no desanimará al pueblo palestino a seguir con "su lucha legítima para derrotar la ocupación y establecer su Estado independiente".

El Comité Judío Americano (AJC) se ha mostrado, a su vez, "decepcionado" porque la norma "pone en riesgo el compromiso de los fundadores de Israel con la construcción de un país judío y democrático".

La Unión Europea también expresó su "preocupación" y aseguró haberla trasladado al Gobierno israelí. La jefa de la diplomacia comunitaria, Federica Mogherini, señaló que ha trasladado a las autoridades israelíes "su preocupación" por la adopción de una ley que, en su opinión, "complica" la solución de los dos estados. La canciller alemana, Angela Merkel, destacó que es importante la "protección de las minorías". "Entiendo que haya controversia", agregó.

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Más clavos al ataúd

La nueva ley es un nuevo revés al (inexistente) proceso de paz en el conflicto palestino-israelí. Si la solución de dos estados vecinos, viviendo uno junto al otro sin enfrentamiento, ya sonaba a quimera, en los últimos meses se han dado más pasos en la dirección contraria a esa solución.

La apertura de la embajada de EEUU en Jerusalén, con el espaldarazo de Washington a la reivindicación israelí de dicha capitalidad, ya afectó profundamente al tablero, con el mediador esencial tomando partido a las claras en el punto más sensible de la pelea, el que se deja siempre al final de las negociaciones precisamente por eso. Ahora, la ley desequilibra también los derechos de los propios ciudadanos de Israel, dependiendo de la religión que profesan, si son o no son parte del pueblo elegido. El conflicto, que no es en origen religioso sino colonial, cada vez se enreda más con las creencias, o con las creencias de pantalla que perpetúan una ocupación con el antiguo testamento como carta de propiedad.