Un proyecto de vida

Un proyecto de vida

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En el ensayo de Virginia Wolf Un cuarto propio (traducción de Borges), publicado en 1929, escribe sobre la mujer y la novela: "Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio, y eso, como ustedes verán, deja sin resolver el problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela". Pero desde aquellos años, Un cuarto propio se ha convertido en una reivindicación del feminismo que reclama un espacio propio vital para las mujeres. La vigencia del ensayo de Virginia Woolf, escrito hace casi un siglo, persiste todavía, porque las mujeres, pese a lo mucho conquistado -en una pelea librada diariamente con mucha sangre, dolor y lágrimas- seguimos sin poder tener un proyecto de vida propio porque el patriarcado subsiste y el machismo que genera se incrementa; la subordinación y el sometimiento siguen considerándose algo normal por demasiadas personas: "Ha ocurrido así siempre, ¿de qué os quejáis?".

Diariamente nos echamos las manos a la cabeza ante la lectura de comentarios, anuncios, chistes, actos o declaraciones, de los que, en muchas ocasiones, sus autores dicen que "no tienen mala intención", pero lo más terrible es el continuo e imparable crecimiento del terrorismo machista. ¿Cómo es posible que la sociedad siga impasible ante los asesinatos machistas que se producen casi a diario? Tres en veinticuatro horas, y aquí seguimos: unas notas en prensa y un minuto de silencio, cuando lo hay, minoritario, convocado por alguna asociación de mujeres. No podemos seguir así, hay que hacer algo más contundente y eficaz.

En lo que va de año, que sepamos, casi 30 mujeres han sido asesinadas por la violencia machista, lo que supone un incremento de un 47% respecto al mismo periodo del año pasado, sin contar la vida de seis niños, bebé incluido, también asesinados, que quintuplica a la del año anterior. Miguel Lorente, el que más sabe de violencia de género, escribe que "cuando el corazón ya se ha hecho insensible a los golpes y a la amenaza de cada amanecer, el maltratador utiliza a los hijos e hijas para conseguir su objetivo"; sin mencionar la violencia estructural contra las mujeres, que crece de muchas y sofisticadas maneras, también entre l@s jóvenes. Una violencia no solo física, sino psicológica, de lenguaje, de relaciones de poder, que siempre ha sido masculino.

Queremos, necesitamos, no solo un cuarto propio, sino una vida propia, sin temores, ni acosos, ni venganzas, ni celos ni asesinatos.

La solución, se dice, es un pacto de Estado contra la violencia de género, y en tal sentido están trabajando en una subcomisión con expert@s en el Congreso de los diputados (denominación que también excluye a las mujeres). Espero que, más pronto que tarde, facilite un informe que sirva para poner remedio a esta tragedia, casi cotidiana, pero me preocupa que pongamos todas nuestras esperanzas en ese pacto de Estado, como si fuera la panacea que va a acabar con esta plaga. ¿Qué pasará al día siguiente de firmar el pacto si hay otro asesinato, y otro y otro, como puede ocurrir? El pacto de Estado es necesario, porque hay que dotar con más recursos económicos y personales a todas las instituciones, personas y organismos que luchan contra el terror que nos asola. El pacto de Estado es una condición necesaria, pero no suficiente.

Además, hace falta un pacto social contra el machismo, como ha escrito con reiteración Miguel Lorente, porque la violencia es un producto del machismo y no se puede ser neutral frente al mismo, como dice otro hombre feminista, Octavio Salazar, a quien también me gusta citar, porque los hombres feministas cada vez son más; junto a grandes mujeres, que se ocupan y preocupan del tema, que hay muchas, muchas, que ahora no puedo citar. El feminismo no es algo exclusivo de nosotras, como algún "machito marchito" me ha dicho, sino que es "una ética y una forma de vida". (Octavio Salazar)

Las mujeres quedaron excluidas de lo público sobre el falso argumento de que su naturaleza supuestamente le impedía formar parte de la comunidad civil y política; la medula de la sociedad patriarcal no se ha roto y, o acabamos con ella, o las seguirán asesinando. Pediría, por ejemplo, en la Subcomisión del Congreso que va a sentar las bases para la aprobación del pacto de Estado, incluir también la derogación del artículo 84 de la LOMCE, que tiene visos de inconstitucional, y que va a permitir, según reciente sentencia del TS, que se financie con fondos públicos la educación segregada por sexos. Si no nos educan en igualdad, si nos separan desde la infancia, luego, cuando la vida nos una, seguiremos sin entendernos en juegos, cuentos, lenguaje, gustos, colores. ¿Quién arregla después el estropicio? ¡No con mis impuestos! Que se lo paguen ellos, y ya estoy siendo generosa, porque no estoy segura de que la educación segregada no vaya siempre en contra del artículo 14 de la Constitución, que consagra el principio de igualdad entre los sexos.

Sin "coeducación no hay igualdad", y sin esta no hay democracia; "la coeducación es parte ineludible del modelo educativo que cabe deducir de la Constitución española", según rezan los tratados internacionales, suscritos por España, el Derecho comunitario, así como la jurisprudencia del TC o la ley de protección integral contra la violencia de género -que contiene el principio de igualdad en la interpretación de las normas, o la asunción de transversalidad de dicho principio, el cual debe ser asumido por todas las Administraciones públicas-, así como la ley para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, como tan bien explica Octavio Salazar en su artículo Faldas a la izquierda, pantalones a la derecha.

Queremos, necesitamos, no solo un cuarto propio, sino una vida propia, sin temores, ni acosos, ni venganzas, ni celos ni asesinatos. "Un día despertó/Y ya no tenía miedo/La valiente vencía al cobarde/La maltratada vencía al maltratador" (Ana I Bernal). Ese día ya tuvo una vida propia.

Este artículo fue publicado originalmente en Diario de Sevilla