Sol Oscuro

Sol Oscuro

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Las olas de calor que vienen...

Una distopía calurosa

Sol Oscuro (Dark Sun) es un universo de ficción ambientado en el planeta Athas, un lugar desértico y violento con un Sol carmesí. Este mundo imaginario, creado en los años noventa, copiaba la estética de Mad Max y conectaba a las nuevas generaciones con temas como el calor extremo, la sequía y las guerras del clima. Ahora sabemos que muchos conflictos étnicos o religiosos deberían reescribirse como guerras del agua, o de forma más amplia, como guerras climáticas.

El calor es sofocante, si no letal. Dispara la contaminación y aumenta las muertes prematuras por golpes de calor o por agravamiento de patologías previas. Además, el efecto isla de calor (las moles de hormigón en las que vivimos) nos abrasarán más y más.

Yo ya vivo en una ciudad sin estaciones. Solo existe el estío con cuatro ciclos: el invierno es el estío nuevo, el otoño es el menguante, la primavera el creciente y el verano es el estío lleno. Esos son los cuatro grados de mi penitencia solar.

Viviremos en un mundo con más enfermos de cáncer de piel, más síncopes y más bajadas de tensión. En las ciudades aumentarán las piscinas, los socorristas y las muertes infantiles por ahogamiento (por más que se recomiende la norma 10/20). Puede que la ola de calor de Chicago en 1995 (unas setecientas personas muertas) se reedite en alguna otra ciudad.

La ciencia-ficción climática sigue especulando con las diferentes formas de autodestrucción. La novela Nueva York 2140 convierte en una nueva Venecia a la ciudad que nunca duerme (hará demasiado calor para dormir en Manhattan). En el futuro próximo, las ciudades costeras tendrán que vérselas con los peores presagios de los ecologistas y los países ricos (Emiratos Árabes a la cabeza) traficarán con grandes icebergs.

Hace un calor insoportable y la canícula irá a más, por muy incómoda que sea esta verdad (vería la secuela del documental de Al Gore en cualquier cine con aire acondicionado).

Mi distopía favorita, la de Sol Oscuro, ya está aquí, se nota en el fuego oxigenado que algunos llaman aire. El Sol carmesí y el calor extremo no solo derriten el hielo, sino también las fantasías de un verano suave.

Una ecotopía refrigerante

Debido al calor, las cabinas de autobronceado se verán eclipsadas por los flotariums. Buscaremos espacios frescos y bien acondicionados. La noche y las sombras tendrán sus nueve o diez horas de gloria.

Instalaremos techos verdes y nos volcaremos con la arquitectura sostenible. Pondremos tragaluces tubulares en los hogares (¡Siempre he querido comprar uno!). Transformaremos las calles en invernaderos con difusores de agua nebulizada (lo que mi amigo Oscarzu denominó "gotas de placer"), aunque los microclimas más amigables los proporcionan los árboles, siempre y cuando estos no se conviertan en un peligro público como consecuencia del calor.

En el mercado del lujo, la Atlántida será real en forma de hoteles bajo el agua. Las clases medias tendrán que conformarse con playas artificiales y urbanas o con piscinas privadas y comunitarias. Provocaremos lluvias artificiales cuando sea necesario. Ni qué decir que todo esto es ecológicamente insostenible e irresponsable, por eso se trata de una ecotopía refrigerante (con su reverso tenebroso, Sol Oscuro) y no de una realidad deslumbrante.

Una neuroabrasión irreversible

El calor lo cambiará todo. El clima (y nuestro sistema capitalista) ya lo están cambiando todo. La mayoría ve como una calamidad que el presidente Donald Trump abandone el Acuerdo de París, mientras que el danés Bjørn Lomborg, más conocido como el ecologista escéptico, cree que es una gran oportunidad para hacer las cosas bien. Sospecho que en Dinamarca el invierno es tan duro que Lomborg se ha creído que al resto nos sobra la nieve, la lluvia, el aire helado y el agua.

Le escribiré un correo electrónico para invitarle a pasar una temporada de auténtico terral malagueño. Seguro que de su experiencia sale una buena historia que pueda incluirse en el universo literario de Sol Oscuro... si sus frías neuronas no se fríen de calor como las mías.

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Andrés Lomeña Cantos (Málaga, 1982) es licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura. Es también doctor en Sociología y forma parte de Common Action Forum. Ha publicado 'Empacho Intelectual' (2008), 'Alienación Animal' (2010), 'Crónicas del Ciberespacio' (2013), 'En los Confines de la Fantasía' (2015), 'Ficcionología' (2016), 'El Periodista de Partículas' (2017), 'Filosofía a Sorbos' (2020), 'Filosofía en rebanadas' (2022) y 'Podio' (2022).