¿Hacia un Ejército europeo?

¿Hacia un Ejército europeo?

Macron y Merkel han reavivado el debate, pero apenas hay propuestas concretas. Sólo el deseo de tener "independencia estratégica" frente a la OTAN y EEUU.

Soldados del Eurocuerpo portan la bandera de la Unión Europea en el día de la sesión inaugural del Europarlamento del 30 de junio de 2014, en Estrasburgo.FREDERICK FLORIN via Getty Images

Los dirigentes europeos han reavivado en los últimos meses el debate sobre la necesidad de crear un Ejército europeo que no dependa de la OTAN o de EEUU, que aporte a los socios comunitarios la "independencia estratégica" -es la expresión mágica- que necesita. No se tomarán decisiones a corto plazo, pero la cuestión tampoco parece llamada, en este instante, a ser guardada indefinidamente en el cajón.

Toca decidir qué modelo se quiere, con qué grado de integración nacional, qué gasto y qué objetivos. "No protegeremos a los europeos si no decidimos tener un verdadero ejército europeo", afirma tajante el presidente francés Emmanuel Macron, principal defensor del proyecto, junto a Alemania, aunque no diga en detalle qué quiere y para cuándo lo quiere. De hecho, en el nuevo Tratado de Aquisgrán firmado por galos y alemanes esta misma semana apenas se afirma que comparten que es necesaria "una política exterior y de seguridad común eficaz y fuerte".

Ni siquiera se ha entrado a fondo en lo troncal, si se quiere un ejército que dependa de las instituciones europeas y defienda el territorio de los Estados miembros (o sea, un Ejército europeo propiamente dicho) o en una fuerza militar que proporcione seguridad a terceros, bajo el control de los países participantes (un Ejército "de" europeos).

¿Por qué es ahora cuando el eje franco-alemán y sus (escasos) seguidores retoman un asunto viejo de décadas? Son muchas las razones. Las primeras, de pura estrategia interna: tanto Macron como la canciller Angela Merkel han abordado el asunto en el centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial, un contexto emocional en el que la defensa común, todos a una, cobraba el máximo sentido. La petición de unidad, de determinación, la narrativa de más suma política en Europa, es importante de cara a las elecciones europeas que deben celebrarse en mayo de 2019. Más aún cuando amenazan en las urnas los populismos euroescépticos y se está a punto de firmar el divorcio con Reino Unido.

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Pesa también el papel de la Unión Europea en el mundo. Con Donald Trump al mando, EEUU hace cada vez más la guerra por su cuenta, según sus intereses (más en Asia que en otros rincones del mundo), e incluso lanza ofensivas comerciales que desestabilizan las relaciones con Bruselas. A eso se suman las otras grandes potencias (China, Rusia), peleando por los pasteles a repartir, los de la geopolítica, los recursos o la tecnología, hay que buscar un poco de hueco como actor mundial, que no sea tan secundario como el actual. Y la defensa no es una mala vía para empezar a ponerse en el escaparate y ser más respetado.

Hay, claro, miedos puramente defensivos que rescatan el proyecto. Destaca la política de Moscú con sus injerencias en el este del continente, comiéndose una provincia de Ucrania y lanzando ataques de desinformación. Europa tiene, además, retos como el yihadismo, la ciberseguridad y hasta la inmigración no controlada en el Mediterráneo que no pueden abordar país a país, pero que tampoco se pueden combatir con precisión desde la OTAN, la alianza atlántica en la que ta están integrados sus miembros, que está para otras cosas.

Qué se ha hecho hasta ahora

Del ejército europeo se viene hablando, con distintos nombres y diversos grados de entusiasmo, desde hace casi 70 años. Entonces, en 1954, se quiso conformar la Comunidad Europea de Defensa con el fin de avanzar hacia la integración militar en el viejo continente. Francia, indispensable, no lo acabó ratificando y quedó en nada. Los otros impulsores fueron Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos.

El tema se enterró durante años, con escasas alusiones, apenas un deseo expresado de más cooperación en materia militar, sin más. Se dieron pasos limitados, como la creación del Eurocuerpo que, pese al nombre, no es más que un conglomerado, fuerzas europeas sumando fuerzas pero siempre bajo control de los Estados europeos participantes en las misiones. Lo primero realmente concreto fue la aprobación en 2017 de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), gracias a la que se han aprobado ya este año dos paquetes de proyectos, de 17 iniciativas cada uno, para mejorar las capacidades (operativas, tecnológicas, de formación e información...) de los países que voluntariamente contribuyan.

También el año pasado, la UE dio ha dado luz verde a la creación de un cuartel general militar para misiones no ejecutivas, con sede en Bruselas, que echó andar con 30 trabajadores. Esta unidad coordina el trabajo de formación de tres misiones militares desplegadas en Mali, Somalia y República Centroafricana. Hace un mes, los ministros de Exteriores y de Defensa reforzaron ese cuartel general al extender sus atribuciones más allá de la planificación y dirección de estas misiones no ejecutivas, dejando que también lleve operaciones militares ejecutivas de hasta 2.500 efectivos, es decir, directamente de combate. Además, duplicaron el número de empleados de este ente, hasta 60.

En esa misma reunión se tomaron otras dos decisiones importantes: la primera es que se pactaron las bases para el Fondo Europeo de Defensa con un presupuesto de hasta 13.000 millones de euros, ahora mismo en 500. Las primeras partidas de ese fondo serán en 2019 y 2020 con 500 millones, pero se planean picos de inversión de hasta 1.800 millones al año. Entre los proyectos en la diana, la creación de un dron europeo. La segunda decisión fue el compromiso de desplegarse en misiones civiles en 30 días máximo, con equipos de 200 expertos (militares, policías, jueces, expertos de aduanas o antiterrorismo...).

Estas apuestas, importante, no son ya sólo cuestiones de discusión entre estados, como siempre había ocurrido en el campo de la defensa, sino que ahora cuentan con una alta implicación por parte de la Comisión Europea y, en especial, de la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la italiana Federica Mogherini, que calificó los acuerdos del pasado noviembre como "un impulso sin precedentes a la independencia estratégica común", siempre "de la mano, en cooperación con la OTAN". La idea común, compartida, es potenciar la integración y colaboración nacionales. Lo del ejército... ya si eso, luego.

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Los únicos detalles que ha dado el galo Macron, descontento con estos tímidos pasos, es que le gustaría crear una fuerza militar en la que participen naciones europeas como Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Francia, los Países Bajos, Reino Unido y Portugal, para actuar o por su cuenta o en colaboración con la UE o la OTAN, según el caso. Londres, que nunca ha visto bien la idea, desde luego ya se cae de la alineación. En su Libro Blanco de la Seguridad y Defensa, Francia sostiene que su meta es que"los europeos dispongan de doctrinas comunes, capacidad de una intervención conjunta creíble e instrumentos presupuestarios comunes apropiados para el comienzo de la próxima década".

En España, tanto en Defensa como en Exteriores han valorado positivamente la propuesta de Francia, pero remarcan que no puede entrar nunca en colisión con las competencias de la OTAN.

Desventajas y ventajas

Lo principal que tiene en contra el ejercito europeo es que nadie ha pensado en serio en su modelo básico, ni siquiera con alfileres. La diferencia conceptual entre "Ejército europeo" y "Ejército con europeos" es importante porque sólo el primero de ellos tiene la legitimidad soberana de la Unión, mientras que el segundo responde a la soberanía de los Estados miembros.

Si el mando total está en Bruselas, no habrá cambios en su línea de actuación en función del gobierno que llegue a cada país (algo importante en mitad del fantasma populista), pero también que poner de acuerdo tradiciones históricas (de siglos o muy recientes), modelos de organización militares y burocráticos muy diversos; hasta el reclutamiento sería una incógnita. Hay quien hasta se pregunta por el grado de compromiso de los profesionales que lo integrarán, por aquello del patriotismo y la entrega por la bandera. ¿La azul estrellada?

Los que defienden la creación del ejército recuerdan, pese a ello, que puede ser una herramienta importante para cohesionar y construir Europa, multiplicar la confianza entre los aliados, mejorar la política exterior, introducir orden la industria armamentística y sus inversiones (cada año se desperdician 26.400 millones de euros por duplicidades de recursos) y, claro, afrontar los riesgos puramente militares que vienen desde el este, calmando a la vez a los socios más expuestos.

¿Y la OTAN?

¿Este ejercito viene a competir con la OTAN? "En absoluto", dicen en la Comisión Europea. Es una cuestión de "coordinar". Añaden que todos los proyectos para las mejoras de la defensa comunitaria han de ser "coherentes" con los de la Alianza Atlántica y "todo debe hacerse dentro de la compatibilidad obligada con la OTAN".

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  Soldados alemanes, participando en las maniobras de la OTAN Trident Juncture, el pasado 4 de noviembre, en Noruega.Till Rimmele via Getty Images

Pero al secretario general de este organismo, Jens Stoltenberg, el runrún del tema empieza a no gustarle. "Si se repiten demasiado conceptos como el de la independencia estratégica, suena como si fueras a hacer grandes cosas en solitario, y no creo que eso sea inteligente", dijo de cara al Consejo de Asuntos Generales que dio los últimos pasos, en noviembre.

Más aún: el noruego insiste en que las capacidades militares europeas "no se deben duplicar con las de la OTAN, porque la OTAN sigue siendo la piedra angular de la seguridad europea [...] Lo que Europa necesita es más inversión en defensa, capacidades más potentes y también necesitamos un reparto más justo de la carga en la Alianza". Esta última advertencia será del gusto de Trump, que se plantó en la última cumbre atlántica (Bruselas, en julio pasado), reclamando un mayor compromiso económico de sus socios, de hasta el 4% del PIB nacional. Lograr que se llegase al 2%, como va a pagar España con el horizonte en 2024, ya costó dios y ayuda.

Hablar de "ejército europeo" es, pues, algo poco definido, lejano y, para los más pesimistas, hasta utópico en estos momentos. Pero quizá no le viene mal el debate a la vieja Europa, para mirarse de nuevo, recordar sus valores y repensar sus compromisos.

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