'Heritage'

'Heritage'

Cójase un bello edificio del bario de Salamanca en Madrid, encargue la restauración a un arquitecto prestigioso, Manuel Bernar de BSV, y después, entréguese para que lo decore al más barroco y elegante -con perdón de Jean Porschede los interioristas españoles, Lorenzo Castillo. El resultado se llama Heritagey es un bello Relais & Chateaux en el que se cuida hasta el más mínimo detalle. Los propietarios saben de esto porque son los mismos que los del refinado y ya clásico Hotel Orfila.

Cuenta con apenas cincuenta habitaciones y todas son diferentes en todo salvo en la profusión de antigüedades, el gusto por los tapizados cálidos, el empleo de materiales nobles, como ricas maderas y mármoles multicolores y la abundancia de grabados y cuadros.

Todo es acogedor y de una elegancia culta y discreta, muy alejada de estridencias y exageraciones. Aun así la modernidad de un buen wifi, de bonitas cafeteras y grandes televisores en las habitaciones no se descuida, como tampoco los productos de higiene que son de una de mis marcas favoritas, Etro.

Los espacios comunes son confortables como los de una casa -palaciega, eso sí- familiar y todo se hace girar alrededor del cliente, gracias al trabajo eficaz y meticuloso de un servicio atento y sumamente amable. Aún falta hacer algún trabajo con los arreglos florales -y el gimnasio-, pero también es cierto que todavía están en rodaje.

Cuenta con muchos lugares en los que apetece estar, pero, entre todos, destacan las dos apacibles terrazas de la azotea donde refrescarse, tomar unas tapas o un buen cóctel, acompañados por el murmullo de pequeñas fuentes.

Sin embargo, con todo, mi estancia favorita es el comedor, un fabuloso esquinazo donde las paredes de un lado son grandes ventanales a la calle y las del otro refulgentes espejos facetados que se combinan con un espectacular papel chinesco azul petróleo y plateado.

A su lado, una bella terraza cubierta de cristal que recuerda los jardines de invierno decimonónicos. Aunque aquí las plantas exóticas estén en los tapizados y no en los grandes vasos de porcelana que orlaban aquellas. Abundan también los espejos, marca de la decoración de Lorenzo Castillo y que además sirven para centuplicar la luz. Es ideal para tomar el aperitivo y el café antes y después de disfrutar del gran comedor.

Por si todo esto fuera poco, Mario Sandoval es el autor de la cocina, mucho menos elaborada que la de Coque, por supuesto, pero igualmente brillante. Dice el chef que aún están perfilando los detalles, pero lo cierto es que ya es un lugar muy recomendable. Tanto que poco les contaré ahora porque el restaurante merece una nueva visita en septiembre y un post especial. Mientras llega, les diré que Haroma, que así se llama, está sabiamente dirigido por José María de Acuña, un exCoque que se mueve igual de bien entre platos que entre vinos. Para abrir boca, ya les recomiendo un gran ravioli de mariscos suavemente perfumado con azafrán y el excelente arroz de pichón, con piñones y romero que sabe a campo y a chimenea.

Ya les dije que en este blog les hablaría de restaurantes y otras cosas, y en esas otras, sobre todo de hoteles. Lo hago poco por mor de la especialización, pero a veces vale la pena hacer una excepción. Y esta es una de esas ocasiones. Madrid se ha llenado en unos años de hoteles de cuatro estrellas, más pensados para el turismo masivo que para el viajero refinado. Este tiene cinco y se entiende por qué. Es una apuesta seria por el turismo de lujo pero no solo. También es para que los madrileños expertos aprovechen sus exquisitos espacios comunes y puedan desayunar bien, comer mejor o tomar un té como los de antes.

Este post se publicó originalmente en la página Anatomía del gusto. Puedes visitar la página de Anatomía del gusto en Instagram y en Twitter