Las 9 emergencias de 2019 para las que la ONU ruega ayuda

Las 9 emergencias de 2019 para las que la ONU ruega ayuda

Va a necesitar al menos 19.200 millones de euros para cubrir las necesidades humanitarias de 93,6 millones de personas en todo el mundo.

Jaqoob, un niño yemení de ocho años, con malnutrición severa, fotografiado en el Hospital Al Sadaqah de Aden.Giles Clarke via Getty Images

Naciones Unidas ha lanzado un llamamiento desesperado: en el año que entra, va a necesitar al menos 21.900 millones de dólares (algo más de 19.200 millones de euros) para cubrir las necesidades humanitarias de 93,6 millones de personas en todo el mundo, la mayoría de ellas afectadas por conflictos armados que se han enquistado, que se perpetúan año a año.

En su Panorama Humanitario Mundial, el coordinador de ayuda de emergencia de la ONU, Mark Lowcock, explica que en 2019 casi 132 millones de personas necesitadas de asistencia humanitaria y protección. De ellas, deben recibir ayuda urgente 94 millones.

Estas son las nueve emergencias para las que lanza al mundo su SOS, que no se acaban sólo con estrenar nuevo calendario.

Yemen

Yemen, el país más pobre de Oriente Medio, volverá a ser el país que más fondos necesitará en 2019, con 4.000 millones de dólares. Según la ONU, la situación "ha empeorado significativamente y se ha deteriorado rápidamente" a lo largo de 2018. En este sentido, se prevé que el próximo año unos 24 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria y protección, lo que convierte al país sumido en una guerra desde marzo de 2015 en la peor crisis humanitaria actual.

Desde entonces, han muerto al menos 6.800 civiles y 10.700 más han resultado heridos, unos 85.000 niños menores de cinco años han muerto por malnutrición aguda, 14 millones de yemeníes están al borde de la hambruna y 1,2 millones de personas han sufrido un brote de cólera, de los más graves que se conocen. Unos tres millones de personas se han visto obligadas a huir de sus casas y más de dos millones siguen desplazadas. Son datos tanto de Naciones Unidas como de la ONG Save The Children.

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El malestar inicial surgió en 2011 como parte de la Primavera Árabe, que arraigó en gran parte de la región. Los levantamientos fueron principalmente en contra de la corrupción y las condiciones económicas. El conflicto abierto data del golpe de estado que tuvo lugar a finales de 2014. Los separatistas del sur y las fuerzas leales al gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, con sede en Aden, entraron en conflicto con los hutíes y sus milicias, partidarios del expresidente Ali Abdullah Saleh.

A la guerra civil que vino a continuación se sumaron las acciones de islamistas como Al Qaeda y el Estado Islámico y, más tarde, la entrada en juego de una coalición árabe liderada por Arabia Saudí contra los hutíes, a los que, denuncia, apoya Irán. Más de 1.500 niños han sido reclutados por alguna de las partes enfrentadas, principalmente los rebeldes hutíes, sostiene ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados.

Siria

En el caso de Siria, la petición de fondos de Naciones Unidas no se ha concretado aún, pero se espera que ronde los 3.500 millones solicitados para 2018, porque pocas cosas han cambiado en la zona. Según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos en el séptimo aniversario de la contienda, son más de 511.000 los muertos desde 2011, de los que más de 106.000 son civiles y 15.500 son niños.

De los más de 13 millones de personas que la ONU estima que necesitan ayuda humanitaria para subsistir dentro del país, el 40% son menores de edad. Siempre los niños los más afectados por las guerras de los mayores. Según el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), los niños víctimas del conflicto aumentaron un 50% en el último año, con más de dos muertos al día.

6,2 millones de sirios se han desplazado internamente por el conflicto y otros seis se han ido del país, sobre todo a países vecinos como Jordania, Líbano o Turquía, donde las condiciones en los campos de refugiados son poco más que de pura supervivencia. Los datos de pobreza extrema, dentro y fuera de Siria, superan el 60%.

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Este conflicto data de 2011, del 6 de marzo exactamente, un grupo de adolescentes fue arrestado en Dara, en el sur, por dibujar un graffiti contrario al régimen en una pared. Su detención provocó manifestaciones masivas en la ciudad y choques con fuerzas gubernamentales. Se abrió fuego contra los civiles y las protestas subieron de tono, pidiendo la caída del presidente Bachar El Asad y extendiéndose a Damasco, la capital, y luego por todo el país. Los manifestantes se inspiraban también en la Primavera Árabe. Luego la oposición comenzó a organizarse y armarse, como respuesta a la sanguinaria represión del gobierno. Esa disidencia armada se hizo fuerte, tomó territorios con ayuda exterior, y entraron en juego también grupos terroristas como el ISIS.

República Democrática del Congo (RDC)

La República Democrática del Congo (RDC) arrastra una de las crisis humanitarias más largas y complejas del planeta. Si el próximo domingo, 30 de diciembre, se consiguen celebrar las elecciones presidenciales y nada se tuerce luego, el país vivirá su primera transición democrática del poder en su historia. Desde que se independizó de Bélgica y su colonialismo salvaje en 1960, todos los cambios en el poder se han dado por la vía violenta.

El primer presidente, Joseph Kasa-Vubu, fue derrocado en un golpe de Estado en 1965 por el general Mobutu Sese Seko, que gobernó hasta 1997, convirtiendo el entonces llamado Zaire en su cortijo, expoliando sus recursos naturales (diamantes, cobre, café, cobalto, petróleo) y hundiendo la economía patria. El genocidio de los tutsis en el país vecino, Ruanda (1994) provocó un éxodo hutu hacia el país que precipitó la caída del dictador con una nueva rebelión. El poder lo tomó Laurent-Désiré Kabila, Zaire fue rebautizado como República Democrática del Congo y la guerra civil volvió a estallar en un conflicto que causó cinco millones de muertos e involucró, entre 1998 y 2002, a seis países de la región: Angola, Zimbabue y Namibia -del lado gubernamental-, y Ruanda, Uganda y Burundi -del lado rebelde-.

Tampoco Kabila acabó bien: murió asesinado en 2001 a manos de uno de sus guardaespaldas y fue sustituido en la presidencia por su hijo, Joseph; a él se le encomendó entregar el poder a un nuevo mandatario que debía ser elegido en 2016, en unos comicios que postergados hasta ahora. Según Human Rights Watch (HRW), las fuerzas de seguridad congoleñas han asesinado a más de 300 de los manifestantes que en estos dos años llevan reclamando en la calle unas elecciones generales.

El país lleva, pues, 20 años de guerra abierta. Los últimos grandes picos de violencia han tenido lugar en 2008 y ahora, en este 2018, en la zona de Kasai, donde más de dos millones de personas han abandonado sus casas. El Congo es el país africano que más desplazados internos tiene en todo el continente (unos 3,8 millones) que al mismo tiempo acoge a 500.000 refugiados procedentes de Burundi, la República Centroafricana y Sudán del Sur.

A todo ello se suma un nuevo brote de ébola que ya arrastra cuatro meses y unos 200 muertos. La inseguridad imperante en esta región, debido a la presencia de grupos armados y cientos de miles de desplazados -que podrían haber estado en contacto con personas infectadas- dificulta mucho la pronta erradicación de esta epidemia.

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Etiopía-Eritrea

La disputa territorial entre Eritrea y Etiopía se remonta a 1998, aunque el pasado verano llegó un anuncio esperanzador por parte de Addis Abeba: estaba dispuesta a aceptar y aplicar el acuerdo de fronteras de 2002, con el que se ponía fin a las hostilidades militares. Este gesto dio paso a la firma de una Declaración Conjunta de Paz y Amistad, un "paso histórico", en palabras del Consejo de Seguridad, que implica la reapertura de la frontera entre ambos países y la restauración de las relaciones diplomáticas. Oficialmente, pues, ya no están en guerra.

El deshielo ha llegado después de que Etiopía decidiera ceder a Eritrea el territorio fronterizo disputado que sigue ocupando, a pesar de un fallo contrario de una comisión independiente internacional de 2002 respaldada por la ONU. El rechazo de Addis Abeba a dar su brazo a torcer bloqueaba las relaciones bilaterales, a pesar de que los dos países ya habían puesto fin a las hostilidades tras guerra que los enfrentó entre 1998 y 2000, que dejó 80.000 muertos.

Eritrea era una "entidad autónoma" federada de Etiopía, que fue anexada en 1962 por el emperador etíope Haile Selassie I. Después de casi 30 años de guerra contra el poder central, Eritrea expulsó en 1991 a las tropas etíopes y declaró su independencia en 1993. Sin embargo, los dos países no lograron alcanzar un acuerdo para delimitar las fronteras, por lo que estalló una guerra en 1998. La llegada al poder del primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, ha cambiado las cosas.

A los efectos desgarradores de la guerra se suma que más de 700.000 personas sufren en Eritrea a causa de la actual sequía, la falta de comida y la escasez de agua, según la organización humanitaria CARE. En el Cuerno de África, más de 2 millones de personas no tienen acceso a las raciones de comida necesarias.

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Afganistán

La Administración Bush planteó la invasión de Afganistán como respuesta a los atentados del 11-S de 2001 contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono. Fue una guerra contra los talibanes que dieron cobijo a Osama Bin Laden, que ordenó los ataques. Los radicales fueron vencidos, la guerra acabó formalmente pero, a pesar de algunas mejoras desde la caída del régimen, Afganistán sigue siendo uno de los países más pobres del mundo. A las décadas de conflictos se han sumado el terrorismo, los desastres naturales y una crisis de precios de alimentos desconocida.

Los talibanes ganaron terreno en el país tras el final de la misión militar de la OTAN, en enero de 2015, y la retirada de efectivos. En este momento, el Estado apenas controla un 60% del territorio nacional, según el inspector especial general para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) del Congreso de Estados Unidos, mientras que aproximadamente un 11% está en manos de los insurgentes y el resto está en disputa.

Casi medio millón de personas, según los primeros y más optimistas cálculos, han tenido que abandonar sus hogares en el último año. Casi el 40% de la población afgana vive en la pobreza, según Oxfam. "Más del 80% depende de la agricultura o actividades comerciales derivadas de ella, pero el gobierno es incapaz de hacer frente a los problemas estructurales del país, así como a los desastres naturales y al aumento de los precios. Como consecuencia, muchas familias viven en una situación de pobreza crónica", detalla la ONG.

Hay otras cifras desoladoras: casi una de cada cuatro personas no tiene acceso a atención médica, uno de cada cinco niños afganos no alcanza la edad de cinco años y una de cada ocho mujeres muere durante el parto.

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Nigeria

Nigeria se enfrenta a la amenaza continua del grupo yihadista Boko Haram, que comenzó a ser conocido internacionalmente por el secuestro masivo de niñas en la localidad nigeriana de Chibok y que surgió en 2002 con el objetivo de derrocar al Gobierno e imponer una estricta interpretación de la sharia o ley islámica en todo el país. Las invasiones de aldeas, la imposición de esa ley islámica y la batalla de las tropas gubernamentales contra los yihadistas han convertido la zona en un polvorín. El balance desde entonces es de 20.000 muertos y casi tres millones de desplazados.

En el país, y en toda la zona del lago Chad, hay 11 millones de personas que precisan de ayuda urgente, siete millones se encuentran en peligro de hambruna y hay 450.000 menores en situación de malnutrición. El miedo a Boko Haram y al combate ha hecho que, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, se hayan producido más de 1,7 millones de desplazamientos internos sólo en los estados de Borno, Adamawa y Yobe en el noreste de Nigeria.

La batalla ha acabado con infraestructuras esenciales como hospitales o escuelas, y las largas ausencias de los refugiados han impedido que se cultivaran las tierras, de ahí que a la violencia se sume el hambre. Su dependencia de la ayuda internacional es total.

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Camerún

En similares circunstancias a las de Nigeria se encuentra Camerún. Ciudades fronterizas como Pulka están totalmente controladas por los militares nigerianos, en su pelea contra Boko Haram. La presencia de uniformados, aunque busca la protección de los civiles, dificulta notablemente el reparto de ayuda. Según los últimos datos oficiales de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), unas 46.000 personas viven en el campo de esta ciudad. Un 88% de estos refugiados son mujeres y niños. Uno de cada cinco es menor de cinco años.

Como informa EFE, a ello se suma que lo que comenzó como una demanda pacífica de mayor autonomía para las zonas anglófonas de Camerún, "se tornó este año en un conflicto entre grupos armados secesionistas y el Ejército que ha dejado decenas de muertos y varios secuestros". Durante los dos últimos meses de 2017 y todo 2018, se produjo el recrudecimiento del contencioso con los ataques de grupos armados y la represión del Ejército, que ha causado el desplazamiento de 350.000 personas, en una "crisis" que la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) califica de "sin precedentes".

Los soldados "están quemando aldeas, las personas viven en los bosques se arriesgan a ser asesinadas tan solo si se acercan al borde de la carretera", indica un comunicado enviado a la Agencia Fides por el episcopado local.

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Sudán del Sur

El conflicto en Sudán del Sur estalló en diciembre de 2013, cuando el presidente Salva Kiir, de la etnia dinka, denunció un intento de golpe de Estado por parte de su vicepresidente Riek Machar, perteneciente a la tribu nuer. Un total de 131.000 sursudaneses huyeron a Sudán desde el Sur en 2016 debido a la guerra civil, según la oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.

Más de cuatro millones de personas han tenido que huir de sus hogares a causa de la violencia. De ella, casi dos millones lo han hecho al interior del país, mientras que 2,5 millones se encuentran refugiadas en los estados vecinos. Unos 19.000 niños han sido reclutados en las filas de fuerzas y grupos armados y las violaciones y agresiones sexuales contra menores "se multiplican por cientos", denuncia UNICEF.

El 60% de la población sufre inseguridad alimentaria y la situación es especialmente grave para 1,2 millón de menores que sufren desnutrición aguda, añade este organismo. Casi cinco millones de personas no tienen acceso a agua potable e instalaciones de saneamiento adecuadas, con el consiguiente aumento de enfermedades transmisibles por el agua. El 80% de los servicios de salud funcionan gracias a la ayuda humanitaria, por lo que el dinero que pide la ONU es aquí vital como en pocos rincones del mundo. La amenaza de la hambruna y una guerra civil interminable condenan así al más joven país del continente.

Aún así, en este cierre de año llegan buenas noticias: el Gobierno y los rebeldes han comenzado los preparativos para el despliegue de fuerzas conjuntas entre ambos bandos. Supone aplicar al fin el acuerdo de paz firmado el pasado agosto por el presidente Kiir y los principales grupos de la oposición armada, incluida la facción liderada por Machar.

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República Centroafricana

En la República Centroafricana (RCA) el problema se arrastra desde marzo de 2003, cuando el general François Bozizé dio un golpe de Estado en ausencia del presidente y se puso al mando del país, acabando con diez años de legalidad constitucional. Era la cuarta asonada militar con éxito desde que la excolonia francesa proclamó su independencia en 1960. El nuevo líder suspendió la Constitución y el Parlamento e instauró un gobierno de unidad nacional, tras lo que fue elegido en referéndum con el 64% de los votos.

En enero de 2011 Bozizé renovó su mandato entre acusaciones de fraude electoral, y en diciembre de 2012 la coalición de rebeldes Seleka -excombatientes de la guerra civil de 2004- tomó varios pueblos del noroeste, aduciendo que el presidente no había respetado los acuerdos de paz firmados en 2007 que contemplaban, entre otras cosas, la integración de combatientes rebeldes en el Ejército centroafricano, la liberación de prisioneros políticos y el pago a los milicianos sublevados que optaran por el desarme.

La revuelta, que llevó a la intervención de soldados de Chad y el envío de militares franceses y de una misión de paz de la ONU (BINUCA), culminó en marzo de 2013 con la toma de Bangui, la capital, por parte del líder de la coalición rebelde, Michel Djotodia. En un nuevo golpe de Estado, y tras la huida de Bozizé a la vecina República Democrática del Congo, Djotodia asumió el poder, convirtiéndose en el primer presidente musulmán en un país donde el 50% de la población es cristiana y solo pertenece al islam el 15%. Días más tarde se formó un gobierno de unidad nacional con los partidos de la oposición, que acabaron abandonando el Ejecutivo por discrepancias por la distribución de carteras.

Se inició entonces una crisis que provocó decenas de muertos por los enfrentamientos entre grupos armados leales a Bozizé y los exrebeldes de Seleka, y que ha acabado causando la huida de más de 37.000 personas a los países vecinos y cerca de medio millón de desplazados internos.

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Hoy se calcula que uno de cada cinco centroafricanos permanece fuera de su hogar por el conflicto, que tiene rebrotes constantes. La cifra de desplazados es de 700.000 personas, según la Secretaría General adjunta de Asuntos Humanitarios de la ONU, una cifra que casi se ha duplicado en apenas un año. Más de la mitad de la población pasa hambre y precisa ayuda humanitaria. Las enfermedades relacionadas con la falta de agua potable o con los mosquitos acosan a la población, especialmente a los niños.

Y hay un problema más: en 2017 se recibieron el 39% de los fondos solicitados y en 2018, la cifra se espera similar. Es un mal generalizado: pese a que los donantes han ido aumentando sus contribuciones de fondos en los últimos años a todas las causas señaladas por la ONU, pasando de 10.600 millones en 2014 a 13.900 millones en 2017, la ONU ha advertido de que la brecha entre el dinero que se pide y el que finalmente se recibe sigue situándose en torno al 40%. Así, aunque 2018 se encamina a ser un año récord en cuanto a los fondos humanitarios recabados, aún se quedará lejos de los casi 24.900 millones de dólares solicitados en esta llamada general de emergencia.

Y un 'bonus track': cuidado con 'El Niño'

Naciones Unidas, en sus previsiones para 2019, ha alertado también de que existe un 80% de probabilidades de que se produzca el fenómeno de El Niño de forma inmediata, a inicios del nuevo año, lo que pondría en peligro de sequía, ciclones e inundaciones a un total de 25 países en todo el mundo, creando nuevas crisis humanitarias o agravando las que ya existen.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha actualizado sus previsiones y estima que existe entre un 75% y un 80% de posibilidades de su formación en breve, frente al 70% que reflejaba en su anterior informe. El último gran episodio de inundaciones en América del Sur y sequías en África y Asia se registró en 2015-2016 y afectó los patrones climáticos en todo el planeta, causando sequías, inundaciones y pérdida de arrecifes de coral. No obstante, informa la BBC, esta vez se augura un fenómeno "menos intenso".

El mundo ya tiene suficiente sufrimiento sin él...

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