¿Por qué ha irrumpido ahora la ultraderecha en España?
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¿Por qué ha irrumpido ahora la ultraderecha en España?

Cataluña, modelo territorial, corrupción, inmigración... Estas son las materias en las que Vox ha sabido aprovechar la incertidumbre del ciudadano.

Getty Editorial

Febrero de 2017. El Real Instituto Elcano publica un esperanzador informe titulado La excepción española: el fracaso de los grupos de derecha populista pese al paro, la desigualdad y la inmigración, en el que explicaba por qué nuestro país aún parecía vacunado ante el virus alarmante de la ultraderecha que ya avanzaba a buen paso por Europa.

Básicamente, afirmaba que los españoles recelaban de esta ideología por la cercanía en el tiempo del franquismo, porque el recuerdo del largo pasado autoritario y nacionalista servía como repelente, porque España se declaraba el país menos xenófobo de la UE, porque la inmigración no se veía como un problema, porque nos sentíamos profundamente europeístas, sólo veíamos lo bueno que la Unión nos aporta y apenas nadie quiere irse del club comunitario.

Ahora, casi dos años después, "han pasado". ¿Por qué, a qué se debe el ascenso de Vox que ha cuajado en 12 escaños en el Parlamento andaluz? En ello andan los politólogos y los sociólogos, tratando de entenderlo. Hay algunas pistas claras: el alejamiento de los partidos tradicionales de los problemas reales de los ciudadanos y su falta de respuestas, el "calentamiento global de la ciudadanía", como escribe Daniel Innerarity, la agenda contagiada en los otros partidos conservadores...

Hay al menos cinco grandes bloques temáticos que han ido haciendo virar a ciertos votantes (unos convencidos a base de retórica del miedo, otros cabreados y sin tanto apego ideológico), que se han sumado a los ya movilizados por conciencia o semejanza. Está la situación de Cataluña, el modelo territorial, la corrupción, la inmigración y la exclusión social. Todo ha sumado para sacar al lobo.

En estas claves hacemos repaso a todo ello, para intentar entender lo que ha pasado el 2-D y lo que puede pasar en este 2019 plagado de elecciones.

Cataluña

"No despiertas algo que no existe". Así respondió el martes la portavoz del Govern, Elsa Artadi, a la pregunta de si el independentismo catalán era uno de los responsables del auge de Vox en las elecciones andaluzas. Desde el independentismo no quieren ni oír hablar de esta vinculación y recuerdan que el auge de la extrema derecha es un fenómeno global. Resulta difícil, sin embargo, no ver el ascenso de este nacionalismo español recentralizador como una reacción al proceso independentista.

Vox ha capitalizado como nadie el desafío secesionista. Fueron los primeros en hablar de golpismo y rebelión, un relato que después también asimiliarían Ciudadanos y PP. No obtuvo ni un solo voto en las autonómicas de diciembre de 2017, pero su presencia tanto en la calle como en los medios jugando el papel de ariete contra el independentismo ha sido constante, incluso en TV3.

No despiertas algo que no existeElsa Artadi, portavoz del Govern catalán

La incesante actividad de Vox contra el independentismo en los tribunales fue brindándole al partido minutos y entrevistas, a pesar de no tener representación parlamentaria alguna. Durante los dos últimos años, el partido ha presentado numerosas querellas contra políticos independentistas: desde Carles Puigdemont hasta Quim Torra, pasando por los presidentes del Parlament Roger Torrent y Carme Forcadell. El partido también se personó en el juicio por los preparativos del 1-O y esto le ha brindado aún más atención gracias a su acceso a la información que contenía el sumario.

También en las calles catalanas se ha percibido un aumento del españolismo que defiende Vox. Las manifestaciones a favor de la unidad de España han sido masivas y, a pesar de que la mayoría de manifestantes no eran ultras, en ellas se ha visto a multitud de miembros de la extrema derecha. Vox ha participado activamente en todas ellas así como en las concentraciones del sindicato policial Jusapol, que acabaron con fuertes disturbios contra miembros de los CDR.

El partido prepara ahora su candidatura a la alcaldía de Barcelona. En las municipales de 2015 obtuvo 1.514 votos en la capital catalana, pero el partido aseguró el martes que sus encuestas internas le dan dos regidores y unos 56.000 sufragios.

Modelo territorial

Al calor de la crisis catalana, Vox ha defendido que no deben existir las autonomías, sino una única administración centralizada. La excusa añadida: "reducir el gasto público". La eliminación de autonomías arrastraría la "eliminación de cargos" y organismos públicos, el cierre de las televisiones autonómicas y de consejos consultivos. Pese a que sus hipotéticos socios en Andalucía sostienen que aún nadie de esta formación ultra ha violado la Constitución, esta medida ya, de inicio, choca con el Título VIII de la Carta Magna.

La formación radical quiere un "Estado unitario" con "un solo gobierno y un solo parlamento para toda España". Hasta que eso llegue, exige la "devolución inmediata" de las competencias en educación, sanidad, seguridad y justicia y la "suspensión de las policías autonómicas", como los Mossos d'Esquadra o la Ertzaintza.

Todo ese discurso de austeridad, de España "una", de que todos somos iguales y de que no hay nacionalidades históricas, también ha calado en cierto sector de la población cansado de enfrentarse a las marañas administrativas y de vivir en regiones "de cola".

Ayudó, claro, la moción de censura contra Mariano Rajoy, para la que el PSOE necesitó el apoyo de Unidos Podemos y las fuerzas independentistas del Congreso. Los sondeos dieron en caliente un enorme apoyo a Pedro Sánchez, pero para algunos no vale La Moncloa "a cualquier precio", en palabras de Santiago Abascal. Eso reforzó su discurso de que el patriotismo y la unidad nacional son el remedio a cualquier crisis, de que muerto el perro de las regiones con aspiraciones se acabó la rabia, de que hay quien quiere romper España y por eso es necesario hasta ilegalizar a los partidos "golpistas". La famosa "mano dura".

La guinda ha sido su utilización agotadora de los símbolos nacionales, como las banderas y el himno (y no porque hayamos pasado un año de Mundial de fútbol), y los mensajes patrioteros a raíz de la crisis sobre Gibraltar en las negociaciones entre Reino Unido y la UE por el Brexit.

Corrupción

El lunes, en su rueda de prensa de valoración de los resultados de las elecciones andaluzas, su cabeza de lista por Sevilla y candidato a la Junta, Francisco Serrano, dijo literalmente: "No somos un partido de extrema derecha, sino de extrema necesidad. Somos el partido de los indignados". Sin rubor, tomó la bandera de un término que cuajó en el 15-M de 2011. Esa indignación, pasado ya lo peor de la crisis económica, es innegable, pero se ha transformado y ahora se aviva especialmente a causa de los incesantes casos de corrupción que ha conocido la política patria.

La crisis interna del PP a causa de todos ellos ha sido uno de los mejores caldos de cultivo para Vox. ¿Hace falta la lista de casos? Ya la sacó en el Congreso, la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero, hace año y medio...

... y aún le faltaban nuevos episodios como la Operación Kitchen y la puntilla, la sentencia de la trama Gürtel que, a la postre, acabó con el Gobierno de Rajoy en la primera moción de censura exitosa de la democracia. Abascal no paraba de llamar "traidor" al expresidente, líder de una formación que un día fue la suya.

En Andalucía en particular, el PSOE mantiene también abierta la herida de los ERE, con el juicio a medias, con dos expresidentes como Manuel Chaves y José Antonio Griñán esperando sentencia mientras se pegaban los carteles de la campaña. Otro río revuelto en el que pescar.

Hay quien ha decidido confiar en nuevos partidos, como Vox, que aún no tienen mácula y que juran por lo más sagrado que no, que ellos no robarán.

Inmigración

Es curioso, pero cuando los ultraderechistas de Vox presentaron su ideario hace cinco años, sus tres pilares eran España, la familia (católica, claro) y la lucha contra el terrorismo. De los inmigrantes empezaron a hablar más tarde, con un mensaje de rechazo. Este 2018, sobre todo, se frotaban las manos, porque nuestro país ha presenciado una llegada masiva de migrantes y refugiados, de récord.

Según datos del Ministerio del Interior difundidos esta semana por Europa Press, 59.048 migrantes han arribado a España de manera irregular en lo que va de 2018, lo que supone un 129% más que el año pasado. En concreto, a fecha 30 de noviembre de 2018 y a falta de un mes para que acabe el año, han entrado en España unas 33.200 personas más que en el año el anterior. El número total de entradas irregulares en 2018 supera las llegadas registradas en todo 2017, 2016 y 2015 juntos. En este año, 681 personas se han ahogado en la ruta occidental del Mediterráneo, camino de nuestro país.

Sin vivir las escenas agónicas de Grecia o Turquía en el verano de 2015, acostumbrados como estamos a 30 años de pateras, con los servicios de salvamento y las ONG dando lo mejor de sí, han sido las derechas las que han encendido la llama del miedo: es una avalancha, un efecto de las puertas abiertas al Aquaruis, el PSOE va a quitar las concertinas, sólo vienen delincuentes que atacan a guardias y policías en las vallas fronterizas... Eso se plasmaba en frases empleadas en mítines y pasquines de Vox: "las fronteras son necesarias para proteger nuestra libertad, nuestra seguridad y nuestra identidad", "El multiculturalismo no funciona", "Vivimos una invasión que busca sustituirnos" o "hay que construir un muro en Ceuta y Melilla", a lo Donald Trump o Benjamín Netanyahu.

La fiebre fue subiendo con el cambio de Gobierno, con nuevas medidas flexibles del Ejecutivo Sánchez, como el retorno a la cobertura sanitaria universal, y con el nuevo liderazgo popular, con un Pablo Casado que habló de la llegada de "millones de africanos", ajeno a la estadística real.

Exclusión social

A Vox se le ha votado en municipios con alto poder adquisitivo, como El Ejido (Almería) o Sevilla, pero también ha cosechado unos nada despreciables miles de apoyos en zonas más deprimidas. El descontento hecho papeleta, también, por la falta de oportunidades, la regeneración económica incompleta o que sólo ven los de más arriba, la ausencia de respuestas por parte de las formaciones tradicionales y, además, la crisis de las izquierdas, que no convencen, que no suman, pese a que su raíz justamente sea la social, la de la defensa del más desfavorecido. Ciudadanos, menos escorado y aún sin gestión directa que reprocharle, también ha encontrado ahí un apoyo nuevo.

Viene otra recesión amenazando, cuando aún no hemos levantado cabeza de la anterior. El número total de parados inscritos en los Servicios Públicos de Empleo (SEPE) al finalizar el mes de noviembre fue de 3.252.867, aunque la tendencia es positiva: en los últimos 12 meses, el desempleo se ha reducido en España en 221.414 desempleados (-6,37%).

Pero las condiciones del empleo, repiten los sindicatos, han empeorado tanto que el fenómeno del trabajador pobre que no llega a fin de mes sigue creciendo. Los derechos laborales perdidos no se han recuperado. En ese contexto, hay quien puede temer por el que llega de fuera y se "lleva" tu hipotético puesto, por el que cobra una ayuda "que es para los españoles". Abascal dixit.

Rechazo de palabra

Parece lógico pensar, como defiende el candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid, Íñigo Errejón, que "no hay 400.000 mil andaluces fascistas". Pero si a lo ideológico se suman problemas que no se resuelven, si hay una desconexión tremenda entre calle y despachos (los políticos son ya el segundo problema para los españoles, dice el CIS), si los ciudadanos hacen a medias su trabajo de leer y saber, pueden abrirse las puertas a fenómenos tan peligrosos como Vox.

Porque, de entrada, estos halcones no gustan, o así lo dicen los sondeos post-andaluzas. Según la última encuesta que YouGov ha elaborado en exclusiva para El HuffPost, la percepción de la población es que Vox es efectivamente un partido de extrema derecha. En una escala de 1 a 10 (en la que 1 es izquierda y 10, derecha) lo sitúan de media en un 8,49.

Si se presentaran a las elecciones, un 70% de las personas no los votaría, aunque hay sensibles diferencias entre grupos de edad y zona de residencia. El partido genera mayormente sensaciones negativas (rechazo, indignación, miedo, rabia...), pero lo más curioso es que, pese a todo lo anterior, casi un 25% de los españoles creen que otros partidos deberían pactar con ellos.

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