Justicia informativa, por favor

Justicia informativa, por favor

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Hace más de diez años, una profesora de periodismo me dijo que estuviera muy pendiente a unas becas para Latinoamérica porque la convocatoria salía pocos días antes de que terminara el plazo de presentación. Según ella, se hacía de forma premeditada para restringir el número de candidaturas y dárselas a quienes estaban "avisados". Tras esta arbitrariedad (una forma básica de corrupción, en realidad), pensé por primera vez en las asimetrías de la información (algo que ha tratado Stiglitz en el campo económico) como una forma de injusticia informativa. El derecho de acceso a la información es una libertad formal, es decir, existe sobre el papel, pero casi nunca en la práctica. Con justicia informativa me refiero a una libertad real, esto es, al hecho de que no solo se tenga derecho a buscar y recibir información pública, sino a que esa información se distribuya de forma apropiada.

Repensar la libertad de información viene a propósito del reciente libro de Sara Mesa, Silencio administrativo, que está recibiendo numerosos y merecidos elogios. Mesa describe el horror cotidiano de la burocracia, una forma sutil de injusticia informativa que deja inermes a ciudadanos en riesgo de exclusión social. Deberíamos leerlo... pero claro, la información sobre novedades editoriales está mal distribuida y quizás no hayan oído hablar de Sara Mesa (aquí habría que sumar nuestros propios sesgos cognitivos o nuestra pereza informativa).

Me parece lógico que algunos términos como justicia conmutativa y distributiva estén ampliamente extendidos, pero me sorprende que nuestra sociedad de la información apenas haya desarrollado un vocabulario adecuado para referirnos a ciertas injusticias inducidas por la falta de información e incluso por la desinformación. En las facultades de periodismo se solía mencionar el libro de Chomsky Cómo nos venden la moto, que contiene una sentencia tan sugerente como polémica: "La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario". El corolario es el siguiente: si la cachiporra es una forma de represión, un tipo violento de injusticia, la propaganda (y la desinformación o el desconocimiento en general) es una forma de manipulación, un tipo cognitivo y epistémico de injusticia. Además, si se ha acuñado el término de justicia lingüística, ¿por qué no potenciar el de justicia informativa?

La posverdad y las fake news dentro de los límites de la injusticia informativa

Muchos años después de aquella beca para Latinoamérica, asistí a una charla en un instituto donde hablaban de los programas para estudiar en el extranjero. El ponente alentaba a los profesores a que se acogieran a esas becas. Le pregunté si existía alguna para mi especialidad. Me contestó que todo estaba en la página web... y así me condenó a aburrirme en el ruido informativo, a darme una solución que en realidad no solucionaba nada. Informar no significa responder que todo está en Internet. No me extraña que la educación misma esté en crisis, ya que pensamos con facilidad que todo está en Internet. Al margen de que eso es falso y a la hora de la verdad casi nada está en la red (espero argumentar esta afirmación en otro artículo), el mar de datos que nos inunda solo puede servir para que seamos autodidactas en algunas áreas. Se pierden oportunidades cuando la información está desestructurada, o peor aún, cuando se usa deliberadamente para que unos se enteren y otros no. En resumidas cuentas, la ciudadanía plena solo se da si tenemos justicia informativa.

Términos tan de moda como posverdad, hechos alternativos o fake news adquirirían un nuevo sentido si estuvieran dentro de un concepto más abarcador como el de injusticia informativa, de donde se podría derivar un marco regulativo más claro acerca de las sutiles tropelías que sufrimos como consumidores y como ciudadanos.

He escrito (in)justicia informativa en cada párrafo, no vaya a ser que algún lector lea en diagonal y se haya saltado un mensaje más que evidente. En resumidas cuentas, necesitamos insertar la idea de información dentro del ámbito de la justicia. La información mal distribuida no es información.

¡Un poco de justicia informativa para todos, por favor!

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).