El baile de los cisnes negros del PP

El baile de los cisnes negros del PP

Ignacio Cosidó también es lo que es. Parece el clásico enteradillo, seguro de sí mismo y del poder de la corbata de moda, que igual que los tatuajes sirve de marca de ganado. Lo hicieron director general de la Policía y no se sabía por qué. ¿Porque hacía lo que le mandaban sin preguntar o porque hacía lo que quería sin consultar y se necesitaba un tipo así, con iniciativa, para los trabajos sucios o meramente comprometedores? ¿O las dos cosas a la vez, e incluso tres...? Lo cierto es que poco a poco, se va deshaciendo la madeja. Toda madeja es un equilibrio ordenado de hilos; algunas suelen tener en el centro del ovillo un canuto de cartón, o de plástico, sobre el que se van entrecruzando las hebras. Así ha ido quedando al descubierto un increíble guion, digno de la mejor novela negra, aún abierto.

  El portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó.Agencia EFE

No se sabe a cuánto tiempo atrás se remonta la trama. Quizás a la era fundacional. Lo cierto es que hay un escándalo inicial, cuya punta fue el caso Nasseiro, el primero de los extesoreros en aparecer en escena. El PP escapó de manganilla. Como el gato que en el último minuto se salva de ser arrollado en medio de la autopista por una veloz máquina que iba detrás de unos potentes faros que le deslumbraban. El pequeño felino llega temblando al arcén, con los pelos erizados por el susto. Miaauuuuu. Así se salvaron los populares de una condena por financiación ilegal. Un tribunal tuvo en cuenta las alegaciones del letrado y anuló la grabación... que sin embargo, pese a ser destruida, circula por las redes sociales, que son la eternidad del siglo XXI.

Lejos de practicar de ahí en adelante la humildad, el recato y el arrepentimiento, se crecieron. Y ante cualquier nuevo escándalo respondían desafiantes que el PSOE era el único partido condenado por su caso Filesa. Luego vino lo del 3% de Convergencia i Unió, aunque Unió tras la radicalización, tinta de calamar para esconder la suciedad, empezó a correr y aún sigue corriendo hacia el infinito, y más allá. Ese sentimiento de impunidad, que fue interiorizado como quien interioriza la vacuna de la viruela, acabó siendo su condena. La vacuna de la viruela inmuniza contra la viruela; no contra una caída desde un piso 14. Que fue lo que al final sucedió.

Con la trama Gürtel se pasó por varias fases: la primera, el ocultamiento y disimulo. Pavel Sudoplatov, uno de los creadores de la KGB en el estalinismo duro, aprovechó la perestroika de Gorbachov para reivindicarse como súper-espía en un libro de memorias. Y da un sabio consejo: al final, todo se sabe. Y el que no lo sepa, muere (esto no lo dice, pero lo deduzco por la mera aplicación del método comparativo). Estalla pues la Gürtel, y ante las evidencias Mariano Rajoy responde con una foto de familia y la consigna de que no es una trama del PP sino una trama contra el PP. Lo clásico: acudir a la teoría de la conspiración, primero, para pasar después a la teoría de la filtración. El delito no es haberlo cometido; es haberlo transmitido. Lo que desde la Grecia clásica se llama matar al mensajero. Matar al que da las malas noticias. Esta transferencia de culpa también aparece resplandeciente a lo largo de los episodios de corrupción del PP (porque ahora toca, parece obvio, hablar del PP).

La trama no era contra el PP; y si lo era, había sido montada por el estado mayor de Génova 13.

La sentencia de la primera parte contratante de la Gürtel condena al PP a título lucrativo. Pero lo importante es la confirmación judicial de que la corrupción no era un hecho aislado, una anécdota, sino consecuencia de una organización. El equipo de Rajoy entra en modo histérico, que se transmite al inopinado sucesor, que lo es también del aznarismo duro. Pero como los secretos de más de uno acaban sabiéndose, se ha sabido que desde que el PP recuperó el poder con Rajoy una de sus prioridades ha sido neutralizar las investigaciones judiciales "desde detrás", en elocuente declaración de intenciones del mensaje retuiteado por el figura Cosidó en su ya histórico wassapp.

Este descubrimiento ha tenido a su vez varias fases: tras el nombramiento de Jorge Fernández Díaz, un hombre de la máxima confianza de Mariano Rajoy como Ministro del Interior, comenzó una purga policial que al principio parecía la renovación lógica de cargos, pero que después empezó a cobrar otro sentido. Fue cuando Fernández, que ya tenía a Cosidó como jefe de la Policía, destituyó a varios comisarios jefes que había nombrado porque, según se dijo, no estaban dispuestos a traicionar su condición de policía judicial subordinada a los jueces y magistrados. Aquello se estabilizó, pero dejó huella.

Vistos los hechos, esos y los posteriores, ahí comienza la estrategia para crear dentro de la Policía una policía política (no patriótica) encargada de vigilar a los adversarios, incluso a los del propio partido conservador. Aparece en escena más o menos pública el inquietante comisario Villarejo, que a la vista de la demanda del 'mercado', monta una multinacional dedicada al delito de espionaje ilegal que destruye en cascada derechos fundamentales clave de la Constitución.

  El presidente del Partido Popular, Pablo Casado.Agencia EFE

La trama no era contra el PP; y si lo era, había sido montada por el estado mayor de Génova 13. Está acreditado que la secretaria general, esa afligida mater dolorosa de las ruedas de prensa, con ojeras, devota dama con peineta y mantilla en las procesiones de Semana Santa, tenía tratos con Villarejo y su panda de maleantes con placa, que sin embargo no ha logrado mancillar el honor de las fuerzas de la ley y el orden. A esta gentuza se le encargó presuntamente espiar a propios y extraños y en lo posible destruir pruebas.

Tirando del hilo, se supo, hace unos días, que Cosidó usó fondos reservados – ellos, tan puros, cuando se usaron por el gobierno de Felipe González para destruir a ETA- para robar documentos incriminatorios de la operación Gürtel. Y que en esa operación participaron unos 80 policías, quienes, al menos una parte, podrían haber sido recompensados con medallas al mérito policial.

Por eso Pablo Casado grita, cada día más, para que los decibelios de su discurso tapadera apaguen el murmullo...

Las cintas de Villarejo, su pulso al Estado -to be continued- , la participación de María Dolores de Cospedal y de Ignacio Cosidó en hechos que ya dirán los jueces si son delictivos o lo que sea, el manejo descarado del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo y de la Fiscalía General mucho más allá de lo que podría considerarse una intervención legítima por parte del Parlamento, depositario de la soberanía nacional, ya es imborrable. Los wassapp de Cosidó, hechos por él o meramente reenviados -eso es un mero matiz-, son tinta indeleble. Ha habido una intención, una alta dirección, una conspiración y una trama organizada con fines espurios.

Que De Cospedal, Fernández Díaz, Ignacio Cosidó y otros cooperadores o tanguistas acaben en el banquillo con Villarejo, Del Pino y compañía ya lo dirán las investigaciones policiales y judiciales. Porque el PP no puede controlar los acontecimientos a estas alturas, como nadie puede parar a un tren descarrilado, que acaba empotrándose con una montaña o cayendo por un precipicio.

  El excomisario José Manuel Villarejo.Agencia EFE

Tampoco funcionaría el lavado de las urnas, eso de que "esas responsabilidades son cosa del pasado, han hablado los votos", porque los jueces y fiscales, jurisdiccionalmente hablando, no usan para sus sentencias el resultado electoral sino las leyes y la jurisprudencia.

Como decía un tío mío cuando las cosas se torcían: "Amargos chochos (altramuces), cristiano".

Por eso Pablo Casado grita, cada día más, para que los decibelios de su discurso tapadera apaguen el murmullo. Para que el ruido tape la música.

Ignacio Cosidó, desplazado de la rabiosa actualidad por el peñón de Gibraltar, por el Brexit, por la 'guerra' de Andalucía, por la penúltima rufianada en el Congreso, por la pertinaz sequía intelectual del soberanismo en Cataluña, que sólo lee con fe de carbonero un catecismo como el del padre Ripalda... ha interpretado uno de los movimientos más representativos del famoso Canto del cisne, en versión cisne negro. Falta por ver si tantos cisnes como cantan hunden a 'cisnelandia'. Dios o quien corresponda no lo quiera, porque VOX se ha puesto en cola.

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