Dentro de la comparecencia de Aznar: el "golpista" Rufián, miradas que matan, abucheos y 'El Padrino'

Dentro de la comparecencia de Aznar: el "golpista" Rufián, miradas que matan, abucheos y 'El Padrino'

Lo que se ha visto y escuchado en la sala Cánovas del Congreso

José María Aznar, una treintena de diputados y veinte periodistas sentados al fondo de la sala Cánovas del Congreso. Tres grandes ventanales tapados con gruesos cortinajes que no dejan ver la Carrera de San Jerónimo, tres inmensos cuadros abstractos, las banderas de España y la Unión Europea y cuatro cámaras colgadas en las paredes grabándolo todo y a todos.

No es un 'reality'. Es política: la comparecencia del expresidente José María Aznar en la Cámara Baja para hablar sobre la financiación irregular del Partido Popular. Ese mar de corrupción reflejado en la sentencia de la Audiencia Nacional que acabó con Mariano Rajoy a través de una moción de censura el pasado mes de junio.

Cuatro horas y cuarto de pura tensión, de rudo rifirrafe político, le (y se) tenían ganas. Y Aznar aparecía a las 9.30 horas, sonriente, dando los 'buenos días' y arropado por la plana mayor del nuevo PP (que tanto le quiere y se siente heredera). Como fieles guardaespaldas estaban el neófito líder, Pablo Casado, unido desde la juventud al expresidente, junto con el 'número dos' del partido, Teodoro García Egea, y la portavoz en el Congreso, Dolors Montserrat. El 'casadismo' huele a Faes.

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Miradas, mano en el flequillo, ironías...

No pisaba Aznar el Congreso para comparecer desde la investigación parlamentaria sobre el 11-M. Lleva alejado de la primera línea política catorce años, pero le gusta dar titulares desde el balcón mediático de vez en cuando (Rajoy lo sabía muy bien). Y desde su atrrizaje en la Cámara Baja esta mañana, el expresidente ha demostrado que sigue en forma en su propio estilo: mirada hacia arriba, sonrisa forzada, carcajada única, ironía con superioridad, dura verborrea territorial y jocosidad para salir de algunos temas familiares (con un poco de amnesia sobre compañeros de libros).

Pero en estas horas también ha evidenciado que en los momentos de tensión sigue sacando esa mirada que (casi) mata -un Zoolander versión de derecha castiza-. Y, por supuesto, con él no va nada de esto, a pesar de la sentencia de Gürtel.

"No tengo que pedir perdón por nada", "mis responsabilidades políticas me alejan completamente del entendimiento de las cuestiones relativas a la gestión económica del PP", "no existe niguna caja B", "no conocía ni contraté al señor Correa"...

El PSOE era el primero en calentar. La sesión prometía desde su inicio, llegaban vientos desde incluso "lejanos desiertos", como le decía Rafael Simancas, portavoz socialista en la comisión. Y Aznar ya se metía en la pelea hablando de la "frustración" del rival y sacando los ERE.

El ejército popular ha copado la mitad de la sala. Golpes en la mesa para abuchear al PSOE y para apoyar al antiguo jefe. El más expresivo y encantando, García Egea. Miradas de risa con sus compañeros sobre las palabras de los otros grupos, mensajes por el móvil, comentarios con Montserrat. ¿Y Casado? Solo ha ido a acompañar al principio a Aznar.

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¡Cuidado con la hora! El líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, llegaba ya empezada la comparecencia. Algunos diputados, mientras, iban a la esquina de la sala para servirse el café. El día pedía cafeína. Y ya se escuchaba desde el lado socialista, por boca de Simancas, la primera referencia a la boda de la hija del expresidente, los invitados investigados y la referencia a 'El Padrino', de Francis Ford Coppola. Ahí ha llegado la primera mirada aznariana, de cuchillo de ojo buñuelesco.

Pero el "circo" estaba a punto de comenzar, como lo ha definido el propio presidente de la Comisión, Pedro Quevedo (Nueva Canarias). El momento del combate: Gabriel Rufián (ERC) vs. Aznar. Los dos son como la noche el día, dos visiones del mundo, dos estilos, pero se han encontrado el punto del desprecio. No tiene vergüenza, pensaban cada uno del otro. En lo único que coincidían era en el brillo de sus relojes.

Los diputados del PP le han cogido el gusto a hacer ruido golpeando las mesas

Rufián no quería dejarlo vivo. Sus preguntas iban directas al cuello, y además le provocaba al no cortar el sonido de su micrófono e interrumpirle constantemente. Se acabó la actitud de Aznar de guerra fría de la primera parte, a base de tomar notas, mirar a su manera, rascarse las manos, atusarse el pelo.

El diputado de ERC ha recibido al exlíder popular con una camiseta de José Couso. E incluso durante el turno del PSOE se había reído por la contestación de Aznar en relación a la guerra de Irak de que el nuevo Gobierno no vende bombas, sino "proyectiles a alta precisión".

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Y la tensión ha subido, se ha instalado en toda la sala. Ambiente que cortaba. Los diputados del PP han interrumpido el debate varias veces, han golpeado las mesas, han gritado a Rufián. "Venga hombre", se escuchaba, y han criticado la labor de Quevedo como presidente de la comisión.

El más activo en este frente antiRufián era el excoordinador general del PP Fernando Martínez-Maillo, que ha aprovechado la ausencia de Montserrat durante un rato para volver a la primera fila -habiendo empezado sentado casi al final-. En este grupo también participaba el diputado granadino Carlos Rojas. García Egea se incorporaba de nuevo y cogía la batuta bajo cuerda, que para eso es el nuevo poder en Génova.

Aznar pasaba de la mirada de acero a la ironía. La pregunta, por cierto, sobre José Couso se le ha olvidado. Eso sí, volvió la máxima a las paredes del Congreso de que no fuimos a la guerra de Irak. Y al final entraba en otro tema que parecía tabú: la boda.

Berlusconi, Correa, Sepúlveda, Zaplana... la lista de invitados era repetida por Rufián. Nervios. Algunas risas en la sala también. "Vergüenza" decía Rufián, y desde el PP le acusaban de hacerse selfies. El diputado del ERC, además, parafraseaba una noticia en la que dirigentes del PP supuestamente dicen que se están comiendo "la mierda" de Aznar. "¡Qué gran mentira", decía Maillo indignado fuera de micrófono.

Maillo y Rufián se han sentado un rato juntos

Quedaba mucho más: Aznar se refería a Rufián como político de un partido "golpista". El catalán enrojecía de furia, y se daba la vuelta en su silla para mostrar su ira ante los periodistas. Contraataque: fotografías de Aznar con dictadores como Gadafi. El expresidente respondía con un suspiro.

Era el momento de 'prime time' matutino de la comparecencia, nadie se lo quería perder. Eso sí, a lo largo de esta desesperante sesión muchos ha entrado y salido. Uno de los primeros en irse era el diputado Guillermo Mariscal (PP), con la revista Forbes bajo el brazo. De los últimos en llegar ha sido el exportavoz Rafael Hernando, que se ha cogido un café y se ha sentado en primera fila. Los últimos serán los primeros.

Rufián ha acabado exhausto en este duelo arisco. Ha dejado luego la sala, pero antes se ha acercado al líder de Podemos, Pablo Iglesias, para decirle algo al oído, que lo ha acompañado con un gesto al estilo 'dale caña'.

Se ha marchado -dejando en la mesa su carpeta amarilla de ERC, a juego con los lazos- con una invitación bajo el brazo: ir a pasear juntos el perro de José María Aznar e incluso llamarle "Pepe" si quiere. Hecha por el mismo exlíder del PP, ahora militante de base simplemente. Y muy orgulloso de ello, ha repetido, con su bronceado cultivado en agosto en Marbella.

Rufián se ha ido un rato de la sala para coger aire, al final de la sesión ha vuelto dando la vuelta delante de Aznar para que supiera que estaba otra vez a golpe de sus New Balance rojas. Y, sí, cosas de la vida: se sentaba junto a Martínez-Maillo, del PP. Los polos opuestos se atraen (y en política más).

Aznar al final también ha entrado harto de la boda que siempre le perseguirá y ha soltado: "El padrino de la novia fui yo". Ahí quedaba en la sala Cánovas.

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"Me lo estoy pasando suficientemente bien", ha llegado a decir más tarde Aznar. Aunque no lo parecía tanto cuando ha hablado Toni Cantó, de Ciudadanos. ya que miraba hacia abajo, se tocaba la frente y mostraba ya la desgana de más de tres horas. Las taquígrafas iban y venían a la vez, hoy tocaba mucho trabajo.

Ya varios diputados se habían marchado, otros hacían garabatos y algunos estaban enganchados a sus móviles (Marcelo Expósito miraba fotos en el Whatsaap, Carmen Quintanilla no quitaba ojo a la pantalla), cuando ha llegado el otro plato estrella: el turno de Pablo Iglesias. El líder de Unidos Podemos, camisa negra y chaqueta azul, había comentado las largas intervenciones con su compañera Gloria Elizo. Ni una palabra, por cierto, con Carolina Bescansa, que estaba sentada una fila delante.

El padrino de la novia fui yo

A Iglesias ya le recibía un Aznar más cansado, como el público de señorías, después de tres horas y media. Pero los dos han entrado a la gresca a los pocos minutos, lo que volvía a levantar cabezas de diputados. ¡Chupito! En dos minutos de cara a cara salía el nombre de Venezuela de la boca de Aznar. Una batería de preguntas sobre el caso Naseiro volvía a subir la temperatura: "Está usted faltando demasiadas veces a la verdad", le advertía Aznar al morado volviendo a reactivarse el thriller político.

Pero había también alguna risa, cuando no se ponían de acuerdo sobre si se conocía o no. Para Iglesias es la primera vez que se encontraban, pero Aznar decían que se habían cruzado ya pero iría despistado. El morado no se iba a quedar sin golpes de la mesa del PP. Y volvía la mirada dura, y la mano peinándose el flequillo. El Congreso volvía a respirar ese mismo aire del nacimiento del nuevo siglo, cuando gobernaba Aznar, ese tufillo de mayoría absoluta. De repartir adjetivos de "golpista" a etarra.

"Usted me parece un peligro para la democracia", le soltaba Aznar a Iglesias. La diputada Elizo, de Podemos, decía que eso no se podía permitir con sus gestos. Y, tras las palabras para la boda, el expresidente se soltaba y le indicaba a Iglesias que sabía que estaba pasando una situación familiar difícil y que le deseaba lo mejor. Máxima tensión, diputados morados levantaban las manos en señal de enfado.

Contraataque morado: "Usted es el máximo responsable de la corrupción del PP". Golpes en la mesa de los suyos para apoyar a Iglesias. El morado escribía mientras. Aznar le retaba: "Su populismo no me impresiona". Al lado, el diputado de Podemos Expósito gesticulaba, levantaba los brazos ante el expresidente: "¿Esto qué es?" Iglesias pedía a sus compañeros calma con la manos.

Entre tanta chispas hay sitio hasta para la poesía. Aznar se ha puesto melancólico citando al argentino Alejandro Guillermo Roemmers, un poeta en el mundo de los negocios -como se define-. "De nada cuanto hice me arrepiento", ha lanzado ante los diputados.

A las 13.48 horas se levantaba la sesión. Cansancio generalizado, como haber estado en la guerra. Saludos a algunos diputados y una breve conversación con periodistas. "Me lo he pasado muy bien", soltaba, y tiraba de ironía: "Tengo ganas de volver y todo".

Y el 'padrino de la novia' abandonaba el Congreso de los Diputados por el garaje. Un diputado decía al verlo marchar: "Esto ha sido muy desagradable". El aznarismo ha vuelto durante cuatro horas y cuarto.