El 'efecto Aquarius' no existe

El 'efecto Aquarius' no existe

Pese al mensaje de amenaza que alienta Casado, los datos demuestran que la presión migratoria crece desde 2013 y se disparó ya hace dos años, con el PP en Moncloa.

Un grupo de migrantes, atendidos en el puerto de Tarifa tras cruzar el Estrecho el pasado 26 de julio.Jon Nazca / Reuters

En materia de inmigración "no cabe la demagogia", dice Pablo Casado. Pues vamos a escapar de ella, haciendo caso al nuevo presidente del PP, con números. Así se entenderá por qué no existe un efecto llamada intensificado, que hace que los inmigrantes económicos y los refugiados se decidan como locos a venir a España, que es justo lo que él defiende. No, no hay un efecto Aquarius ni un efecto concertinas ni nada que se le parezca. Lo que hay es mucha guerra, mucha precariedad y mucha ansia de vivir, que lleva a las personas a marcharse de sus países de origen para llegar a Europa, como sea, apostando hasta la vida.

Sostienen los populares que el ofrecimiento de España de un puerto seguro, el de Valencia, para el desembarco del buque Aquarius, el pasado junio, y el anuncio hecho por el Ministerio del Interior de que se van a retirar las cuchillas o concertinas de la valla de separación con Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla son dos movimientos políticos que alientan la llegada de inmigrantes a nuestro país. Ante esta situación, Casado dejó claro ayer que "No es posible que haya papeles para todos, no es posible que España pueda absorber millones de africanos que quieren venir a Europa (...) Y, como no es posible, tenemos que empezar a decirlo aunque sea políticamente incorrecto".

(Puedes seguir leyendo tras el vídeo...).

Desde el Gobierno defienden que la mano tendida al buque de las ONG Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée fue algo puntual, motivado por cuestiones humanitarias ante la negativa de Italia y Malta de ofrecerles una tierra en la que atracar. Fue, además, "una demostración de que se puede hacer una política de migración diferente en la Unión Europea", dicen fuentes de La Moncloa a Europa Press. España abrió informativos en toda Europa, demostrando que echar un poco de corazón no viene mal de cuando en cuando, con Francia prestando apoyo y movilizando a sus servicios sociales también para ayudar, un espaldarazo importante.

Tras ese episodio, el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, lo dejó claro: el caso Aquarius "tiene que manifestar una visión humanitaria respetuosa", pero no "constituirse en la organización de salvamento marítimo de Europa". Desde entonces, el gobierno de Pedro Sánchez no ha dado más pasos en este sentido y se ha alineado con los grandes de Europa al defender, por ejemplo, la creación de forma voluntaria en los Estados miembros de centros "controlados" para separar a los refugiados -con derecho a permanecer en los Veintiocho- de los inmigrantes económicos -que serían devueltos a sus países de origen-.

El adiós a las concertinas no pasa aún de promesa: la pasada semana, en el Congreso, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, dijo que se retirarán "con carácter inmediato" y apostó por "medios menos cruentos" para reducir el flujo de indocumentados. "No me gusta dar plazos porque muchas veces conducen a frustraciones pero va a ser con carácter inmediato", dijo, pero explicó que pronto habrá otra solución, "siempre garantizando el mismo nivel de seguridad". Se está elaborando un informe para ver qué sistema instalar como alternativa. Pero, a día de hoy, las vallas siguen siendo tan peligrosas como siempre, como evidencian las heridas de los migrantes cada vez que tratan de saltarlas.

Al alza desde 2013

¿Son "millones" los migrantes que quieren entrar, como dice Casado? No, ni los que quieren entrar, ni los que de veras lo han hecho ni los que se han quedado finalmente en territorio nacional (para muchos, España es sólo la puerta del Viejo Continente, no el final de trayecto).

Según datos oficiales las llegadas de inmigrantes por vía marítima fueron de 8.162 personas en 2016, 21.989 en 2017 (un 269% más) y, hasta el 30 mayo de 2018, 7.970 migrantes. Esta tendencia al alza se mantiene desde 2013, aunque fue hace dos años, en 2016, cuando dio un salto importante y así sigue, creciendo. En 2016 y hasta el pasado 1 de junio, cuando triunfó la moción de censura contra Mariano Rajoy, el Gobierno y sus políticas migratorias estaban bajo el control del PP.

Fuentes del Gobierno han insistido en que "en apenas mes y medio", se ha afrontado el problema migratorio con medidas concretas. Así, se ha habilitado con carácter de urgencia un Centro de Acogida Temporal de Extranjeros y se han mantenido reuniones a nivel europeo para abordar de manera conjunta este problema y se han buscado ayudas concretas para países de origen y tránsito. De la misma forma, la administración Sánchez recuerda que el ministro del Interior ha visitado Marruecos y Argelia y que este lunes viajará a Mauritania, países todos ellos de origen y tránsito, para "buscar soluciones". Grande-Marlaska ha visitado Algeciras, también, para conocer de primera mano la situación.

Estos parches, evidentemente, no ocultan la necesidad de una mejor política migratoria común, más fondos o acuerdos en origen para mejorar la calidad de vida en los países deprimidos o en conflicto. Tampoco rebajan el trabajo de los servicios de asistencia, desbordados en las últimas semanas. Que a Sánchez le queda trabajo por delante, está claro. Que los números hablan, también.