¿Efecto Tango?

¿Efecto Tango?

La crisis de la economía argentina empieza a preocupar al mundo. Los analistas están divididos con respecto a un contagio generalizado al resto de los países emergentes que dejaron atrás sus años de crecimiento a tasas chinas.

La crisis de la economía argentina empieza a preocupar al mundo. Los analistas están divididos con respecto a un contagio generalizado al resto de los países emergentes que dejaron atrás sus años de crecimiento a tasas chinas. La prensa y los organismos internacionales suman más leña al fuego y de Turquía, Ucrania, Hungría o Sudáfrica tampoco vienen buenas noticias.

Muy sotto voce ya se escucha "Efecto Tango" de parte de algunos economistas. Los recuerdos del "Efecto Tequila" de 1994/1995, o la crisis de los tigres asiáticos de 1998 no traen buenos recuerdos. La caída generalizada de las bolsas y algunos problemas económicos y políticos de otros países emergentes como Turquía, Ucrania o Hungría hacen crecer aún al potencial daño proveniente de Buenos Aires.

Los especialistas están divididos con respecto a cuán real puede ser el "Efecto Tango". "La devaluación del peso -23% en enero- exacerbó el ataque sobre los emergentes", dice el economista argentino Luis Palma Cané. En la vereda de enfrente, Eduardo Levi Yeyati cree que "la asociación entre el sell off de los emergentes y la devaluación, sólo puede ser fruto de un malentendido".

El impacto de una crisis argentina en el mundo está, por ahora, muy limitado a sus vecinos. Brasil, el más complicado, destina a Argentina el 8% de sus exportaciones y es su tercer mercado en importancia. Según el banco Itaú, una caída del 10% de las exportaciones a la Argentina sólo implicaría una baja del 0,2% del PBI brasileño en 2014. La presidenta Dilma Rousseff tiene para este año tres grandes desafíos: achicar el gasto público, lograr que la economía vuelva a crecer a niveles aceptables -se espera para este año un tímido 2%- y convencer a sus votantes de las bondades de ser el organizador de la Copa Mundial de Fútbol. Si logra esto, en octubre podrá ser reelegida.

Si bien Argentina integra el G-20, es el tercer exportador de soja del mundo y es la economía número 25 del planeta y la segunda de América del Sur, por ahora el impacto parece acotado. La imparable pérdida de reservas del banco central, la inflación al 30% anual y el creciente déficit fiscal son por malas decisiones del gobierno de Cristina Fernández.

La prensa y organismos del exterior tampoco le dan una mano a Buenos Aires. En esta misma semana, dos de los medios más prestigiosos del mundo le dedicaron notas al mal momento económico de Argentina. The New York Times se explayó sobre cómo Cristina Fernández dilapidó los fondos ingresados en una década récord gracias a los elevados precios de las materias primas. La revista The Economist comparó a Argentina con Venezuela y los unificó bajo el título "Fin de fiesta". El FMI, en su informe sobre el Hemisferio Sur, también igualó a Argentina con Venezuela y se mostró preocupado por la inflación, el errado control de precios y la pérdida de reservas.

La suba de tasas de Turquía y Hungría y la depreciación de sus monedas, la inestabilidad política de Ucrania, el déficit fiscal enorme de Sudáfrica tampoco ayudan a revertir la desconfianza centrada en los emergentes. Según el banco Barclays, esta semana los inversores se desprendieron por 6.300 millones de dólares en fondos de acciones y 4.600 millones de dólares en bonos de países periféricos. Esto esta arrastrando, a su vez, a todas las bolsas del planeta.

Está claro que 2014 no será el año de los emergentes, como tampoco fue 2013. Las economías desarrolladas, con EEUU a la cabeza, mostraron y esperan un mejor desempeño en sus PIB. El crecimiento del mundo vendrá de los más grandes este año. En consecuencia, hablar de un "Efecto Tango" y culpar a la Argentina de lo que pasa en los emergentes, podría ser un poco apresurado. Pero eso sí, a no perder de vista a los emergentes. Los años de vacas gordas, quedaron atrás.

Este artículo también se podrá leer en el blog del autor La revancha de Keynes