Contra la creatividad

Contra la creatividad

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¿Quién podría estar en contra de la creatividad? Yo, desde luego, no. Y tampoco Oli Mould, autor del libro Contra la creatividad. Este geógrafo solo critica una concepción falsa y muy extendida del llamado "trabajo creativo" (se admiten otras expresiones: personas creativas, clase creativa, pensamiento lateral, emprendimiento, etcétera). Quizás una entrevista no sea la forma más creativa de plantear este tema, pero no se nos podrá acusar de fomentar el individualismo. Me gustaría compartir con ustedes las opiniones de Oli sobre la estafa de la creatividad:

ANDRÉS LOMEÑA: No soy demasiado original al proponerle esta entrevista porque descubrí su libro por recomendación de un buen amigo. ¿Qué reacción ha causado su obra?

OLI MOULD: Ciertas personas han dicho que Contra la creatividad es un libro muy oportuno ya que se echaba en falta una crítica de la "narrativa de la creatividad", la cual nos ha atado a una visión capitalista del mundo. Esto me sorprendió porque yo había seguido a mucha gente que ha desarrollado esa crítica durante casi una década; el hecho de que la versión neoliberal de la creatividad haya persistido tanto tiempo muestra por qué hacía falta una crítica exhaustiva.

Las reseñas han sido mayoritariamente positivas, aunque en el debate que tuve sobre el libro, algunos se preguntaron por qué no había tratado la creatividad como una habilidad. Lo cierto es que esa nunca fue mi intención. Quería atacar la construcción socio-política de la creatividad, no su base artística. Me centro sobre todo en cómo podemos "crear" nuevas sociedades (modos de ser, vivir y trabajar) que aún no se han pensado a una escala masiva. Nunca quise criticar a las personas creativas que poseen grandes talentos y habilidades; tan solo intento argumentar que hay un modo de vida mejor donde las capacidades se pueden dirigir a algo distinto de la creación de sociedades capitalistas injustas y explotadoras.

A.L.: Empieza hablando de un sin techo que cantaba maravillosamente bien. Yo tuve una experiencia similar en Holanda. Aún resuena en mi cabeza la voz de un sin techo y quince años después me sigo arrepintiendo por no haberme parado frente a él. También adoro los cocodrilos de arena que hace un hombre en la playa por donde salgo a correr. ¿No estaremos siendo nostálgicos o ingenuos con estos artistas fuera del sistema?

O.M.: No lo creo. Me parece que somos demasiado apáticos con el modo en que las versiones capitalistas de la creatividad explotan a los que están fuera del sistema. Los sin techo que cantan, los artistas de arena, el arte de los discapacitados, el arte queer... se suelen apropiar de las obras de muchos de estos sujetos creativos "marginales" con demasiada facilidad y rapidez. Si evaluamos el arte que está fuera del ámbito comercial por lo que es, sin pensar automáticamente en cómo encaja en el mercado, este florecería sin necesidad de los habituales mecanismos capitalistas. Lejos de sobreestimar ese tipo de arte, lo que necesitamos es celebrarlo más por lo que es, divulgarlo mediante los mecanismos del mercado y deleitarnos con los mundos creativos de esas personas marginadas.

"Hay modos de vida que han prosperado en medio de la opresión capitalista. Solo necesitamos saber dónde mirar y cómo replicar esos modelos".

A.L.: Critica la retórica de la creatividad, la precariedad de los trabajos creativos y el impulso neoliberal hacia la explotación laboral. En definitiva, hablamos de la alienación de toda la vida, ¿verdad?

O.M.: Sí, mi crítica está basada en la tradición marxista. Por tanto, hablamos de la alienación del yo y de cómo los capitalistas están degradando nuestras energías creativas. No obstante, creo que hay algunos matices que llevan mi argumento más allá de las críticas de Marx. Por ejemplo, menciono el "deseo" de la tradición deleuziana (en una breve nota al pie porque no quería distraer al lector con las lecturas de Deleuze); buena parte del libro se centra en nuestra energía creativa y en cómo Deleuze (y Guattari) hubieran imaginado la producción del deseo. En otras palabras, sostengo que la creatividad necesita redefinirse como un rasgo que todos podemos utilizar para desplegar experiencias no capitalistas. El esfuerzo y la energía que todo el mundo pone en el "trabajo creativo" (que es como se está remodelando el trabajo en su conjunto) son una fuerza poderosa y revolucionaria, solo que necesita usarse como tal.

A.L.: Propugna la resistencia a la gentrificación. ¿Qué se puede hacer?

O.M.: Hay muchos ejemplos de campañas de resistencia y protestas exitosas que se han llevado a cabo para combatir el poder de la gentrificación. Y hay muchas más de las que puedo o quiero comentar. Lo que tienen en común todas esas luchas es el reconocimiento del amplio espectro de tácticas contestatarias, incluida la acción creativa. ¿Qué puede hacerse? Para resistir al mantra de la "ciudad creativa" no se puede renunciar a la acción colectiva ni al compromiso ético con quienes tienen vidas o modos de vida que están en juego. Por supuesto, conseguir eso no es fácil: se requiere vigilancia, paciencia, compasión y muchas otras virtudes que apenas se ofertan en el mundo neoliberal. Hay modos de vida que han prosperado en medio de la opresión capitalista. Solo necesitamos saber dónde mirar y cómo replicar esos modelos.

  Oli Mould, en un fotograma durante una conferencia.

A.L.: ¿El coworking perpetúa la precariedad?

O.M: El coworking es útil para el "trabajador creativo", pero la cuestión es por qué necesitamos esos lugares. Es más, ¿cómo ha llegado a ser aceptable el modelo de la economía gig? [Empleos cortos y esporádicos]. Lejos de empoderar la individualidad, solo la exacerba. La obra de Guy Standing sobre el capitalismo rentista resulta pertinente porque cuenta cómo el mundo material está cayendo en unas pocas manos que tienen el poder de cobrar por el privilegio del acceso. Tal y como digo en el libro, la economía colaborativa es un magnífico ejemplo de esto porque lo mercantiliza todo a nuestro alrededor. Nos incentiva para que veamos todo lo que nos pertenece como una fuente de ingresos más, y al hacer eso, destruye cualquier vínculo social que pueda darse. Por eso apelo a la obra de Marcel Mauss, para plantear que podría crearse una economía mucho más moral si las tecnologías de la economía colaborativa se pusieran al servicio de una riqueza compartida. Como esas tecnologías pertenecen a empresas privadas de multimillonarios y no están dirigidas democráticamente, las plataformas de intercambio sin ánimo de lucro es lo último que desean.

"Los creativos (publicistas, diseñadores, etcétera) están atrapados en la prisión del talento que los define".

A.L.: Estoy seguro de que la propiedad intelectual y los derechos de autor son importantes en sus investigaciones.

O.M.: La defensa feroz de la propiedad intelectual fue uno de los principales catalizadores en la creación de las "industrias creativas" en Reino Unido en 1998. Esto dio paso a la política fundacional de la narrativa creativa global. Es importante que las personas sean remuneradas por su trabajo, pero solo se pelea porque esa "recompensa" es necesaria para sobrevivir... lo que nos devuelve a la opresión del mercado. Al intentar defender nuestra pequeña parcela del ámbito cultural, creamos unos espacios cada vez más competitivos en los que la clase capitalista siempre triunfará.

Las licencias Creative Commons fueron una idea excelente y todavía funcionan. Extendámoslas. ¿Por qué no hacerlas funcionar en otros espacios? En el taxi, o en el reparto de comida a domicilio, por usar ejemplos de actualidad. El procomún [bienes comunales] es una ideología importante y tiene un poder inmenso para romper drásticamente con los procesos capitalistas. Es una idea que no podemos desestimar si pretendemos frenar la catástrofe climática.

A.L.: ¿Tiene alguna idea para un periodismo verdaderamente creativo?

O.M.: Una vez más, creo que el procomún podría funcionar. Trabajar colaborativamente con muchas más personas o sindicarse contra prácticas laborales abusivas como el nepotismo o los bajos salarios reforzaría nuestros vínculos. El término "periodista creativo" adquiriría un significado problemático en la era de las fake news y la postverdad; quizás por eso lo que el mundo exige ahora mismo es un periodismo de precisión. Buena parte del problema de las noticias falsas se reduce a cómo los mercados dirigen la creación de contenidos (vía click-baits y otras fórmulas). Hay iniciativas de periodismo cooperativo y comunal (por ejemplo, OpenDemocracy y Novara Media en Reino Unido o Jacobin en Estados Unidos) que hacen avanzar este modelo. Estos medios se verían como plataformas aún más imparciales si consiguieran crecer sin caer en esos ignominiosos procesos capitalistas.

A.L.: Espero ver su libro traducido al español cuanto antes.

O.M.: Hay una traducción en marcha. La publicación está prevista para finales de 2019. La traducción es un acto creativo que permite capturar la crítica y adaptarla a nuevas culturas. Asimismo, los idiomas nunca encajan a la perfección, así que esa tensión puede producir un conocimiento sutil y novedoso.

A.L.: ¿Alguna conclusión? No tiene que ser nada especialmente creativo.

O.M.: Tus preguntas han sido muy completas y estimulantes. Me han hecho pensar concienzudamente y me permitirán explorar mi próximo proyecto de forma creativa, así que gracias.

En resumidas cuentas, los creativos (publicistas, diseñadores, etcétera) están atrapados en la prisión del talento que los define. Dicho de forma más comercial (y más sarcástica también): "Más dignidad laboral y menos creatividad".

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