La ciudadanía digital en el siglo XXI
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La ciudadanía digital en el siglo XXI

Se ha hablado mucho del capital en el siglo XXI, pero también conviene discutir en profundidad sobre la ciudadanía digital de nuestro siglo... y para ello he tenido el lujo de conversar con Renata Ávila, abogada internacional, activista y directora ejecutiva de la fundación Ciudadanía Inteligente. El número de proyectos e iniciativas que desarrolla es tan apabullante como su compromiso ético y político. Esta entrevista digital abarca un sinfín de cuestiones cruciales, desde los derechos humanos a la alfabetización digital, pasando por el rol de los periodistas. Pasen y contemplen este impresionante fresco de la ciberciudadanía en el siglo XXI.

  Renata Ávila

ANDRÉS LOMEÑA: Las sociedades contemporáneas afrontan todo tipo de peligros: el neoliberalismo, el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad, la desigualdad social, así como la descomposición del Estado del Bienestar y el desmoronamiento de las democracias. Lamento caer en un argumento pragmático, pero me gustaría saber si tiene una hoja de ruta para abordar estos problemas. A su juicio, ¿qué acciones, medidas o riesgos deberíamos priorizar?

RENATA ÁVILA: Mi hoja de ruta como punto de partida es el desmantelamiento de tres "superestructuras" que están por encima de los Estados. Parecen intocables, inmutables ante cambios de mando, golpes de Estado, revoluciones, crisis y guerras. Sus dinámicas son calculadas y su plan es a largo plazo y de control total, y están a punto de converger y consolidarse en un totalitarismo tan sofisticado que no tiene precedentes, y que, hasta la elección de Donald Trump, se instalaba de forma muy sutil en todas las esferas de la vida de las personas.

Son tres las estructuras: la primera cubre el entramado de tratados comerciales internacionales, tratados de inversión extranjera y los mecanismos de comercio global. La segunda concentra todo el poder del capital, especialmente todo el capital offshore, y la tercera, quizá la más peligrosa de todas, es la alianza entre el poder militar, la industria alrededor de este (contratistas) y los gigantes de la tecnología. De estas estructuras emerge una alianza de una nueva élite, la cual, tal y como explica el Transnational Institute en su diagnóstico de poder para el año 2019, ejerce una nueva forma de soberanía separada del territorio. Estas élites corporativas tienen ciertas características en común, como mantener todo su capital en paraísos fiscales, evadiendo la solidaridad mínima de los impuestos y distanciándose cada vez más de sus países de origen, por lo que no se pueden neutralizar por los medios tradicionales (protestas o contiendas electorales nacionales). Estas superestructuras neutralizan el escrutinio de la ciudadanía por medio de la complejidad y el secretismo, algunas veces justificada por seguridad nacional, otras por relevancia estratégica económica.

El primer paso para acabar con ellas es la conformación de un movimiento de base global, que entienda que el problema no puede atacarse de forma aislada: una serie de acciones descentralizadas y coordinadas desde la base puede mermar el sistema antes de que este se consolide y no tenemos mucho tiempo para ello. Es por eso por lo que el 30 de noviembre de 2018 lanzamos, junto al Instituto Sanders y al Movimiento Democracia en Europa 25 (DiEM25) una llamada global a todas las fuerzas democráticas del mundo para unirse y detener esta consolidación de poder sin precedentes. Ese es el punto de partida: unidad de acción de todas las personas y no solamente de un país, un continente. La soberanía corporativa de hoy actúa de forma global, sin fidelidad a Estado alguno, sintiendo que su campo de acción es el mundo entero y que nadie se da cuenta. La ciudadanía debe exigir de vuelta la soberanía popular, sepultando la "soberanía corporativa" de hoy, y para ello hay que sacudirse las distracciones xenofóbicas y nacionalistas para enfocarse en el verdadero problema: cómo las élites evaden su responsabilidad y escrutinio. Enfocarnos en las élites y su populismo para desbaratar la soberanía corporativa. Desnudarlos, exponer el grado de putrefacción y coordinación de su beneficio a costa de todos.

La mera existencia de un movimiento global y presencia en todas partes del mundo les recordará que ese campo de acción, que ese mundo que quisieran dominar a su máxima conveniencia, libre de impuestos o rendición de cuentas, es de hecho nuestro y lo vamos a defender.

La posibilidad de que lo digital pueda reproducir una estructura similar a la de los tiempos de la colonia, un sistema en el que las tecnologías ejerzan controles ineludibles sobre las conductas, sobre las vidas de los más desposeídos, sin el consentimiento de estos y sin opciones para salir de dicho control.

A.L.: Autores como Joseph Slaughter han planteado que el discurso sobre los derechos humanos responde a una agenda neoliberal. El liberalismo salvaje se apropió del lenguaje de los derechos humanos para desarticular reivindicaciones igualitaristas y anti-colonialistas. ¿Comparte este punto de vista?

R.A.: Vengo de Guatemala, donde hubo un atisbo democrático en 1944, pero fue aplastado por un golpe orquestado por la CIA una década después, lo que destrozó el sueño de un sistema diferente en una pequeña nación agricultora. Setenta y cinco años después, mi gente, mucha analfabeta, sufriendo desnutrición crónica, cruza desiertos, desesperada porque la promesa del capitalismo, de bienestar, nunca les llegó. Después de una guerra de 36 años, un genocidio perpetrado contra cuatro pueblos mayas y un cuarto de millón de muertos, aquellos que pretendían liberarles construyen un muro para no dejarles entrar. Una constitución redactada e interpretada por una de las oligarquías más sanguinarias y avaras del mundo. Un país cooptado por mafias. ¿Qué nos queda? El marco de protección internacional de derechos humanos y el interés que la comunidad internacional le ponga para hacerlo valer. Algunas veces ha salvado vidas.

Aunque no estoy en total desacuerdo con Slaughter, en este entorno y en países como el mío, apelar al conjunto de principios consensuados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos es frecuentemente el último, a veces el único recurso y protección para recordar a la comunidad internacional el sufrimiento humano de sus pares en estas partes del mundo. Otra cosa es la burocracia de los derechos humanos. Lo viví de primera mano, cómo organizaciones consolidadas eran sumamente cautelosas en cómo y cuándo proteger a ciertos activistas de Occidente: llegaron tarde al caso de Chelsea Manning, llegaron tarde y de forma poco eficiente al caso de Edward Snowden. Están completamente ausentes de procesos en donde las corporaciones reducen de forma masiva los derechos económicos de regiones enteras. Están muchas veces donde les conviene. Pero es innegable que la idea de universalidad y los principios cristalizados en la misma son un compromiso sin precedentes, un legado que debemos defender y hacer avanzar.

A.L.: Me atrevería a decir que la ciudadanía digital tiene sus propios riesgos y desafíos. Me consta que Tim Berners-Lee trabaja en Solid para proporcionar al usuario más control sobre sus datos. WikiTribune ya está en marcha, pero no sé si está funcionando adecuadamente o si se esperaba algo más de esta iniciativa. ¿Qué proyectos le parecen más prometedores o dónde deberían incidir el activismo y la cooperación?

R.A.: Es 2019. La World Wide Web está celebrando ya su cumpleaños número 30, Internet tiene casi medio siglo. ¿Son tecnologías nuevas? El año pasado se calcula que se consiguió conectar a la mitad de la humanidad. ¿Pero qué pasa con el resto desconectado? Más allá de los proyectos que mencionas, que son aspirinas a problemas más profundos, a mí lo que me mantiene despierta durante la noche, lo que más me preocupa y a lo que he dedicado buena parte de mi libro, es a la posibilidad de que lo digital pueda reproducir una estructura similar a la de los tiempos de la colonia, un sistema en el que las tecnologías ejerzan controles ineludibles sobre las conductas, sobre las vidas de los más desposeídos, sin el consentimiento de estos y sin opciones para salir de dicho control.

Las élites mundiales discuten ansiosas estrategias para apresurar la conexión a Internet, la adopción de tecnología del mayor número de personas, a la máxima velocidad. Compiten por el acceso a los datos que generará la mitad de la humanidad que aún no tiene acceso a Internet hoy, porque quien tenga acceso a estos va a superar las capacidades de rivales en temas de inteligencia artificial. Irá a la delantera en bases de datos que solamente una muestra diversa puede generar. Ese es el interés primario, y no necesariamente el desarrollo humano y el acceso al conocimiento y más democracia.

Además, me preocupa mucho y me gustaría incidir más en el tipo de tecnología, a qué Internet es conectada y a qué tipo de tecnología son expuestos los pobres globales. Y es que los desconectados hoy son las personas más pobres del mundo, son frecuentemente los desposeídos, los aislados, los que no gozan de países democráticos, que viven o en guerra o en situaciones muy precarias, muchas veces en regímenes autoritarios, sin acceso a servicios mínimos y sin referentes detallados sobre cómo vive el resto del mundo, cómo viven las élites del mundo. ¿Cómo podemos evitar que esa conectividad no se vuelva un grillete electrónico invisible, una forma de monitorearlos, de ficharlos, de regular su comportamiento? Acá no hablamos de chicos bien haciendo verificación de datos colaborativa, sino de una población precaria, muchas veces en situaciones sociales y políticas volátiles.

Un ejemplo que ha dejado dolorosas lecciones es el de Myanmar, un país complejo y con Internet no accesible por muchos años. A sus ciudadanos se les conecta recientemente de forma acelerada a un servicio que ofrecía el acceso a una versión de Facebook de manera gratuita. Algunos dirían que, después de una dictadura militar, una plataforma digital sería el vehículo perfecto para esa mentada "ciudadanía digital", reorganización social, para estrechar lazos, estar cerca, compartir y ser sociable. Sin embargo, la decisión de privilegiar una plataforma centralizada, con perfiles detallados, en un país post conflicto estuvo mal calculada: la arquitectura de Facebook, que propicia detallados perfiles de sus usuarios, fue utilizada como la herramienta con mayor impacto para incitar al odio y exterminio de los Rohingya, conduciendo a actos genocidas y al mayor desplazamiento humano de la historia reciente. Esto fue un daño colateral, pero las decisiones de cómo conectar a los pobres responden a planes a largo plazo de los gigantes tecnológicos, en alianzas con los gobiernos, donde los últimos en enterarse son ellos.

A.L.: Los lectores de El HuffPost quizás no conozcan DiEM25. El partido paneuropeo liderado por Yanis Varoufakis y otros intelectuales propone un Green New Deal. ¿En qué consistirá ese Acuerdo Verde?

R.A.: DiEM25 nació hace un par de años como un movimiento paneuropeo que busca restaurar la democracia en Europa, después de que la voluntad del pueblo griego fuera aplastada e ignorada por un sistema cada vez menos democrático. Surge con un manifiesto redactado por líderes y pensadores notables de nuestro tiempo que luego es suscrito por más de cien mil personas, en distintas partes de Europa. Ante la avanzada de los proyectos democráticos y la incoherente respuesta de los partidos tradicionales, decide que una de las acciones del movimiento sería, además de tener un ala electoral y participar en elecciones, la de ofrecer un espacio y extender una invitación a unir esfuerzos a partidos similares.

Con la participación en las Elecciones europeas de 2019, el Green New Deal convoca a distintos partidos a ofrecer a los votantes una visión compartida de Europa como un terreno de democracia, sostenibilidad, prosperidad y paz. Es, para Europa al menos, esa hoja de ruta que me pedías en la primera pregunta. Son doce pilares que forman una visión a largo plazo de un nuevo estilo de vida sostenible. El Green New Deal promueve un modelo de desarrollo que tiene en cuenta los grandes retos que tenemos por delante: desde la escasez de recursos naturales, hasta la automatización del mercado laboral o la destrucción medioambiental.

Lo más destacable del Green New Deal es el programa de inversión, que puede ser activado de inmediato y sin necesidad de crear nuevos organismos, ni modificar tratado alguno. Dentro de la legalidad europea actual, podemos poner en marcha un ambicioso programa de inversión paneuropeo que, en cinco años, tendría un impacto tremendo en el cambio que reclaman nuestras economías, compromiso con el medio ambiente y creación de empleo, inversión en Ciencia y Tecnología, etc. Todo, repito, utilizando las actuales estructuras, como el BCE y el Banco Europeo de Inversión. Además, mi parte favorita, claro, es el pilar tecnológico. Europa tiene un rol importante que desempeñar que nadie más va a llenar, para garantizar que los avances sin precedentes en la tecnología nos ayuden a avanzar en libertades y derechos. Le corresponde a Europa tomar justo el rol opuesto al que tuvo en las colonizaciones del pasado. Lo debe.

Aprendí muchísimo de las élites de mi país, que son la versión bruta y burda de las élites mundiales: su comportamiento tribal, su avaricia, cómo niegan principios fundamentales como la igualdad de las personas, el racismo y la explotación que imponen a todos los niveles...

A.L.: En 2018 he percibido una reacción antifeminista fortísima, al menos en España. No sé si tiene la misma sensación. Quizás tanta exposición en los medios se pueda interpretar como parte de una campaña política para banalizar el movimiento o como un último coletazo del patriarcado. ¿Cómo ve la situación actual?

R.A.: No soy tan optimista, no creo que sea el último coletazo del patriarcado. Los medios son uno de los actores más poderosos y representativos de dicho patriarcado y los avances tampoco son tantos. Cuando leo textos de las revolucionarias de las primeras tres décadas del siglo veinte, la lucha de las feministas actuales, sin desvalorarla, me resulta un poco pálida y desconectada de la lucha por la justicia social, por la paz y por la libre determinación de los pueblos. Especialmente me preocupa el número reducido de mujeres que cuestiona, desde una perspectiva de género, las superestructuras que describí anteriormente. La situación actual necesita de miradas críticas diversas desde el interior de los movimientos feministas y evitar que a estos los consuma el individualismo o poner la situación de las víctimas de terribles abusos como la agenda prioritaria sin que se aborde el problema desde sus estructuras.

A.L.: Ha publicado un libro junto a otras autoras sobre las grandes filtraciones de datos y el papel de los informantes o whistleblowers. No sé si hay prevista alguna traducción al español. En cualquier caso, me gustaría pedirle alguna pista o consejo acerca de cómo formar a los futuros periodistas para que tengan suficiente coraje y principios morales en un mundo mediático realmente complejo.

R.A.: Respecto al libro, este era precisamente un pequeño gesto para llevar voces de mujeres diversas a una conversación de temas en los que a menudo no se invita a mujeres o no se discuten con mujeres. Nos encantaría publicarlo en español, pero aún no hay ninguna traducción. A los futuros periodistas les recomendaría entender y desafiar las estructuras editoriales y el modelo económico y político de los medios de hoy: estos no están cumpliendo su misión. Otros consejos prácticos:

1. Tu teléfono es un teléfono, úsalo como tal y no centralices todas tus actividades periodísticas y personales en él. Te hace predecible, localizable. Colocas en un solo aparato a tus contactos, tus fotos, grabaciones de entrevistas, tus fuentes, tu familia y tu vida privada. Con la sofisticada gama de programas digitales para infectar teléfonos (muchas veces haciendo click en una simple invitación falsa), es extremadamente peligroso dejar la vida entera en un aparato.

2. Esa historia que tu editor quiere matar sin mayor explicación puede ser importante y relevante para temas de interés público. Si tienes evidencia de que va a beneficiar a personas, o va a contribuir a avanzar derechos o impedir abusos, fíltrala de manera anónima y segura a otro medio. No nos dejes en la ignorancia.

3. Si estás cubriendo una guerra o conflicto, no te olvides de entrevistar a mujeres, adultos mayores y niños. Son frecuentemente aquellos más golpeados por estas situaciones, y de los que oímos menos. Pero al hacerlo, debes ser aún más cuidadosa o cuidadoso con tu higiene digital y con el consentimiento de estos para aparecer en tus historias, que siempre debe ser expreso e informado. Si puedes, borra del material a publicar metadatos que pudieran revelar información de su ubicación geográfica exacta.

A.L.: Pide escrutinio ciudadano, así como compromiso intelectual y periodístico para luchar contra el avance del fascismo. En España se discute acerca de si crear un cordón sanitario contra opciones políticas como Vox. ¿Es optimista respecto a la respuesta ciudadana?

R.A.: Más que la ausencia de cordones sanitarios, esas superestructuras que mencioné al inicio son las que en gran medida permiten, habilitan y alimentan el nacimiento de fuerzas antidemocráticas como Vox. Para estas estructuras, cuanto más distribuidas y diversas sean las expresiones del poder que aún no controlan, más difícil les resulta lograr su consolidación, y ese es precisamente el reto y el sueño al que estamos aspirando con la "Progressive International" y con la Primavera Europea. Más que unirnos solamente por el rechazo a un proyecto antiderechos, estamos extendiendo una invitación para unirnos en un frente común, con un plan, sin improvisaciones ni ambigüedades.

Hay que cobrar impuestos más altos a los poderosos y domar los sistemas financieros para poder acabar con la desigualdad, como precondición para una mejor democracia.

A.L.: Una de mis brújulas morales ha sido Lawrence Lessig y su concepto de cultura libre. ¿Cuáles son sus referentes o las figuras que le han inspirado?

R.A.: Aprendí muchísimo de las élites de mi país, que son la versión bruta y burda de las élites mundiales: su comportamiento tribal, su avaricia, cómo niegan principios fundamentales como la igualdad de las personas, el racismo y la explotación que imponen a todos los niveles: cómo niegan la facilitación activa para el exterminio de casi un cuarto de millón de indígenas, el desplazamiento de más de un millón de refugiados y haber despojado a aldeas enteras de sus tierras. Fue más que suficiente inspiración para trabajar tratando de buscar justicia y pensar en que un país de casi 16 millones puede recuperar el control y el poder concentrado en manos de unos pocos.

Encontré también mucha inspiración del grupo de mujeres indígenas sobrevivientes del genocidio guatemalteco. Asimismo, los familiares de ejecutados, torturados y desaparecidos fueron mis maestros de vida y me mostraron dichas dinámicas de mi país. Doña Rosalina Tuyuc, don Tiburcio Utuy, Jesús Tecú, la Premio Nobel Rigoberta Menchú, doña Aura Elena Farfán, Helen Mack, personas que lucharon durante décadas contra la impunidad y que hoy nuevamente están bajo amenazas, pero siguen luchando. Me guío e inspiro también por todos esos espacios donde, a pesar de divergencias idiomáticas, culturales, económicas y sociales, las personas convergen y actúan por algo que va más allá de fronteras, como el movimiento por la justicia universal, los cypherpunks, Wikileaks y todo el ecosistema de whistleblowing, y, como a ti, el movimiento de software y cultura libre.

Por cierto, el nuevo libro de Lessig, America, compromised, es corto y muy bueno explicando la captura de ciertos poderes por parte del sistema de uno de los países más poderosos del mundo. Su conclusión es bastante similar a la nuestra en DiEM25: hay que cobrar impuestos más altos a los poderosos y domar los sistemas financieros para poder acabar con la desigualdad, como precondición para una mejor democracia.

A.L.: La felicito por su perseverancia frente a los agoreros que cómodamente critican las luchas políticas cuando ellos jamás se han involucrado en causa alguna.

R.A.: Las personas europeas residentes en España tienen hasta el 30 de enero para registrarse y poder votar. Creo que tener un Parlamento Europeo más democrático y más diverso es un buen "cordón sanitario preliminar" (robo las palabras de una pregunta anterior) para contener el deterioro democrático de Europa y devolver la esperanza. Es una gran responsabilidad y ahora hay opciones reales que proponen en lugar de asustar, que incluyen en lugar de aislar.

En una de mis preguntas, le he confesado a Renata Ávila que Lawrence Lessig ha sido una de mis brújulas morales en el pasado. No le he hablado de mis brújulas morales en el presente. Ella es un faro, una guía de confianza y una brújula precisa en tiempos de incertidumbre. ¡Gracias por tanto, Renata!

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).