Cinco historias de San Valentín que acabaron de la peor manera posible

Cinco historias de San Valentín que acabaron de la peor manera posible

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Si estás un pelín amargado triste porque (una vez más) no tienes pareja en San Valentín, piensa que podría ser mucho peor: hay gente a la que acaban de dejar, hay gente que se pasará todo el día peleada con su pareja, hay quien ha pasado un frío de muerte caminando hasta la casa de su amor sólo con un abrigo y lencería sexy... y se ha encontrado a su novio jugando a videojuegos con sus colegas.

Muchas veces el Día de los Enamorados no hace más que aumentar la presión, porque aunque la cosa debería acabar en rosas, amor y sexo increíble, cuando una cita no sale bien se queda grabada A FUEGO en la mente.

Aquí tienes varias personas que saben bien que el Día de San Valentín puede volverse muy, pero que muy agrio.

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Un hombre, que prefiere mantener el anonimato (por razones obvias), cuenta a la edición británica del HuffPost que iba por la calle con un ramo de rosas supercaras para regalárselas a su pareja cuando ella le llamó para dejarlo. En ese lugar y en ese instante. Era 13 de febrero.

"Creo que mi respuesta fue 'vaya, se me hace superraro", cuenta el damnificado. La pareja llevaba apenas seis meses. De todas formas, el hecho de que ella hubiera quedado para cenar con su amiga el 14 de febrero quizás era una pista de que la ruptura estaba por llegar. Ouch.

Allie afirma que se pasó la mayor parte de San Valentín llorando en el baño de un restaurante marroquí porque no había dejado de discutir con su novio en todo el día. Cuando se recompuso, se sentaron en torno a una mesa en la que probaron tres platos (sí, eran ese tipo de parejas) en una pequeña sala llena de enamorados.

En el restaurante "habían decidido apiñar a todas las parejas en una sala, en vez de acomodarlas en dos, y estábamos todos superpegados. Fue muy raro", asegura. "Especialmente teniendo en cuenta que nosotros estábamos de tan mal humor. Al final acabamos engullendo la comida en silencio y luego tuvimos otra pelea cuando llegamos a casa". Por sorprendente que parezca, la pareja rompió al poco tiempo.

"Mi novio me puso los cuernos un mes antes de San Valentín, pero decidimos darnos otra oportunidad", cuenta una infeliz valentina, a la que llamaremos Ángela (no es su nombre real).

La pareja prometió que haría un esfuerzo por San Valentín, pese a que pasarían el día lejos el uno del otro. Así que Ángela preparó para su novio una caja llena de sus cosas favoritas, entre ellas bombones, café, una foto enmarcada y un reloj que él quería. "Me costó un montón enviársela, pero quería hacer ese esfuerzo, como él había dicho", recuerda.

¿Y a cambio? Tres días antes de San Valentín, Ángela llegó a casa y se encontró una caja en la puerta con unas flores mustias. "Eso fue lo único que hizo. Ni siquiera fue capaz de que me llegaran el día real", explica. "Estaba tan avergonzada que no le conté que me habían llegado. El día de San Valentín, cuando él recibió mi caja y, obviamente, se sintió culpable, me dijo: 'Me podías haber dicho que te ibas a esmerar tanto. Ahora la mía parece una mierda'. Imbécil".

San Valentín persigue a Jessi desde aquel día en que recibió una tarjeta que le hizo revivir ciertos sentimientos por su ex. "Tenía 17 años, vivía con mis padres y trabajaba de camarera", recuerda. Hasta ahí, todo normal.

"Durante mi turno de trabajo, mi madre me escribió con la noticia de que me había llegado una tarjeta dirigida a 'Jessica'. Muy pocas personas me llaman así, así que se me aceleró el corazón pensando que mis sueños se habían cumplido y que mi ex había cambiado de opinión y quería declararme su amor en ese romántico día".

Después de horas de ensoñación pensando en todos los escenarios posibles (y en todos estaba su ex), Jessi salió del trabajo y se fue para casa, donde se apresuró para abrir el dichoso sobre. "La tarjeta decía 'A la mierda el día de San Valentín' en letras grandes", describe. "Me sentí fatal. Hasta que leí la segunda parte: 'Estás soltera y eres fabulosa'. Mi mejor amiga se había molestado en mandarme una tarjeta para que sintiera el amor, pero al final lo que provocó fueron tres horas de llantos y un gran retroceso en los avances que había hecho para superar a mi ex".

Podría haber sido peor... Una lectora que prefiere mantener el anonimato —también por un buen motivo— recuerda perfectamente aquel San Valentín en que una amiga la convenció para que se presentara en casa de su novio con lencería sexy, un abrigo y nada más.

"La única forma de ir a su casa era caminar durante 30 minutos", explica. "A los diez minutos, se me empezaron a caer las medias, el sujetador de lacitos me rozaba y estaba completamente helada. Era incapaz de aguantar las caras raras de la gente que me miraba mientras me subía las medias, así que al final llamé a mi amiga para pedirle que me acercara a casa de mi novio".

La cosa es que cuando llegó a la casa, se esfumó el buen humor que le quedaba y volvió a quedarse helada. "Cuando llegué, me encontré a mi novio tan ocupado jugando a Football Manager que ni siquiera me hizo caso, así que me senté en su cama con el abrigo durante horas (eso me pareció a mí) antes de que él se diera cuenta de lo que estaba pasando. Pero en ese momento, yo ya no sentía romanticismo en absoluto".

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano