Las claves para entender la crisis de gobierno en Bélgica

Las claves para entender la crisis de gobierno en Bélgica

Los nacionalistas flamencos de la N-VA se marchan porque sostienen que el acuerdo de la ONU sobre inmigración que se va a firmar en Marruecos les resta soberanía.

El Gobierno de Bélgica a cuatro bandas ha estallado por los aires cuatro años y dos meses después de que se forjase la alianza, una extraña mezcla que algunos calificaban de kamikaze y que, pese a los atentados, las huelgas y las críticas, no se ha quedado lejos de acabar la legislatura.

Este fin de semana, los nacionalistas de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) han dado el portazo en protesta por la decisión del primer ministro, Charles Michel, de firmar el Pacto Mundial para la Migración de Naciones Unidas, que se va a acordar estos días en Marrakech (Marruecos). El plan ahora es aguantar en minoría hasta las elecciones del 26 de mayo de 2019, cuando se celebran las legislativas y las europeas.

¿Pero por qué se rompe la coalición justo ahora? ¿Cómo se las va a apañar Michel? ¿Pueden evitarse unos comicios anticipados?

Estas son las claves para entender la nueva crisis.

El cisma

La N-VA (un partido del que hemos hablado mucho en España últimamente por su apoyo al expresidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont y sus exconsejeros, escapados en Bélgica) denuncia que el acuerdo de Marrakech va a suponer una "importante merma en la soberanía" del país. Sin embargo, el texto no es vinculante, es más bien un marco de referencia, pero no obliga, como sí ocurre con la mayor parte del articulado del Acuerdo de París sobre cambio climático (2016), por ejemplo.

El acuerdo de la ONU fija 23 objetivos para una migración "segura, ordenada y regulada". Entre ellos, la lucha contra las mafias que trafican con seres humanos, la defensa de los derechos de los trabajadores inmigrantes, una apuesta por una mayor integración social o un cambio de discurso sobre la migración, alejado del miedo.

El jueves pasado, cuando la crisis ya era abierta, Michel solicitó el aval de la cámara para el acuerdo sobre migración y lo obtuvo sin problemas; sólo votaron lo la N-VA y los ultras flamencos. "El pacto es importante porque da la oportunidad de tener una mayor cooperación internacional. Ningún país puede resolver esta cuestión en solitario",defendió en una entrevista en la RTL.

Los motivos

La N-VA supo del contenido final del texto en septiembre, cuando Naciones Unidas lo distribuyó a todos los países, y no se quejó. Pero han pasado muchas cosas desde entonces: ha logrado unos resultados mediocres en las elecciones municipales de octubre; ahora nota en el cuello el aliento de Vlaams Belang, el partido de ultraderecha flamenco que ha hecho de la anti-inmigración su principal bandera; y varias naciones anunciaron que no se iban a adherir al pacto. En Europa, destacan Hungría, Austria, Bulgaria y Polonia, todos ellos con gobiernos escorados (mucho) a la derecha. En el resto del mundo, se desmarcan Australia, Israel o EEUU, otros halcones.

La estrategia electoral, la necesidad de desmarcarse del aliado más tibio y las tensiones ideológicas internas de la N-VA -donde realmente se está instalando también un ala más radical, como demostraba el hasta ahora ministro Theo Francken, justo hasta hace dos días ministro de Asilo e Inmigración- han llevado a este cisma. La N-VA fue el partido más votado en las elecciones nacionales de 2014, con un 20,3% de los votos, frente al 9,6% del partido del primer ministro, el MR.

¿Cómo queda ahora la alianza?

Hasta ahora, el gabinete belga lo componía el liberal Movimiento Reformador (MR) del primer ministro Michel, más la N-VA y otros dos aliados: los cristianodemócratas flamencos de la CD&V y los liberales flamencos de Open VLD. Era la llamada "mayoría sueca", por la similitud del pacto con la bandera de ese país: el azul de los dos liberales, el amarillo de los nacionalistas, la cruz de los democristianos.

Ahora la CD&V y Open VLD se mantienen junto al MR, sumando 52 escaños de los 150 que tiene el Parlamento belga. En la oposición hay, pues, 98 diputados. Cuando Michel regrese de Marruecos, irá al Parlamento a buscar su respaldo para seguir adelante en esta insólita situación de minoría y ahondar en sus tres apuestas esenciales: la política socioeconómica, la seguridad y la justicia y el medio ambiente, como ha anunciado en su cuenta de Twitter.

La intención del Gobierno ahora es la de sumar apoyos puntuales, no sólo de socialistas o ecologistas, sino de los propios nacionalistas flamencos, que han anunciado que tendrán una "postura constructiva" ante los debates por venir. El escollo insalvable, insisten, era la inmigración. De hecho, van a avalar los presupuestos para 2019, a los que la UE tantas pegas ha puesto en los últimos meses, según ha confirmado el líder de la formación y alcalde de Amberes, Bart de Wever.

Por ahora, ningún partido ha pedido un adelanto electoral.

¿Ha habido mucho movimiento de sillas?

La reestructuración del gabinete ha sido sencilla: la N-VA ha perdido sus tres ministerios y dos secretarías de estado, se han nombrado dos nuevos ministros y el resto de áreas se han repartido en carteras ya existentes. Hay dos medidas importantes: se unen Exteriores y Defensa, creando un macroministerio, y es la responsable de Salud la que asume Asilo e Inmigración.

La nueva responsable de esta materia es Maggie De Block (Open VLD), una de las políticas más populares de Bélgica, que ya llevó la cartera hace cuatro años y que ha empezado diciendo que se ha encontrado la oficina hecha un desastre. Ha garantizado que va a trabajar "con humanidad" con los inmigrantes y refugiados y ha anunciado que acabará con las cuotas de solicitud de asilo, que limitaba las peticiones que se registraban al día e impedía a familias enteras el acceso a asistencia social. "Ninguna madre con niños dormirá en la calle", ha prometido.

De fondo, la extrema derecha

Más allá de la crisis en un país que lleva décadas sin forjar un gobierno estable, este nuevo fracaso asusta porque, en parte, tras él está el ascenso de la ultraderecha en Bélgica. El Vlaams Belang ha crecido una media del 4,1% en las elecciones municipales y se ha hecho con un 13% de los votos en la zona de Flandes, logrando el 10,5% de los sufragios en el granero de la N-VA (Amberes) o el 9,2% en Brujas. Otras alianzas les han impedido ser llave de gobierno, pero su fortaleza al alza amedrenta.

Esta fuerza, heredera del Vlaams Blok (o Bloque Flamenco), fundado en 2004 y acusado y condenado por promover el racismo, la xenofobia y la homofobia, se define como republicano, independentista, de derechas, está contagiando el discurso y la agenda a otras formaciones de derechas. Theo Francken, por ejemplo, se ha confesado copiador de ideas de Vlaams Belang.

Estos días, están haciendo una enorme campaña en redes sociales bajo la etiqueta #StopMarrakesh contra el pacto que va a firmar el primer ministro. En sus redes sociales, son constantes los mensajes contra el Islam y los lemas amedrentadores ante un hipotético futuro que deja el Sumisión de Michel Houllebecq en un cuento de Disney.