Por qué los brasileños no quieren el Mundial

Por qué los brasileños no quieren el Mundial

Uno de los países con más fútbol en la sangre no disfruta de su Copa del Mundo. Protestas violentas y cortes de calles empañaron una de las ceremonias inaugurales más pobres de los mundiales. ¿Qué pasó? ¿Cómo es que de una aceptación por ser sede del Mundial de más del 70% de los brasileños se pasó al 45 por ciento?

Uno de los países con más fútbol en la sangre no disfruta de su Copa del Mundo. Protestas violentas y cortes de calles empañaron una de las ceremonias inaugurales más pobres de los mundiales. El gobierno gastó una cifra récord de 11.700 millones de dólares para mostrar un torneo ejemplar y que Brasil ya no es más un país en vías de desarrollo. Sin embargo, puede ser un búmeran político para Dilma Rousseff que busca ser reelecta en octubre.

"Ey, Dilma vai tomar no cu", (Ey, Dilma vete a la mierda o andate a la mierda, sería la traducción más cercana del portugués al español) es el canto que más suena en las calles de las grandes ciudades de Brasil y que todo el nuevo estadio del Corinthians, donde se hizo el partido inaugural, también cantó al unísono cuando se supo que la presidenta ya estaba presente. Los serios incidentes previos entre la policía y los manifestantes anti Mundial que cortaron calles le quitaron el deseo a Rousseff de hacer un gran discurso inaugural ante el mundo, algo que iba a funcionar como su gran acto lanzamiento de campaña por la reelección.

¿Qué pasó en el medio? ¿Cómo es que de una aceptación por ser sede del Mundial de más del 70% de los brasileños se pasó al 45 por ciento?

El gobierno declaró que oficialmente lleva gastados en la Copa 11.700 millones de dólares, un 48% más de lo presupuestado inicialmente y más que lo gastado en los mundiales de Sudáfrica y Alemania juntos. Un tercio de ese dinero se hizo para construir nuevos estadios cuando el país, de extensísima tradición futbolera, tiene muy buenos estadios que podrían haber sido remodelados a un costo menor. El sobrecosto se debe a que como las primeras obras se hicieron por licitación terminaron muy demoradas, el gobierno decidió adjudicar directamente para acelerar los tiempos, con todo lo que implica en corrupción y gastos, no hacer una compulsa de ofertas.

El estadio de la inauguración, que pasará a ser del Corinthians, el equipo del que es hincha el ex presidente Lula da Silva, costó 900 millones de dólares. Es el segundo más caro del mundo. Corinthians tiene su propio estadio en perfectas condiciones en San Pablo. Los ocho muertos por accidentes en las distintas obras para el Mundial tampoco cayeron bien entre la gente.

La ceremonia inaugural fue todo una polémica. Brasil está repleto de artistas y tiene una riquísima historia musical. Los músicos, aún aquellos que hacen ritmos más populares y comerciales, le dieron la espalda al Mundial, cuando el tema del Mundial lo canta la descendiente de portorriqueños, Jennifer Lopez, y el rapero de Miami, Pitbull. Ellos dos también fueron la imagen de la ceremonia y recibieron la burla de las redes sociales por haber hecho playback.

Otro histórico problema de infraestructura de Brasil son los aeropuertos. En la última década, unos 40 millones de brasileños ingresaron en la clase media gracias a las políticas sociales y económicas de Lula da Silva. Muchos de ellos subieron a un avión por primera vez y la oferta de servicios aerocomerciales quedó corta. Había que hacer algo urgente porque con el Mundial, se espera que sumen al menos unos 400.000 turistas. Estaban previstos 11 nuevos aeropuertos y se llegó a remodelar siete.

El gobierno brasileño dice que la Copa será pura ganancia. Hizo trascender informes en los que calcula que el beneficio económico entre 2010 y 2020 será entre 70.000 y 110.000 millones de dólares, algo difícil de comprobar. Es cierto que Río de Janeiro tiene por delante los Juegos Olimpicos de 2016 y muchas obras servirán para ambos eventos deportivos.

Y por último, esos mismos que entraron a la clase media, mandan a sus hijos a la escuela y a las universidades y exigen mejores condiciones de educación, salud y se quejan de la economía. Brasil pierde puestos en las pruebas internacionales de calidad educativa y si bien la salud dio grandes progresos (caída a la mitad de las mortalidad infantil y más cobertura en general), todavía tiene mucho por mejorar.

La economía brasileña está estancada hace dos años por salida de inversiones, contagio de la crisis Argentina, sobreendeudamiento de empresas y menos crecimiento de China. El PBI crece apenas por encima del 1% pero con una inflación alta, entre 6% y 8% anual. Los años de expansión a tasas chinas se terminaron y se estiman que no volverán en esta década.

Todo esto se refleja en las marchas callejeras que se reproducen en todo el país hace más de un año. La respuesta oficial a los reclamos sociales tarda en llegar y es insuficiente. El gobierno ha destinado toda su energía y recursos en el Mundial. El brasileño medio siente que Dilma se preocupa más por la imagen internacional del país que por sus habitantes. Por eso el enardecido rechazo generalizado a un evento muy esperado por los brasileños (es su segunda Copa luego de la de 1950 y la quieren ganar sí o sí) pero que se transformó en algo muy ajeno a sus vidas.

Este artículo también se puede leer en el blog del autor La revancha de Keynes