El libro tardío de la precocidad

El libro tardío de la precocidad

Mary Shelley (1797 - 1851), escritora británica autora de 'Frankenstein'.Getty Images

Edad y energía creativa en la literatura.

Precoces hasta la muerte

Todos queremos ser precoces, ya sea en el ámbito sexual o en el literario. Algunos escritores lo fueron, como Melville, aunque su madurez temprana no le sirvió para obtener el reconocimiento del público. Otros fueron precoces en la vida y en la muerte: escribieron jóvenes y murieron dejando un cadáver bonito. Ahí tienen a José de Larra, que se suicidó a los 27 años, o a Robert E. Howard, que hizo lo propioa los 30, aunque su despedida prematura no le impidió ser prolífico.

Si hay un breve y delicado texto llamado El pequeño libro del plagio, también se podría escribir algo así como El libro tardío de la precocidad, un opúsculo sobre los artistas que fueron precoces en el reino de las letras. La energía creativa nace, crece y después se va apagando. Algunos reciben la visita de las musas siendo púberes, otros siendo ancianos. Mary Shelley escribió Frankenstein con tan solo 20 años. No me digan que no es asombroso. Que se quiten Hemingway y Goethe, aunque ellos también fueron precoces. Algunos me dirán que Mozart sí que fue un artista precoz, y no lo pongo en duda, pero al arte de la novela se le presume una energía creativa que nace de las experiencias vividas, y con veinte años apenas ha dado tiempo a vivir lo suficiente como para contar una historia verdaderamente vívida e intensa.

Precocidad de diseño

Algunos escritores han sido sospechosamente precoces, como el novelista estadounidenseChristopher Paolini. Con 20 años (como Mary Shelley), su novela Eragon lo peta. Era el principio de una saga de fantasía. Hasta hacen peli. En 2018, Paolini sigue sin publicar un proyecto de ciencia-ficción que tiene entre manos y lo que sí vende mucho es... un libro para colorear sobre su exitosa saga. ¿Cómo es que este supuesto talentazo se estancó tanto? La verdad sea dicha: la energía creativa es un concepto que uso, aunque no creo demasiado en él. Toda la energía de la creación (el genio, el talento, las musas) está modulada por la crítica, las editoriales, las operaciones de marketing o los caprichos y modas de los lectores. Toda obra literaria es un misterio extraliterario.

Precocidades atrofiadas

No se me pasa por alto el hecho de que, junto a una precocidad cada vez mayor, la sociedad ha sufrido a su vez un aplazamiento en muchos terrenos: se retrasa la maternidad, la emancipación y un largo etcétera. Si la precocidad avanza y estas demoras vitales también, se genera una tensión entre la energía prematura y la fuerza de la lentitud, un vacío cada vez mayor. Escribimos y creamos antes que nunca, pero publicamos más tarde de lo habitual; probamos el sexo con más precocidad que nunca, pero nos emparejamos más tarde de lo habitual, si es que lo hacemos. La precocidad pasa de ser una virtud (se asoman las potencialidades de un individuo) a una maldición (contemplamos la decepción de aquellos que presentan capacidades que no explotarán hasta muchos años después, si es que lo hacen). Y de la eyaculación precoz mejor ni hablamos...

Inmadura precocidad

Quizás esta tensión creciente entre lo tardío y lo precoz no sea más que un signo de inmadurez, la enfermedad de nuestro tiempo, por usar la expresión del editor Francesco Cataluccio, que ha diseccionado este concepto con poca precocidad y mucha belleza.

Yo soñé toda la vida con ser precoz en el arte de la novela, si bien no me hubiera importado serlo en casi todo lo demás. También quise ser precoz como periodista... y solo he empezado a colaborar con un diario digital al llegar a la mitad de la vida.

Llego tarde, a pesar de que siempre he intentado ser puntual. Decía Nietzsche que él nacería póstumo, pues solo se entendería su pensamiento después de muerto. Yo tengo la sensación de que moriré antes de nacer, pues todo cuanto escribo ya se ha escrito (y no me veo en condiciones de hacerlo mejor).

De hecho, estoy seguro de que voy muy rezagado al escribir sobre la precocidad... con 36 añazos.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).