Así influye la genética en nuestra alimentación

Así influye la genética en nuestra alimentación

La predisposición genética a tener ciertos antojos no debe servir como excusa para caer en malos hábitos de alimentación.

GM Stock Films via Getty Images

Cuando era pequeña, a mi hermana le gustaba comerse la sal que se quedaba en el fondo de las bolsas de bretzels. Todavía se le antojan alimentos salados, así como a su hijo de 3 años. Por el contrario, yo soy más de dulces, como nuestro padre.

Los antojos de dulce y de salado de mi familia suscitan una pregunta interesante: ¿influye la genética en los sabores que preferimos? Cada vez hay más estudios que apuntan a una posible relación.

Nanette Steinle, profesora asociada de Medicina y Endocrinología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland y jefa de sección de diabetes del centro médico Maryland Veterans Affairs, ha estudiado la relación entre la genética y la preferencia de sabores y comidas.

"Existen receptores específicos que regulan el gusto por la sal y por el dulce. No hay estudios grandes y sólidos que investiguen este asunto concreto, pero por los que hay disponibles, sospechamos que puede haber un componente genético que influye en el gusto por lo salado, lo ácido o lo dulce", explica.

Steinle es la coautora de Genetics of Eating Behavior: Established and Emerging Concepts, un estudio de 2011 que analiza el papel de la genética en los cinco sabores básicos: dulce, ácido, salado, amargo y umami. En este estudio identificaron ciertos genes que influyen en las preferencias por el dulce, el salado o el umami, así como otros relacionados con los receptores de sabores ácidos. También existen proteínas que regulan la absorción de sal y agua en el organismo y están asociadas a la preferencia por la sal.

Muchos investigadores creen que hay más factores aparte de los receptores de sabor, como el índice de masa corporal, el metabolismo, el centro de recompensas del cerebro y las hormonas, relacionados con la sensación de hambre y saciedad, que afectan a los antojos. Los expertos en salud y nutrición advierten, sin embargo, que la predisposición genética a tener ciertos antojos no debe servir como excusa para caer en malos hábitos de alimentación.

El equipo científico de 23andMe, una empresa de pruebas genéticas que presta sus servicios a sus clientes sin intermediarios, ha identificado 43 marcadores genéticos por los cuales la gente presenta variantes que influyen en la preferencia por alimentos dulces o salados, según la científica Janie Shelton. 23andMe ofrece a sus clientes realizarse pruebas para conocer cómo puede afectar la genética a sus antojos.

"Los genes que están asociados con la preferencia de dulces frente a salados también están relacionados con los genes del metabolismo y del índice de masa corporal", sostiene Shelton. La preferencia de las personas por ciertas comidas y el modo en que metabolizan lo que comen están relacionados con el peso y con la tendencia a tener obesidad.

Las conductas alimentarias y los rasgos de la personalidad, como la tendencia a tener hambre, están relacionados con problemas de salud mental.

En comparación, el gusto por otros alimentos, en concreto por los sabores de los helados, están relacionados con los genes de las fosas nasales y el sentido del olfato. Las conductas alimentarias y los rasgos de la personalidad, como la tendencia a tener hambre, están relacionados con problemas de salud mental, con la personalidad y con otros aspectos del bienestar.

"Si te gusta más el dulce, quizá tiendas a preferir alimentos más ricos en calorías", advierte Shelton. "Está en los rasgos evolutivos, e históricamente, esos alimentos nos habrían ayudado a sobrevivir. En cuanto a la sal, se trata de un camino metabólico completamente diferente que depende de cómo metabolizan la sal tus riñones y cómo se procesan las diferentes sustancias químicas en tu metabolismo. La preferencia del sabor dulce sobre el salado sí que está más relacionada con los genes del metabolismo y de la masa corporal que con cualquier otro vínculo mencionado entre la sal y el metabolismo".

Hay varios genes asociados con la preferencia de sal o azúcar y tienen que ver con cómo metaboliza la gente la comida y con la tendencia a sufrir sobrepeso. Uno de ellos es el "famoso gen FTO", a menudo llamado el "gen de la obesidad", según Shelton. Las investigaciones de 23andMe también han desvelado que la gente con determinado genotipo tiene mayor tendencia preferir alimentos salados o dulces.

Las personas con una variante del gen FGF21, asociado a la regulación de los alimentos, muestran una tendencia a preferir dulces un 20% mayor que las personas con otra variante de ese gen, según un estudio independiente realizado por la Universidad de Copenhague y publicado en la revista Cell Metabolism.

Según los datos de 23andMe, hay un 24% más de mujeres que prefieren los dulces por encima de los alimentos salados, en comparación con el 2,6% de mayor preferencia entre los hombres. La geografía es otra variable, ya que los habitantes del estado de Oregón (EE UU) muestran más tendencia a preferir dulces en comparación con el resto de Estados Unidos debido a sus genes, y los habitantes de los estados de Maine y Hawái suelen preferir los alimentos salados.

Genéticamente, sin embargo, las preferencias entre el dulce y el salado "no son una asociación inequívoca", según Shelton.

"Lo que decimos es que las personas con estas variantes genéticas se inclinan hacia los alimentos salados, no que jamás quieran tomar un trozo de tarta, de modo que es un asunto muy matizado. El número de cambios necesarios en el genoma que te situarían a un lado u otro de los gustos es muy pequeño. Clasificamos a la gente en categorías según estas 43 variantes, según las cuales puedes estar en el medio, donde por ejemplo el 45% de las personas con tu misma genética prefieran los alimentos dulces y el 55%, los salados. Si aterrizas donde el porcentaje está en un 10% frente a un 90%, es mucho más predecible", expone.

El modo en que el organismo procesa el azúcar y la sal tal vez influya en los antojos. James DiNicolantonio, investigador cardiovascular del Saint Luke's Mid America Heart Institute de Kansas City (Estados Unidos) y editor asociado de la revista especializada British Medical Journal's Open Heart, señala que probablemente existe relación entre los antojos de sal y de azúcar.

No ingerir suficiente sal hiperactiva el centro de recompensas del cerebro, lo que intensifica los antojos de dulce y de salado, y algunas personas tal vez estén genéticamente predispuestas a sentir una mayor recompensa al tomar azúcar o sal, sostiene DiNicolantonio, autor de The Salt Fix.

El organismo necesita sal, ya que contiene minerales esenciales como el sodio y el cloro, que el organismo no es capaz de producir por sí solo. No obstante, con respecto al azúcar, "el organismo es capaz de utilizar grasas y proteínas para crear glucosa", de modo que no hay necesidad de obtenerlo de otras fuentes externas. El azúcar refinado quizás ofrezca una mayor sensación de recompensa y sea más adictivo, lo cual incrementa el número de antojos.

Unos riñones sanos regulan el nivel de sal en el torrente sanguíneo. Pese a eso, DiNicolantonio urge a la gente a prestar atención a sus antojos de alimentos salados, ya que pueden indicar deficiencia de sal.

"Para la mayoría de la gente, las ganas de tomar sal son muy similares a la sed, la necesidad de tomar más agua", compara. "El motivo por el que la gente recomienda una dieta baja en sal es porque a algunas personas les reduce la tensión un poco, pero no tomar suficiente agua o seguir una dieta baja en agua también reduce la tensión. A veces, la sed es excesiva y algunas personas con déficit de sal, como los atletas, consumen demasiada agua, y en ocasiones se sobrehidratan y desarrollan bajos niveles de sodio en la sangre".

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, sin embargo, aseguran que la mayoría de los estadounidenses "ingieren más sodio del que deberían, una media de más de 3400 mg al día". Para la mayoría de los adultos, el consumo recomendado es de menos de 2300 mg al día, lo que equivale a una cucharadita de sal, y menos del 10% de las calorías de una persona deberían proceder de azúcares añadidos, según las pautas dietéticas del Gobierno estadounidense. La Asociación Estadounidense del Corazón recomienda una dieta baja en sodio, limitada a menos de 1500 mg diarios.

Con los antojos, es complicado distinguir la influencia de la genética y el entorno de los malos hábitos que la gente desarrolla a lo largo de su vida, según Sonya Angelone, portavoz de la Academia de Nutrición y Dietética.

No obstante, coincide en que existe una causa genética que influye en los antojos. Como Shelton, de 23andMe, asevera que el gen FTO desempeña un papel crucial, ya que afecta al nivel de la ghrelina, la hormona del hambre, y de la leptina, que provoca la sensación de saciedad. Hay otros genes importantes que influyen en el apetito y que afectan a la satisfacción de las personas al tomar ciertos alimentos y provocan antojos.

"Influyen muchos factores", según Angelone. "Distinguir lo que es un antojo del hambre y de un mal hábito es más complicado de discernir. Tiene que ver con el centro de recompensas del cerebro y lo que se activa cuando comes, de modo que es muy complejo".

Después de cenar quizás te apetece algo dulce o una taza de café y la gente da por hecho que es una necesidad psicológica, pero en realidad no lo es. Simplemente se han programado para querer postre después de comer.

Tener ganas de ciertos sabores, como dulce o salado, a veces es un hábito, según explica: "Por ejemplo, después de cenar quizás te apetece algo dulce o una taza de café y la gente da por hecho que es una necesidad psicológica, pero en realidad no lo es. Simplemente se han programado para querer postre después de cenar".

Las conductas alimentarias son complejas. Además de la genética y el entorno, la falta de sueño, el déficit de nutrientes, una dieta pobre, el azúcar bajo en sangre, la deshidratación o el estrés también influyen en los antojos, según Angelone. Dado que rara vez hay un único factor que provoque los antojos, es necesario conocer las causas, saber gestionar esos caprichos y adaptarte a tu entorno. Tampoco pasa nada por ceder de vez en cuando.

"Esta idea de alimentarte a la perfección... ni siquiera sé qué significa. ¿Significa que no puedes tomar dulces o salados? Claro que puedes. La palabra que le digo a la gente es 'controlar'. 'Controla tus antojos", recomienda Angelone.

Tal vez la genética predisponga a alguien a sentir necesidad de azúcar o de sal, pero los cambios de estilo de vida ayudan a controlar los antojos y a no reforzar malos hábitos de alimentación, según Steinle.

"Puedes echarle la culpa a tus genes por hacer que te guste algo, pero tienes la capacidad de decir: '¿Es sana esta conducta?' y modificarla. Somos inteligentes, no simples máquinas. Si te gustan las patatas fritas, eres capaz alterar tu conducta alimentaria si así lo decides", concluye.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.