Ocho años de la guerra en Siria: no, el final del dolor no está cerca

Ocho años de la guerra en Siria: no, el final del dolor no está cerca

Más de 500.000 muertos, 12 millones de desplazados, una revolución secuestrada, milicias y yihadistas... Una radiografía de situación a la peor crisis humanitaria de este siglo.

Un niño mira a la cámara en Baghouz, en la provincia de Deir Al Zor, tras escapar de la zona que el ISIS ha controlado en los últimos cuatro años.Rodi Said / Reuters

Este viernes, 15 de marzo, se cumplen ocho años del inicio de la guerra de Siria. Aunque, en realidad, lo que acabas de leer es mentira: ese día no estalló ninguna contienda, ese día aún no había leales ni sublevados, bandos ni facciones. Es la fecha que internacionalmente se ha consensuado para hablar del levantamiento contra Bashar Al Assad, el día en que, convocadas vía Facebook, cuajaron las mayores manifestaciones contra el régimen. Los sirios llevaban ya dos meses, al calor de las Primaveras Árabes, mostrando en público su descontento. Pero ese día fueron muchos más los que alzaron la voz, y así vinieron la represión a la disidencia, la ruptura, la contienda civil, los combates, la irrupción del yihadismo, el horror con forma de muñeca rusa, en la que un conflicto guarda otro, y otro más.

Ocho años desde que la revolución recién parida fuera secuestrada y trocada, finalmente, en la mayor tragedia humanitaria del siglo XXI, como denuncia Naciones Unidas. Los datos no dejan lugar a dudas: los muertos superan los 511.000 (más de un tercio de ellos, civiles inocentes), los heridos rondan los dos millones (muchos de ellos con mutilaciones incapacitantes de por vida), hay 12 millones de desplazados (cinco han tenido que escapar a otros países, sobre todo a los vecinos Líbano, Jordania, Irak o Turquía, y el resto son desplazados internos), y se calcula que se han producido más de 75.000 desapariciones forzosas (detenidos y secuestrados de los que no se tiene noticia). Son datos aportados por Acnur, Unicef, el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos y Amnistía Internacional.

"Actualmente, existe la errónea y alarmante idea de que el final del conflicto de Siria está cerca, y no es así. En diferentes partes del país, se corre tanto peligro como en cualquier momento en estos ocho años", advierte Henrietta H. Fore, la directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

Lo constata el hecho de que 2018 haya sido el año más mortífero para los niños desde que comenzó el conflicto, con 1.106 víctimas, que aún haya casi tres millones de personas atrapadas en zonas sitiadas y de difícil acceso, que el 85% de la población esté por debajo del umbral de la pobreza y casi siete millones no tengan ni el alimento esencial para sobrevivir, que sólo en los dos primeros meses de este año ya se hayan registrado 67 ataques verificados -imposible cuantificarlos todos- a instalaciones sanitarias, tan peligrosas.

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"Ahora estamos en una fase en que seguramente hablaremos menos de guerra pero tendremos que continuar hablando mucho, muchísimo, de violencia y de víctimas", sostiene Eduard Soler, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y coordinador científico del proyecto MENARA. Hasta hace poco, explica, no se podía hablar de una solución militar clásica para este conflicto, porque "cualquiera de las partes enfrentadas era lo suficientemente fuerte como para no quedar completamente borrada del mapa y a la vez no era lo suficientemente fuerte como para borrar a los otros", pero a partir de 2016 "sí nos vamos acercando a la posibilidad de que una de las dos partes sea capaz de eliminar por completo o casi a la otra rival en el control del territorio". Y Assad es quien va ganando.

"Eso no quiere decir que el control sea absoluto ni uniforme, igual en todas partes. Seguramente lo que vamos a ver próximamente es a un régimen que para poder ejercer el poder tendrá que mantener unas relaciones con jefes de guerra locales, diferente a la estructura de mando y de país anterior a 2011, con la violencia que no termina. El conflicto es difícil que desaparezca", abunda.

Para Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos y director del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz (IUDESP) en la Universidad de Alicante, sí se puede decir que estamos en la fase final de la guerra clásica, porque las cosas han cambiado "drásticamente". "El régimen se ha afianzado sobre el terreno, ha conquistado buena parte de los focos rebeldes y todavía no puede proclamarse vencedor, pero sí lo hará en un corto plazo", sostiene.

El régimen se ha afianzado sobre el terreno, ha conquistado buena parte de los focos rebeldes y todavía no puede proclamarse vencedor, pero sí lo hará en un corto plazo

Se calcula que actualmente el régimen de Assad controla entre el 65 y el 70% del territorio, cuando en 2017 no llegaba al 35%. El Estado Islámico, que en 2015 tenía el 40% del país, apenas controla ya un 0,5%, mientras que las milicias kurdas apoyadas por EEUU han pasado del 14% de 2017 al actual 25% y hay otro 9,5% de Siria en manos de grupos insurrectos varios. Claramente, Damasco está recuperando terreno, gracias a la ayuda de sus aliados esenciales: Irán, Rusia y Hezbolá.

Ambos expertos coinciden en que hay dos flecos esenciales que hay que resolver para ver cómo evoluciona el conflicto tal y como lo hemos conocido hasta ahora. El primero es Idlib, la provincia del noroeste donde están concentradas todas las fuerzas rebeldes que quedan y los principales grupos yihadistas, donde hay unos tres millones de personas cercadas por las tropas de Assad.

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  Un insurgente monta guardia en Idlib en Siria, el 13 de octubre del 2018. (Ugur Can/DHA vía AP, archivo)ASSOCIATED PRESS

"¿La guerra ha terminado? Cuidado, puede ser un error de observación si no reparamos en Idlib, porque las consecuencias humanitarias de ese ataque pueden ser enormes. Puede que haya una gran ofensiva y en dos meses descubramos, sorpresa, que la guerra sigue, que hay una nueva emergencia humanitaria, centenares de miles de refugiados llegado a Turquía, bombas de barril que matan niños, otra vez... Esto todavía no ha terminado", advierte Soler.

El segundo fleco es el de la zona bajo control la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), que pelean en el norte contra el Estado Islámico y ahora tratan de dar la batalla final contra los yihadistas en la zona de Al Baguz. Cuentan con el apoyo de Washington y el odio de Ankara, que los entiende como colaboradores del PKK, terroristas perseguidos por Turquía. "No es fácil resolver el futuro de Idlib, pero en la zona kurda creo que puede ser más fácil encontrar una solución negociada, con el establecimiento de una autonomía amplia. Probablemente no se logrará un estado federal como les gustaría a los kurdos, pero tampoco creo que se vaya a producir un choque frontal con las tropas de Assad. No lo ha habido en ocho años, no tendría sentido que se enfrentaran ahora. Harán lo que han hecho siempre: negociar y llegar a acuerdos", añade Álvarez-Ossorio.

"Cuando se resuelva todo eso el régimen entonará la victoria, pero lo que se puede descartar en este momento es una victoria rebelde, han ido cediendo posiciones y han ido siendo abandonados por sus antiguos aliados y patrocinadores. Estanos más cerca que nunca del final de la guerra, lo cual no quiere decir que haya llegado la paz, ni mucho menos", concluye.

Una vez que estos dos frentes queden controlados, podemos entrar en una nueva fase de la guerra, en la que el conflicto sea directo con los vecinos. "En el momento en el que la lucha por el poder interno vaya quedando más decantada del lado de Assad, es más fácil que aumente la tensión con los países cercanos, porque esto permite al régimen jugar la carta nacionalista. Pienso en Turquía y en Israel. Israel cree que Siria se ha convertido en una base militar iraní a cielo abierto y los turcos tienen la consideración de que es una base del PKK a cielo abierto. Para los dos, en sus discursos domésticos, son circunstancias excepcionales que les permiten intervenir en Siria. Y esa doble dimensión, de que el régimen se haga fuerte internamente y que los otros se vean ante la necesidad de intervenir, nos puede llevar a la nueva dimensión del conflicto", abunda Soler.

Pero, y en mitad de todo esto, ¿dónde quedan los sirios? "La sociedad está totalmente devastada y tardará muchos años en recuperarse. El Banco Mundial ha cifrado en 300.000 millones de dólares la cantidad necesaria para reconstruir ese 25% de hogares que han sido dañados o destrozados en la guerra. El régimen no tiene capacidad para financiarlo y mucho menos posiblemente sus aliados, que tienen problemas en casa: Rusia, donde hay un malestar grande en la población por la aventura siria y el coste que ha tenido, y en Irán, acorralado con las sanciones. Eso impide que se involucren en un proyecto de esta envergadura. La reconstrucción no va a avanzar, los que tienen recursos, en el Golfo por ejemplo, no están dispuestos a financiarla mientras Assad esté en el poder", sostiene el profesor de la Universidad de Alicante.

Justo este jueves, la comunidad internacional se ha comprometido a aportar "casi 7.000 millones de dólares" (6.193millones de euros) para apoyar a la población siria y a los países vecinos en 2019, en la tercera conferencia de donantes organizada conjuntamente por la ONU y la UE en Bruselas. Es mucho más lo que queda por hacer, esto es un parche.

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De momento, los sirios no están en la agenda

Pero es que, además, se habla de reconstruir edificios e infraestructuras cuando falta lo esencial: la "reconciliación", denuncia Soler. "De momento, los sirios no están en la agenda", dice, rotundo. "Sólo podremos entrar en una lógica de reconciliación si hay unas presiones suficientemente fuertes del régimen, actores internos que en un determinado momento pidan que se abra un poco la válvula de la olla exprés, y externos, la presión de Rusia e Irán a partir de ahora", precisa. "Assad les debe a ellos y a Hezbolá el haber conseguido el actual dominio militar sobre el terreno. Si ellos consideran que la reconciliación es una vía que permite primero legitimar el resultado y luego empezar a reducir su presencia en el terreno, podría entrarse en una fase diferente, pero por ahora no ha sucedido, no es una realidad. Básicamente, se habla de reconstrucción y nada más", se lamenta.

En 2017 regresaron a Siria unas 66.000 personas que habían escapado a países vecinos, señala la ONU. De 2018 no hay aún datos fiables. ¿Hay posibilidades de retorno en poco tiempo? Ninguno de los especialistas cree que sea así: porque hay muchísimo miedo, por lo que aún pueda pasar en Idlib, porque no se están dando garantías suficientes para esa vuelta a casa -se han proclamado amnistías por parte del régimen que en la práctica no se cumplen, y se persigue al disidente que retorna-, porque sus hogares no existen o sus bienes han sido confiscados -sobre todo si entraron en listas negras de supuestos "terroristas", que es como Damasco bautizó desde el primer día a todos los opositores...-. Álvarez-Ossorio sostiene que más del 50% no podrá regresar en un corto plazo, por todas estas razones.

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Soler apunta, además, que los que ya han conseguido estatus de refugiado en países europeos, "es difícil" que regresen en breve. "Están llegando buenas noticias, con un alto nivel de integración social, económica, lingüística... Las cosas que están funcionando, por ejemplo, en Alemania". Por eso cree que más que de retorno, debemos hablar de que se ha asentado una "nueva diáspora" siria y que habrá que vivir con esa realidad en Oriente Medio y en Europa. "El interés de que regresen por parte del régimen es escaso, usa la ingeniería demográfica de control y mantiene fuera a las voces más críticas, que se han ido. Volver... Eso sería parte de un proceso de reconciliación que está lejos de producirse", insiste.

Los ojos de Europa están puestos, sobre todo, en lo que pasa en Al Baguz, la última localidad que está en manos del EI en Siria, después de que haya perdido todos sus dominios en Siria y en Irak. EEUU, quien apoya a los kurdos que pelean sobre el terreno contra los islamistas, dice que es cuestión de días que el feudo caiga, pero hace ya semanas que repite lo mismo. En cualquier caso, parece que el poder territorial de los yihadistas se ha disuelto.

"El ISIS como idea o proyecto mutará hacia una o varias cosas. Es muy probable que mute hacia mecanismos de crimen organizado o mafias, en Irak posiblemente más que en Siria, que se pongan a escoltar a comunidades locales, por ejemplo. Luego es probable que mute hacia acciones terroristas al uso, con células durmientes donde puedan, o intentando incluso actuar en ámbitos como el ciberterrorismo. Lo clave son los coletazos que pueda llevar a cabo a la desesperada, porque tienen un problemón de imagen brutal, han pasado de ser para sus posibles milicianos y sus posibles financiadores una fuerza ascendente a una idea de de fracaso, de rendición... Creo que intentarán alguna acción terrorista que diga: "estamos aquí". Aunque no haya territorio del ISIS, el ISIS como idea sigue viva", sostiene el analista del CIDOB.

Álvarez-Ossorio constata que el Daesh "ha sido derrotado militarmente en el terreno de batalla". "Se benefició durante mucho tiempo de que era visto como un enemigo útil, pero una vez que se confirmó como una amenaza para buena parte de los actores regionales e incluso internacionales, se formó una gran coalición internacional y los propios actores locales empezaron a combatirles. No queda más que una sombra de lo que fue, y eso que llegó a gobernar sobre ocho provincias, sobre siete millones de personas, e incluso a comportarse como un estado".

"No controla nada. Otra cosa es que varios de sus integrantes, unos cientos, hayan logrado huir en las últimas semanas, infiltrarse entre la población local. Probablemente en los próximos meses no dudaría de que intentasen hacer alguna demostración de fuerza, perpetrando algún tipo de acciones sorpresa, contra objetivos militares e incluso civiles, para demostrar que aún conservan su capacidad de hacer daño, pero está claro que es muy difícil y que mientras siga esa presión sobre ellos puedan recuperarse y formar un califato yihadista como el que hicieron en 2014", insiste.

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El profesor de la Universidad de Alicante destaca también el "cambio, el giro de 180 grados" que se ha dado en estos ocho años en cuanto a los actores internacionales involucrados en la guerra en Siria. Si está claro que en un primer momento Turquía y las petromonarquías del Golfo "apostaron muy claramente por los grupos rebeldes", poco a poco fueron desviando ese apoyo "hacia los grupos más bien de orientación islamista e incluso yihadista en muchos de los casos", y en los últimos años, sobre todo, desde caída de Alepo, 2se nota claramente un retroceso de muchos de estos países están intentando hasta normalizar las relaciones con el régimen".

Cita Álvarez-Ossorio dos casos claros: los de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Baréin, que han reabierto sus embajadas en Damasco, y otros que están "maniobrando entre bastidores para intentar que el régimen vuelva a la Liga Árabe", en la cumbre que habrá este mismo mes en Túnez. "Hay un cambio importante de esos financiadores y patrocinadores, que han pasado de pedir la cabeza de Assad a atemperar las relaciones con él, e incluso pasa con Turquía, cuando su prioridad en el pasado era descabezar al régimen y ahora sobre todo quiere evitar que haya un estado federal y que los kurdos se afiancen en el terreno. Los giros son importantes. Nos queda mucho que ver en los próximos meses", concluye.