¿Es Donald Trump el Felipe II de nuestro tiempo?

¿Es Donald Trump el Felipe II de nuestro tiempo?

Trump, en una imagen de archivo.EFE

"Voto a Dios que me espanta esta grandeza

y que diera un doblón por describirla,

porque ¿a quién no sorprende y maravilla

esta máquina insigne, esta riqueza?

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto

cuanto dice usted, señor soldado,

Y el que dijere lo contrario, miente".

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Miguel de Cervantes: Soneto con estrambote.

Tuvieron que transcurrir cuatro siglos para que E. C. Graf desencriptase el contenido del famoso "soneto con estrambote", hoy atribuido sin la menor duda a Miguel de Cervantes, en su excelente artículo titulado (en español): Escritor/Excretor: El 'humanismo' de Cervantes ante la tumba de Felipe II.

Por explicarlo de un manera absolutamente ramplona, perfectamente consecuente con la propensión escatológica de la literatura del primer barroco, mientras el texto principal del soneto constituye una verdadera apología de la vida y la obra del segundo Austria por parte de un soldado que sirvió en sus tercios ("¿A quién no suspende y maravilla/ este máquina insigne, esta braveza?"), aunque tampoco falte en él algún pero, ya que se lamenta de que "la Roma triunfante en ánimo y riqueza" no esté llamada a durar ni un siglo. En palabras del propio soldado:

¡Por Jesucristo vivo! Cada pieza

vale más que un millón, y que es mancilla

que esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla!,

¡Roma triunfante en ánimo y riqueza!

Sin embargo, es precisamente en el estrambote donde la pretensión burlesca y escatológica de Cervantes se derrama con fruición cuando el "valentón", que encarna a un personaje del hampa sevillana, deja correr su incontinencia urinaria sobre el catafalco, se tira un pedo ("caló el chapeo"; "fuese"), sacude su miembro viril ("requirió la espada") mirando al soslayo, como se acostumbra en tales circunstancias y se marcha sin que nadie se atreva a meterse con él, según la tesis de Graf, apoyada en una excelente interpretación erudita de la fraseología del género utilizada en aquella época.

Hoy todavía no podemos imaginar lo que será el túmulo funerario de Donald Trump, pero sí podemos afirmar que este es el punto culminante de la propensión hacia el abuso de poder a la que han sido siempre tan proclives aquellos que heredan un imperio casi omnímodo sin ser capaces de discernir cómo se adquirió, lo que cuesta acceder a él, las responsabilidades que asume al hacerlo y los riesgos que corre quien lo ostenta, en ausencia de los cual los imperios no son otra cosa que gigantes con pies de barro, como el que Felipe legó a sus herederos.

Un artículo reciente de James Hohmann, publicado en The Washington Post, arranca con dos frases que sintetizan mejor que ningún otro comentario la similitud entre los dos reinados:

"El presidente Trump cree entender el mundo en que vive mejor que los generales, los diplomáticos los espías y dignatarios que han trabajado en los asuntos de la seguridad nacional durante decenios antes de que él llegara". (Felipe se desentiende al llegar de todos los grandes consejeros de su padre para que no le hagan sombra).

"Trump es el primer presidente en la historia americana que no dispone de experiencia previa militar ni de gobierno. A menudo actúa con la certeza de un Dwight Eisenhower, que dirigió la invasión aliada el Día D, por mucho que más tarde cambie de opinión". (Felipe es el primer monarca del Renacimiento que no tiene la menor experiencia en hechos de armas).

A continuación el autor sintetiza en diez mensajes el ideario de Donald Trump. No todas coinciden necesariamente con las del segundo Austria, pero sí buena parte de ellas:

  1. La historia comienza cuando él llega al poder, haciendo tabula rasa del pasado. Para Felipe, la experiencia de su padre no valía: lo consideraba un tibio y persiguió a su confesor, Carranza.
  2. No duda en hacer uso de la fuerza militar, como hizo Felipe en el caso de Flandes.
  3. Está dispuesto a rechazar el consejo de la comunidad de inteligencia de Norteamérica (y del Comité de Inteligencia). Felipe rechazó la oposición de las Cortes, y sometió a su Consejo contra la oposición de su ministro principal, el príncipe de Éboli.
  4. Trump tiene confianza absoluta en su capacidad para persuadir a otros dirigentes uno a uno. Felipe los obligaba a venir a Madrid y cuando no los persuadía los ejecutaba.
  5. Los puntos cinco y seis se refieren a las negociaciones nucleares con Corea del Norte, que no tienen parangón en el siglo XVI.
  6. No obstante, algo similar ocurrió en aquellos tiempos en el enfrentamiento con el imperio Otomano, capaz de sojuzgar el Mediterráneo. Trump considera que ya ha sojuzgado a Corea. Felipe creyó que Lepanto significaba una victoria total, frenando la explotación del éxito que pretendía su medio hermano Juan de Austria.
  7. Trump no otorga prioridad a las alianzas históricas de su país. Felipe se separó abiertamente de la alianza con la otra rama de los Austrias y terminó abandonando la alianza con los franceses, tras la muerte de su tercera mujer, Isabel de Valois.
  8. La propensión de Trump a iniciar guerras innecesarias erosiona la Alianza occidental. En el caso de Felipe, la guerra de Flandes le enajenó la alianza con su familia vienesa. Las injerencias en la política francesa (ordenando ejecutar a sus reyes y dirigentes) condujo a su total aislamiento en Europa.
  9. Trump no es capaz de pensar en las repercusiones de segundo y tercer orden de sus decisiones. Cuando Felipe decide atacar Inglaterra por su apoyo a los holandeses, su fanatismo (porque Dios está con él) no le permite pensar en las inclemencias del tiempo ni en las consecuencias del fracaso de su "Invencible", que muchos preveían. Entre otros, su sobrino Alejandro Farnesio y el propio general de la Armada.
  10. El nivel de incertidumbre con el que actúa Trump en la escena mundial no resulta soportable para el sistema internacional. En el caso de Felipe su alocada huída hacia adelante, en aras de afirmar la ortodoxia católica, no era aceptable ni siquiera para el Papa, y mucho menos para su familia católica de Viena ni para la monarquía cristiana de Francia.

La obcecación y la incapacidad para observar lo que ocurre alrededor cuando uno se encuentra en la cima del poder internacional no es algo excepcional. En el caso de España, tal cosa condujo a los "Austrias menores" a deslizarse por una pendiente de guerras que no podían ganar, de aislamiento y de derrota final, condenando a España al ostracismo internacional hasta el siglo XX, aunque la caída no fue tan estrepitosa durante el siglo XVIII debido a la subordinación absoluta a la política de Francia durante el siglo XVIII, representada mejor que ninguna otra imagen por el cuadro pintado por encargo de Luis XIV en 1704 por Henri de Favanne en el que España (arrodillada) ofrece la corona a Felipe de Anjou en presencia del cardenal Portocarrero.

Si algo así es lo que espera a los Estados Unidos de Norteamérica en el futuro no puede predecirse porque, por contraposición a los estados totalitarios, los estados democráticos tienen una enorme capacidad de cambio y regeneración, a condición de que sus ciudadanos —y, sobre todo, sus elites— sean capaces de percibir a tiempo el deslizamiento fatídico y de reaccionar para poner remedio a la maldición que parece pesar sobre las potencias dominantes en cada período histórico. Para no llegar al momento irreversible de la imagen pintada por Favanne, resulta imprescindible una reacción radical contra todo lo que significa la estulticia política y personal que representa el presidente Trump, y de todos aquellos que siguen considerando a Norteamérica como el paradigma de nuestro mundo. Un vídeo distribuido recientemente ofrece alguna esperanza de que una reacción así ya se está produciendo, y "el primer paso para resolver un problema es reconocer que existe."

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