Estos mapas explican por qué la salud se ha vuelto global

Estos mapas explican por qué la salud se ha vuelto global

Getty Images/iStockphoto

Escrito por Adelaida Sarukhan, basado en una idea original de Eduard Martín-Borregon

El 26 de diciembre de 2013, un niño de dos años murió de una enfermedad poco conocida en la aldea de Meliandou, una zona boscosa de Guinea que colinda con Liberia y Sierra Leona. Ocho meses después, la epidemia de ébola había alcanzado una magnitud sin precedentes en África occidental y el mundo entero estaba preso del pánico por su posible propagación fuera de África.

No hay duda, en un mundo cada vez más interdependiente, la salud se ha vuelto una cuestión global, y ello se debe principalmente a cuatro razones, estrechamente relacionadas entre sí:

1. La elevada movilidad de personas y mercancías

Durante una gran parte de la historia, las poblaciones vivieron en relativo aislamiento geográfico. Pero en los últimos cinco siglos, el encuentro entre el viejo y el nuevo mundo ha resultado no solo en un intercambio de flora y fauna, sino también de patógenos como la viruela o la influenza. De hecho, hasta la Segunda Guerra Mundial morían más personas a causa de microbios introducidos por el enemigo que de heridas de guerra.

Transporte marítimo

El transporte marítimo ha contribuido en gran medida al desplazamiento de patógenos y sus vectores. Por ejemplo, el mosquito Aedes aegypti, vector de numerosos virus, como los causantes de la fiebre amarilla, el dengue o el zika, viajó de África occidental hacia América en el siglo XV en barcos que transportaban esclavos. Más recientemente, ratas en barcos mercantiles han ocasionado brotes de peste en ciudades portuarias como Sidney, Bombay, San Francisco o Río de Janeiro, mientras que el mosquito tigre asiático, Aedes albopictus, vector de más de 20 virus, se ha propagado en las últimas décadas por numerosos países en Europa y América debido al traslado por barco de llantas que contenían huevos y larvas de esta especie.

En el 2015, 89.900 barcos transportaron más de 1.700 millones de toneladas de mercancías, lo cual representa el 80% de comercio mundial total y una gran oportunidad de propagación para los patógenos.

https://www.shipmap.org/

Transporte aéreo

Un buen ejemplo del papel del transporte aéreo en la diseminación de una enfermedad es el VIH/sida, cuyo patrón de propagación en los EEUU entre 1984 y 1990 refleja las rutas aéreas entre ciudades. Los primeros casos ocurrieron en ciudades visitadas por un auxiliar de vuelo canadiense (llamado "paciente cero").

En el 2015, 3.400 millones de personas viajaron en avión, 10 veces más que en 1971. Bajo esta perspectiva, la compleja red de rutas aéreas explica la propagación aparentemente errática de enfermedades globales, como se observó con el SARS. Un individuo infectado que viajó de Guangdong a Hong Kong contagió a 16 huéspedes del hotel donde durmió. Estos, a su vez, viajaron hacia Toronto, Singapur y Vietnam, donde iniciaron otros brotes. En pocas semanas, había más de 8.000 casos de SARS en 26 países y 5 continentes.

Tomando como base la red aeroportuaria mundial, se ha simulado la propagación de una enfermedad hipotética parecida a la influenza en los primeros 53 días:

El patrón parece algo errático sobre un mapa ordinario, pero no si se representa en un mapa basado en la conectividad y el número de pasajeros de cada aeropuerto:

2. La deforestación

Volviendo al ébola, varios estudios concluyen que los diferentes brotes a lo largo de la historia tienen una cosa en común: la deforestación. La selva en Guinea, donde se originó el último brote, se ha reducido a una quinta parte de su superficie original. La invasión de bosques y selvas por el hombre promueve el contacto con virus zoonóticos (como el del ébola) que se mantienen en reservorios animales pero que pueden saltar al humano. La deforestación también se ha asociado a recrudecimientos de la malaria, seguramente como resultado de la sustitución de especies indígenas de mosquitos Anopheles por otras más eficientes en la transmisión de la enfermedad. Por ejemplo, en Trinidad, la deforestación y la subsecuente plantación de bromelias, que acumulan agua en las flores, condujo a la proliferación de Anopheles bellator y a un aumento en la prevalencia de la malaria. En África occidental, la deforestación y la irrigación han resultado en un aumento de malaria transmitida por Anopheles gambiae en aldeas cercanas al bosque.

Este mapa da una idea, algo aterradora, de la pérdida de bosques en los últimos 15 años:

http://www.globalforestwatch.org/map/3/15.00/27.00/ALL/grayscale/loss?tab=analysis-tab&begin=2001-01-01&end=2015-01-01&threshold=30&dont_analyze=true

3. La urbanización

Hace apenas un siglo, solo el 20% de la población mundial vivía en ciudades (el 5% en los países menos desarrollados). Como ilustra el siguiente mapa, el crecimiento urbano en los últimos 40 años ha sido dramático.

Fuente: http://www.nature.com/articles/sdata201634

Actualmente, unos 4.000 millones de personas viven en centros urbanos, de las cuales una tercera parte viven en suburbios pobres. Estas megaciudades son incubadoras para nuevas epidemias. Para empezar, son mucho más propicias para propagar enfermedades letales como el ébola, ya que las personas infectadas pueden contagiar a muchas otras en proximidad antes de morir. Además, las viviendas precarias de zonas urbanas contribuyen a la proliferación de vectores de enfermedades, como ratas o insectos. Un ejemplo es el triatomino, que transmite la enfermedad de Chagas, que está en aumento en zonas periurbanas de Latinoamérica, o bien el mosquito Aedes aegypti, que se ha adaptado perfectamente a vivir con humanos y a proliferar en ciudades (en las Américas, más del 75% de la población vive en zonas urbanas infestadas con el mosquito).

4. El cambio climático

Antes de que se identificaran los agentes infecciosos, el hombre comprendió que las condiciones climáticas afectan las enfermedades infecciosas: los romanos, para evitar contraer la malaria, pasaban el verano en las villas de las colinas.

El aumento de la temperatura media global en las últimas décadas (ver este mapa) forzosamente tendrá un efecto sobre la prevalencia y distribución de enfermedades y vectores. El efecto del clima es particularmente obvio para enfermedades transmitidas por mosquitos, que no sobreviven a temperaturas bajas. Existe evidencia de que el riesgo de epidemias de malaria aumenta cinco veces en el año siguiente al fenómeno de El Niño, y algunos modelos predicen que un aumento de 2-3º C resultará en varios cientos de millones de personas adicionales viviendo en climas propicios para la transmisión de la enfermedad. Sin embargo, aún es difícil predecir el efecto del cambio climático a largo plazo sobre la incidencia de enfermedades transmitidas por insectos.

Lo que sí es más previsible es el efecto del cambio climático sobre la propagación de infecciones transmitidas por el agua. Las lluvias torrenciales resultan en la contaminación de reservas de agua, y las temperaturas elevadas favorecen la proliferación de patógenos como Vibrio cholerae, causante del cólera.

6. El ejemplo del zika

La epidemia actual de zika en las Américas es el ejemplo perfecto de un virus que se extendió gracias a la amplia distribución geográfica de su vector, el mosquito Aedes aegypti, y que provocó una epidemia a gran escala en una población que no tenía inmunidad previa contra el virus. El resultado de este viaje, que se puede apreciar en el mapa interactivo adjunto, es el siguiente: un virus relativamente inocuo y de poca relevancia ha ocasionado una epidemia con un impacto socioeconómico enorme que recae de manera desproporcionada en las poblaciones más vulnerables (mujeres embarazadas) y los países más pobres.

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Decir que la salud es global no solo significa que patógenos previamente confinados a algún rincón lejano del planeta pueden ahora propagarse con una rapidez sin precedentes y representar una amenaza a nivel global. También implica que las soluciones a los problemas de salud que nos afectan hoy en día ya no dependen de acciones de países individuales, sino que deben ser abordados de manera interdisciplinaria e internacional.

Escrito por Adelaida Sarukhan, doctora en Inmunología y redactora científica en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro impulsado por la Obra Social "la Caixa".