Cómplices de José Sanchis Sinisterra

Cómplices de José Sanchis Sinisterra

Jugando a romper el formalismo en la cultura y en la vida e indagando en el teatro y la brillante América Latina, este sabio y duende que es José Sanchis Sinisterra creó en Barcelona el Teatro Fronterizo allá por los años 70. Don José comenzaba a cimentarse como icono de la dramaturgia española.

Jugando a romper el formalismo en la cultura y en la vida e indagando en el teatro y la brillante América Latina, este sabio y duende que es José Sanchis Sinisterra creó en Barcelona el Teatro Fronterizo allá por los años 70: semilla de la Sala Beckett. Don José, profesor de instituto, comenzaba a cimentarse como icono de la dramaturgia en lengua española. Corrían años donde la necesidad de pensar más allá de las fronteras impuestas era una pulsión de vida. "El mapa no es el territorio", frase del filósofo A. Korzybski, que le oigo decir a José demasiado a menudo para desempolvarnos de nuestras autocensuras.

Sanchis Sinisterra, nacido en Valencia, emigrado a Barcelona, aterrizó en Madrid alrededor de 2000 para crear el Nuevo Teatro Fronterizo (NTF). La falsa transición, la democracia construida a escondidas para ocultar las lagunas político-culturales, comenzaba a extenderse como la pólvora en un país que soñaba que era culto cuando nunca consiguió si quiera defender su patrimonio ni su abecedario. Para este hombre el mapa seguía sin ser el territorio. Su casa es su capacidad de crear, su ciudad las ideas que lo habitan, su país no cabe en ninguna bandera, su planeta, el que se inventa cada noche mientras escribe un nuevo texto: los sueños, Kafka, la neurociencia, las pioneras, el dolor de las posguerras, la luz de las luciérnagas... Sus textos y su incansable fortaleza han contribuido a la aparición de nuevos creadores como Juan Mayorga, Yolanda Pallín, Borja Ortiz de Gondra o Eva Redondo, una joven cuyo trabajo ha sido escogido por segundo año en el Festival Fringe de Madrid con la obra Archipiélago Dron co-escrita con Enrique y Yeray Bazo y Enrique Torres Infantes.

Sacar el teatro del teatro es una de las funciones del NTF, seguir con la ruptura de todo aquello que represente una frontera aunque sea ficticia. Regresar al origen, al teatro en la calle, recuperar el arte colectivo. La cultura como colaboratorio, no más como laboratorio de experiencias que sólo los creadores ejercitan. Sino como un arte de trueque entre seres que pasan, que están, que sienten y consienten. Teatro Foro, Barrios Nómadas, el teatro entre las gentes en las calles, los inmigrantes subsaharianos no son solo esos seres humanos que venden la farola en la puerta de nuestros supermercados. El NTF les ha convertido en intérpretes de sus propias experiencias en las plazas de la ciudad.

Desde hace un par de años Sanchis Sinisterra continúa abriendo el mapa y creando desde el Nuevo Teatro Fronterizo en Madrid, en una antigua corsetería, apoyado en socio-amigos y en Ana Belén Santiago, joven cabeza organizadora. Hoy son dos salas de colaboratorio teatral, de creación colectiva y búsqueda de textos dramatúrgicos y audiovisuales cuya finalidad es seguir estableciendo lazos con Latinoamérica, buscar nuevas tendencias artísticas, romper todas las fronteras encontradas entre la ciudadanía y el teatro, investigar sin perder nunca de vista el derecho al fracaso. Colaboratorio es la palabra con la que José Sanchis Sinisterra denomina su método de trabajo. Colaboratorio porque da tanto como cree que recibe. Colaboratorio porque el talento entregado a los otros genera una suerte de sinergias que enriquecen cada momento de la creación dramática en la que te invita a sumergirte. Ningún observador podrá nunca ser un invitado de piedra. El duende de Sanchis lo convierte en un ente dramático que da y recibe, que colabora en un laboratorio de exposición y creación dramatúrgica.

De José es de quien estoy aprendiendo en estos últimos años cosas como que el receptor es quien construye la historia, o cómo crear desde la escritura al receptor implícito. Cómo crear un personaje ausente y a la vez poliédrico. Que el autor tiene que tener el talento necesario para generar en el espectador la necesidad de conocer a este personaje ausente. Que tenemos que ser capaces de convertir el obstáculo en estimulo.

En esta era en que las nuevas tecnologías de la comunicación fomentan el aislamiento, Sanchis Sinisterra desde el NTF despierta en la capacidad de teatro colectivo la ansiedad de compartir, redescubrir en el teatro esa mímesis de lo social, de la imitación del comportamiento. El arte no puede ser un lugar cerrado de conocimiento sofocante.

El espacio del NTF está en peligro de muerte por falta de fondos. Su diseño es poco comercial, "casi diría anticomercial por su filosofía de compartir, colaborar sin cobrar", me dice A.B. Santiago. Quienes por allí pasan como intérpretes, dramaturgos, escritores,... creadores todos, si no pudieran pagar no tienen la necesidad de hacerlo. El NTF no es un negocio.

Muchos proyectos culturales son frágiles porque no tienen ninguna intención de competir, porque ni pueden ni deben competir.

Si las instituciones dejan de apoyar la cultura, la subsistencia mínima de estos proyectos culturales pasa a ser responsabilidad del ciudadano. Porque cultura no son solo las corridas de toros, ni los conciertos de la Pantoja y Raphael, ni la reconstrucción del Valle de la Ignominia, perdón, de los Caídos, en el que el Estado (nosotros) ha decidido invertir 280 mil euros.

Nos estamos quedando pasmados ante tanto sobresueldo, desgañitados en la lucha por impedir que nos arrebaten la sanidad, la educación, el trabajo que sustenta a nuestras familias, pero terriblemente silenciados ante el desfallecimiento de la cultura. Los promotores de la cultura, los escritores, cineastas, artistas nos hemos convertido en los nuevos leprosos.

Pues perdónenme, pero la cultura no puede ser únicamente para tiempos de bonanza, ni un objeto de lujo que se propone y se dispone para unos pocos en un recinto privado y cerrado. La cultura vende nuestro país, nuestras ciudades, nuestras costumbres, nuestros productos y a nuestras gentes. Un país sin cultura es un país culturalmente anexionado a otro que lo fagocitó mientras miraba para otro lado. No falta mucho para que de nuevo Picasso vuelva a ser un pintor francés nacido en Málaga como decía hace años el Larousse. O para que Buñuel vuelva a México a rodar buena parte de su mejor cine. Estamos en medio de una guerra sin bayonetas ni granadas, en medio de una guerra económica que desmantelará todo aquello que los ciudadanos no queramos proteger. Hay pequeños proyectos por los que si no damos un paso al frente hoy, mañana... ya está siendo tarde.

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Colaboratorio de dramaturgia en el NTF con José Sanchis Sinisterra, en el centro