Soraya Sáenz de Santamaría: oposiciones para el poder

Soraya Sáenz de Santamaría: oposiciones para el poder

Retrato de la exvicepresidenta: una historia de autobuses, sobresalientes y el 'mentor' Rajoy

Soraya Sáenz de SantamaríaEFE

Es junio del año 2000. Un autobús cruza España, cubriendo la ruta entre León y Madrid. Una veinteañera y desconocida Soraya Sáenz de Santamaría va sentada dentro y bajo el brazo lleva su currículum. Ya es abogada del Estado, pero se ha enterado de que en el Gobierno de José María Aznar buscan asesores jurídicos. Prueba suerte.

Siguiente escena: Santamaría tiene una entrevista con el histórico Francisco Villar. Es el jefe de gabinete del entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y, de repente, ven en esta 'empollona' abogada del Estado, que cuenta también con el Premio Fin de Carrera, una persona capaz de aguantar la presión y de preparar 'papeles' -así se llamaba en la jerga del poder la documentación para los dirigentes- bajo una personalidad eficaz y discreta.

La vida de Sáenz de Santamaría cambiaría en ese momento. Entraba de lleno en el universo del poder, del que no ha salido desde entonces. Una asesora jurídica de Rajoy, que no llamaba la atención entonces fuera pero que estaba llamada a todo con los años.

Durante esas extenuantes jornadas, se fue ganando a Rajoy. Un estilo muy del jefe: tecnócrata, sin aspavientos, concienzuda, con una capacidad de trabajo sin límites. Como confiesa uno de sus colaboradores actuales: "Es una gran trabajadora, se exige mucho, pero también a la gente que tiene a su alrededor". Aunque también sus rivales internos dan otra versión: "Si al jefe le gustaba el ciclismo, pues ella se estudiaba las noticias sobre el Tour".

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Pura estrategia y algún golpe del suerte

Santamaría es un producto de Rajoy, su carrera no se entiende sin él. De repente, Rajoy se encontró con que sería el sucesor de José María Aznar. Y desembarcó al frente del Partido Popular con el batacazo electoral del 2004. No tenía las riendas tomadas del todo del partido, pero logró llevar a Santamaría en el 'número 18' de la lista por Madrid.

Pero la vida de Santamaría tiene tanto de calculada -con su prodigiosa cabeza y memoria, que reconocen hasta sus más acérrimos rivales- como de golpes del destino. No consiguió el escaño en el Congreso de los Diputados... pero la élite mundial sin saberlo hizo su trabajo. Rodrigo Rato recibió la llamada para dirigir el Fondo Monetario Internacional y corrió la lista: Santamaría lograba sentarse finalmente en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

De manera paralela, Rajoy la incluía en la dirección del partido como secretaria de Política Autonómica y Local. Un lugar al que muchos políticos les da pereza, lidiando con temas territoriales. Pero Santamaría se encontró también con el momento y el sitio adecuados: se impulsaban los estatutos de Autonomía de segunda generación y Rajoy confiaba en ella y en Federico Trillo para sus negociaciones.

Fueron largas jornadas, hasta la madrugada, negociando dentro del Congreso y también con parlamentarios y gobiernos autonómicos. Principalmente, por el Estatut catalán. Sería la encargada de presentar el polémico recurso que acabaría con parte del texto en el Tribunal Constitucional y que muchos señalan como origen de la actual crisis catalana.

Cataluña ha sido otra constante en su vida. Años después sería su principal obsesión como vicepresidenta del Gobierno y encargada de los temas territoriales. Intentó sin éxito la operación Diálogo, esperando que se rompiera internamente el independentismo. Su imagen siempre estará ligada a la nefasta gestión del 1-O. Sus rivales durante las primarias han reconocido que hubieran aplicado un 155 más duro y antes.

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Sabía que Cataluña era una misión muy complicada... como las primarias del Partido Popular. Pero como dicen en su entorno: "Se crece con los retos que parecen imposible". Y es que otra cosa que destacan los suyos es que no le tiene miedo a nada, lo que ha demostrado presentándose a este proceso cuando existía el mantra generalizado de que no la querían en el partido. Por eso, se emocionó especialmente cuando consiguió ser la opción más votada en la primera ronda frente a Pablo Casado, María Dolores de Cospedal, José Manuel García-Margallo, José Ramón García-Hernández y Elio Cabanes.

Luces y sombras

Entre eso mitos caídos también está aquel que le achacó la vieja guardia de que le faltaba colmillo. Eso sucedía en 2008, cuando Rajoy finiquitó en su equipo a los restos del anzarismo y la situó como portavoz del PP en el Congreso de los Diputados -cargo que antes ocupaba Eduardo Zaplana-. Todavía resuena la palabra del exministro Francisco Álvarez Cascos sobre ella aquellos días: "novicia".

Entonces, empezaría a formar su propio grupo en el Congreso, bajo el nombre de los 'sorayos'. Un núcleo duro en el que estaban y están Fátima Báñez, José Luis Ayllón, Alfonso Alonso, Álvaro Nadal y María González Pico. Un círculo de poder que se entremezcla a través de ella con 'la Gloriosa', la generación de abogados del Estado que aprobó en 1996 y de la que forma parte el marido de la exvicepresidenta, Iván Rosa. Muchos de ellos ocuparían cargos en el Gobierno de Mariano Rajoy bajo la influencia de Santamaría: Jaime Pérez Renovales, Miguel Temboury, Leopoldo González-Echenique y Marta Silva, entre otros.

Con ellos entró en contacto a través de su marido, con quien se casó por lo civil en Brasil. Ella misma ha contado la historia en varias ocasiones: "Decidimos casarnos allí porque nos apetecía una boda en la intimidad. Además conocíamos al cónsul. Éramos 32 personas, me hubiera dado mucho apuro una boda multitudinaria".

Vida política y personal, siempre se entremezclan. Uno de los episodios más recordados fue el de su embarazo y nacimiento de su único hijo, Iván. Coincidió con la victoria en las elecciones generales en noviembre de 2011. Fue criticada por algunos sectores por no cogerse toda la baja por maternidad, pero acababa de ser nombrada vicepresidenta del Gobierno.

A partir de entonces se convertiría en la mujer más poderosa del país. Con un sueño aún sin desvelar: ser la primera mujer en dirigir un gran partido en España y en ser candidata a La Moncloa.

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Del CNI al "en mi puta vida he cobrado un sobre"

Se puso entonces el traje de Estado que tanto le gusta. Pero si otros liberaban el estrés corriendo o en el gimnasio, ella dice que lo hacía en las sesiones de control en el Congreso de los Diputados. Disfrutaba con el pimpampum de los miércoles. En la oposición ya le había cogido el gusto contra María Teresa Fernández de la Vega y Elena Salgado, y en La Moncloa contra Soraya Rodríguez, Antonio Hernando o Adriana Lastra. Incluso, comenta en privado, hasta Rajoy le decía alguna vez en voz baja que se relajara un poco. A ella le apasiona esa adrenalina.

Sus tentáculos de poder se extendían por todas partes, de La Moncloa hasta el CNI pasando también por los medios de comunicación. Esto también hizo que crecieron los enemigos y los que se sentían damnificados. Surgieron también negras leyendas como que utilizaba el servicio de inteligencia para hacer dosieres contra sus rivales políticos o que quitaba y ponía periodistas a su antojo. Ella siempre lo ha negado.

Sus rivales atizan contra ella en privado diciendo que siempre se desentendió de los casos de corrupción y que nunca dio la cara por el partido teniendo la portavocía del Gobierno. Ella lo dejó claro un día en el pasillo del Congreso: "En mi puta vida he cobrado un sobre".

Otra de las críticas que se repite constantemente, especialmente entre los más conservadores del PP, es que no tiene ideología, que no se conoce su proyecto. La candidata se define como "liberal con algunos principios de tradición democristiana". Y siempre una batalla en privado y en los últimos meses en público: contra María Dolores de Cospedal.

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Lo más duro para ella durante los años en Moncloa era tener que hablar con los familiares cuando había una tragedia. Y los momentos de mayor felicidad cuando se disiparon los casos de ébola (esos días estaba obsesionada con el tema y no dejaba de leer revistas médicas) y cuando se ponía fin a un secuestro de algún español en manos del ISIS.

Momentos de alta tensión política. Pero Santamaría también siempre encuentra alguno para poder bailar o escuchar música, dos de sus pasiones. Hasta alguna vez frecuenta el Toni 2, lugar de peregrinaje para la fauna más crápula de Madrid. Y se pone de fondo Amy Winehouse, Coldplay o Alejandro Sanz. En privado también pincha música en las fiestas: cuando estaba Rajoy siempre le dedicaba canciones de los ochenta.

Don't stop the music!