Elecciones 'midterm' en EEUU: por qué son un examen para Donald Trump

Elecciones 'midterm' en EEUU: por qué son un examen para Donald Trump

Por todos estos motivos al presidente estadounidense le da miedo que ganen los demócratas

El presidente de EEUU, Donald Trump, durante un acto de campaña.

Si alguien creía que el presidente de EEUU, Donald Trump, llegaba tocado y hundido a las midterm está tan equivocado como los analistas que en 2016 infravaloraron al magnate. Trump ha sacado toda su artillería pesada y ha vuelto a vestirse de aquel magnate republicano que, contra viento y marea, fue capaz de movilizar a sus bases y de ganarse a un electorado que le dio la llave de la Casa Blanca.

Trump sabe que en estas elecciones no sólo se renuevan a los 435 miembros de la Cámara de los Representantes, a 36 senadores (un tercio del total), y a 36 gobernadores de los 50 Estados del país, sino que también se examina su mandato, que en breve cumplen dos años. Y los demócratas quieren la revancha.

El presidente de EEUU es consciente de que el resultado de esta cita con las urnas puede ponerle más fácil la reelección en 2020 o, por el contrario, alejarle de ella. Sabe también que está en juego que su partido controle las dos Cámaras del Congreso —La de Representantes y el Senado— , lo que le permite gobernar con mucha más libertad que si lo hicieran los demócratas. Y qué decir de aquella palabra que desde que ganó las elecciones resuena una y otra vez cada vez que surge una polémica: el 'impeachment'. A Trump no se le pasa por alto que si los demócratas pasan a ser dueños de la Cámara de Representantes, tendrán en bandeja abrirle un juicio político que podría acabar con su mandato antes de lo esperado. Y no sólo eso: algunos demócratas también han advertido que, si logran hacerse con el control, iniciarán la destitución del recién nombrado juez del Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh. Eso supondría un duro golpe para los republicanos, que cuentan en la actualidad con la balanza de tan alta institución inclinada de su lado.

  Trump durante un acto en Tennessee.

Por todo eso Trump se ha vuelto a vestir de candidato, ha recuperado (si es que en algún momento la había dejado) la táctica de showman y está haciéndose con una gran victoria antes de la votación: la de marcar la agenda. Guste o no guste, es así: el presidente saca a relucir en sus mítines sus temas favoritos —inmigración y economía— y los demócratas, simplemente, siguen su estela. Y para que su mensaje lo más lejos posible, el presidente de EEUU ha viajado allá donde hubiera un candidato republicano, aunque eso haya implicado tener que desdecirse de desprecios hechos en el pasado. Prueba de ello es cómo el Air Force One del líder estadounidense aterrizó en Texas, donde la victoria republicana peligra con Ted Cruz. El senador es ahora un "gran amigo", pero en el pasado no era más que un "cobarde llorica".

Trump necesita que el mapa estadounidense se tiña de rojo, el color de su partido, y que lo que pronostican las encuestas, una marea azul (color demócrata), no sean más que, de nuevo, eso, sólo encuestas. Los demócratas necesitan ganar 23 escaños para ganar el control de la Cámara de Representantes, donde las encuestas les dibujan un panorama favorable: la web especializada en sondeos FiveThirtyEight les concede un 84,5% de posibilidades de ganar. Esto preocupa, y mucho a Trump, que por si las moscas ya se ha anticipado a la derrota y ha dejado claro que su prioridad en la campaña ha sido el Senado. Es allí donde los demócratas lo tienen más complicado: tienen que renovar el doble de plazas que sus rivales. Para hacerse con la mayoría, los progresistas no sólo tienen que mantener sus 26 escaños a reelección, sino que tienen que robarles otros dos a los republicanos. Por lo tanto aquí Trump puede respirar más tranquilo, ya que su partido parte con ventaja, porque las elecciones —azar del calendario— tienen lugar sobre todo en estados conservadores. FiveThirtyEight da a los republicanos un 84,75% de posibilidades de mantener el Senado.

Inmigración, sanidad y economía

Digan lo que digan las encuestas, nadie quiere perder ni un segundo para hacerse con cualquier voto indeciso. Por eso Trump, además de sus mítines día sí y día también, ha seguido con su bombardeo en redes sociales, reiterando sus logros en materia de inmigración y economía. Y no le ha importado saltarse según qué líneas rojas como usar un vídeo de campaña en el que se acusa abiertamente al Partido Demócrata de conspirar para ayudar a personas que son invasores centroamericanos que buscan llenar el país "de asesinos de policías".

En EEUU no se recuerda algo de tal calibre desde las presidenciales de 1988, cuando se publicó otro vídeo titulado "Willie Horton", financiado por simpatizantes de la campaña de George H.W. Bush. Horton fue un homicida condenado que cometió una violación durante un permiso bajo un programa en el estado de Massachusetts donde el aspirante demócrata Michael Dukakis era el gobernador.

En plena campaña, el presidente de EEUU también ha anunciado su intención de eliminar el derecho a la ciudadanía a los hijos inmigrantes nacidos en suelo estadounidense. Así, como ya hizo en la campaña de 2016, el presidente estadounidense juega con el miedo a una invasión de sin papeles y promete una y otra vez medidas de "mano dura" en la frontera con México. Si le funcionó entonces... ¿por qué no iba a hacerlo ahora?

La otra gran baza de Trump de cara a estas elecciones es la economía. A su favor juegan los datos: está creciendo y el paro está bajando. De hecho, EEUU cuenta en la actualidad con la tasa de desempleo más baja en casi 50 años. Pero aquí los demócratas también están jugando sus cartas, afeando a los republicanos que este crecimiento no está favoreciendo a la clase media. Según el principal partido de la oposición, esto se debe al evidente recorte de derechos de la mano de la Administración Trump así como a que cada vez hay más salario low cost.

Y si la economía es un factor con el que los demócratas atacan a los republicanos, la sanidad es su tema estrella. Este partido quiere una sanidad pública universal, un tema tabú hasta ahora. La idea fue del senador Bernie Sanders y su discurso, que aboga, simplemente, por poner toda la sanidad en manos del Gobierno, ha sido asumido por la gran mayoría de candidatos de su partido. "Como paciente, lo único que necesitas hacer es ir al médico y enseñarle tu tarjeta del seguro", dice su página de campaña.

Como era de esperar, los republicanos no quieren ni oír hablar de esto. El propio presidente ha dicho que este proyecto dejaría a Estados Unidos en "bancarrota", y un aluvión de políticos y analistas han hecho saltar las alarmas sobre este proyecto. De ahí que los republicanos sigan centrando sus esfuerzos en tumbar Obamacare. Si los republicanos mantienen la mayoría en el Congreso, podría ser el final de la que fue la gran apuesta del expresidente Barack Obama. De que los demócratas consigan una mayoría en la Cámara de representantes depende que esta ley llegue al menos hasta 2020.

El propio Obama ha vuelto a la primera línea de la política para proteger lo (poco) que queda de su mandato. El expresidente ha sido la figura más buscada por los candidatos demócratas para acudir en su apoyo. "Estos republicanos mienten de manera flagrante, repetida, audaz, vergonzosa. Inventa cualquier cosa. Tiene que haber consecuencias para la gente que no dice la verdad", sentenció el expresidente.

Trump y Obama no son las únicas "estrellas" que están haciendo campaña en estas elecciones, que tienen cierto sabor a presidenciales. Además de figuras políticas, son muchas las estrellas estadounidenses que se han lanzado a pedir a los ciudadanos que voten, algo no muy habitual en legislativas. Quieren evitar un dato catastrófico de participación como el de 2014, cuando la abstención fue del 67%. "Las elecciones no solo importan cuando votamos por un presidente", dicen Leonardo di Caprio y Brad Pitt:

Pero este año la fuerte división política en torno a la figura de Donald Trump puede disparar la participación a niveles que no se veían en un siglo. Desde 1914 no se ha superado el 50% de participación en las elecciones legislativas, según los datos recopilados por el profesor de la Universidad de Florida Michael McDonald en su web ElectProject.

Tirando también de hemeroteca, en lo que al resultado se refiere, en pocas ocasiones el partido en el poder ha salido vencedor de las elecciones de mitad de mandato, con la reciente excepción de George W.Bush en 2002, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Obama y Bill Clinton, ambos demócratas, vieron cómo sus adversarios políticos conquistaban el Congreso tras dos años de mandato.

Trump puede volver a ser la excepción o no, todo dependerá de los estadounidenses. El mejor de los escenarios para el actual presidente sería, simplemente, el de tener las manos libres hasta 2020 para seguir haciendo lo que quiera. Del American First al Trump First.

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Laura Riestra es subdirectora en 'El HuffPost'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III, ha trabajado en RTVE.es y en el diario 'ABC'. Puedes contactar con ella en laura.riestra@huffpost.es