¿A dónde fueron aquellas lágrimas y aspavientos?

¿A dónde fueron aquellas lágrimas y aspavientos?

Poco a poco, los cubanos entenderán que hay que dar el paso de la reconciliación, los del interior y los del exilio, como se hizo en España, y salió bien; que los tiempos han cambiado, y que nada tiene que ir a peor. Este es un hecho mundial. En todas partes, incluyo en la Cuba post fidelista -todavía no post castrista- los imprescindibles son prontamente reemplazados.

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Foto: EFE

La idea me asaltó cuando veía en televisión las honras fúnebres de Fidel Castro. Esa gente llorosa, acercándose a la capilla ardiente, o como se llame el lugar, las colas para verle de cuerpo presente; "Vengo a despedirme", dijo una habanera emocionada. "Se nos va el comandante, el camarada, el hermano". Se notaba la emoción colectiva, ese sentimiento que se multiplica en proporción directa al volumen de la masa. Esos ríos humanos.... Esas aceras repletas en el desfile militar de la urna con sus cenizas hasta la lejana Santiago, a mil kilómetros de la Habana, donde comenzó la Revolución y la historia del anciano revolucionario, que murió en la cama, y que, en esa circunstancia -lo han reflejado todos los vídeos de sus apariciones-, solía vestir un chándal de vivos colores y no su casi sempiterno uniforme verde oliva.

Todos sus exégetas de fuera, y los de dentro también, han hablado de todo lo que ha cambiado Cuba con el Gobierno revolucionario. Desde 1959, todo ha cambiado en el mundo. Las palmeras enanas son ahora gigantes. Los regímenes comunistas se han ido derrumbando desde que cayó, por su propio peso histórico, el Muro de Berlín. Quedan algunos: Corea del Norte, la propia Cuba castrista..., mientras ha ido apareciendo una hijuela del comunismo que son los populismos de presunta izquierda. Es lógico que se destaque, en ausencia de progresos democráticos, industriales, agrícolas, de estilo de vida, los avances financiados, aquí sí, por el oro de Moscú, por ejemplo, en materia educativa; una educación, empero, que no incluye los valores democráticos y de libertad ideológica entre sus lecciones, sino que es una democracia adjetivada, y por lo tanto, restringida: "libertad revolucionaria". Ya lo dijo una vez en un discurso a los intelectuales en 1961: "Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada".

Aquella emoción, aquellas palabras, aquellas caras de preocupación, aquellos discos rayados que repetían consignas. Me acordé de algunos amigos comunistas que, en los años ochenta, iban a Cuba, pasando primero por los comercios baratos, tipo todo a 100 (pesetas) para comprar bragas, sujetadores, medias, coloretes... e ir a practicar el socialismo solidario con las jineteras habaneras. Puro colonialismo. Baratijas para enamorar -es un decir- a mujeres muertas de hambre. Una técnica que ya practicaban los conquistadores, da igual los españoles, los portugueses, los ingleses, los franceses, para ganarse la voluntad de los indios. No fue solo el imperio y la mafia los que querían hacer de Cuba el gran prostíbulo y gran casino de las Américas.

Los ojos llorosos, como se me ponen a mí en las bodas, las hileras de personas anónimas, los gestos compungidos.... Y vi a Francisco Franco en mis recuerdos. Cientos de miles de españoles en las calles, un silencio sepulcral al paso del cortejo. Las manifestaciones multitudinarias de duelo, las plazas atestadas, hombres, mujeres, niños y ancianos en las penúltimas cantando el Cara el Sol y el himno nacional con la letra de Pemán. Los minutos de silencio en todos los plenos, cuyas corporaciones siempre por unanimidad ya habían nombrado a Su Excelencia decrépita Hijo Adoptivo, Medalla de Oro y otros varios honores y adulaciones. Un presidente de cabildo insular canario, Lorenzo Olarte, que luego fue asesor de Suárez, y que volaba alto - llegó a ser presidente de Aviaco- estuvo estrujándose la cabeza todas las noche para encontrar algo, una palabra, una frase, en el imprescindible telegrama de condolencia enviado a la viuda del caudillo y al lloroso presidente Arias Navarro. Creyó encontrarla en el término "irrepetible". El político, que apuntaba maneras, y que estuvo décadas en primera fila, lamentaba la irreparable pérdida de un hombre "irrepetible", y se reía de lo que consideraba una maldad de doble sentido que ponía a salvo su condición de aperturista liberal en las postrimerías de la boba pero cruel pompocracia de la dictadura.

Raúl, siempre en segunda fila, desde Sierra Maestra, también tiene fecha de caducidad por ese famoso "imperativo biológico" que afecta a todos los dictadores ancianos, gracias a Dios.

¿Qué fue de aquel dolor, qué fue de los aspavientos? Como decía Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre, "nuestras vidas son los ríos/que van a dar en la mar/que es el morir/allí van los señoríos/derechos a se acabar/y consumir/allí los ríos caudales/allí los otros medianos/y más chicos;/allegados son iguales/los que viven por sus manos/y los ricos."

Años más tarde, el alcalde franquista de Valleseco, una pequeña localidad cumbrera de Gran Canaria, buscó acomodo en un partido para seguir en el machito. Le hice una entrevista sobre cambio tan radical, y le hice ver la contradicción entre ser franquista y alistarse en un partido, encima autonomista. "Mira Tristán - dijo muy serio pero con una pícara sonrisa-, muerto Franco, ser franquista es del género idiota".

Algunos idiotas, en el sentido dado por don Rogelio, quedaron. Fueron una parte de los votos de la fracasada operación de Alianza Popular comandada por los llamados "Siete Magníficos", título de una famosa película, o de esos herederos de la nostalgia trucada que asoman la cabeza de vez en cuando en la derechona nacional para recordar quién ganó la Guerra Civil.

Claro que las circunstancias no son idénticas, pero sí muy parecidas. A Franco, ETA lo dejó el 20 de diciembre de 1973 sin su cancerbero para controlar el "imperativo biológico" y "el hecho sucesorio", el almirante Carrero Blanco, que subió a la azotea de la Casa Profesa, anexa a la iglesia de San Francisco de Borja en la calle Claudio Coello de Madrid, dentro de su Dodge 3.700 GT oficial. Pero quedó el príncipe de España, Juan Carlos de Borbón, y un patético primer ministro, Carlos Arias Navarro, precisamente el negligente ministro de la Gobernación, a quien el futuro rey se lo quitó de en medio en cuanto pudo. Fidel Castro deja a su hermano, que lo sustituyó provisionalmente en 2008 por una enfermedad intestinal, pero Raúl, siempre en segunda fila, desde Sierra Maestra, al frente de las Fuerzas Armadas, tiene fecha de caducidad por ese famoso "imperativo biológico" que afecta a todos los dictadores ancianos, gracias a Dios.

Poco a poco, los cubanos entenderán que hay que dar el paso de la reconciliación, los del interior y los del exilio, como se hizo en España, y salió bien; que los tiempos han cambiado, y que nada tiene que ir a peor. Se puede mejorar. España ahora está mejor que con Franco, no solo en libertades, sino en calidad de vida material y espiritual, a pesar de los pantanos, las industrias, las autopistas, el INI, los Paradores Nacionales.... Todo sigue ahí, y se ha ido acrecentando. Y los cementerios han seguido su destino de seguir albergando a miles, cientos de miles de españoles imprescindibles, cuya ausencia no ha detenido ni el progreso ni el curso de la historia. Este es un hecho mundial. En todas partes, incluyo en la Cuba post fidelista - todavía no post castrista- los imprescindibles son prontamente reemplazados.

En diciembre de 1998 le hice una entrevista al poeta e intelectual cubano disidente Manuel Díaz Martínez, exiliado en Canarias, una referencia de la resistencia democrática en la Perla del Caribe, firmante de la famosa Carta de los 10 y del Programa del Partido Socialista Democrático, después de haber militado como entusiasta revolucionario, y le pregunté por el futuro "cuando se muera Fidel". Ese futuro tardó, pero llegó. Él lo ha podido ver; pero no Ofelia Gronlier, su luchadora y abnegada mujer, compañera y cómplice -"Yo te sigo a donde tu vayas"-, que murió en Las Palmas.

Y entonces sostuvo que "en términos generales", o sea, quitando los crímenes, de lo que se ocuparían los tribunales de justicia, "debe hacerse una política de empezar de cero, de fraternidad, de reconciliación entre los cubanos, de ponernos todos a la tarea de sacar el país adelante lo antes posible".

Como decían los latinos, y antes que ellos imagino que los griegos pero en su idioma, excepto los políglotas, "sic transit gloria mundi".