¿Estrategia de guerra preventiva contra la candidata de Podemos a ministra de Justicia?

¿Estrategia de guerra preventiva contra la candidata de Podemos a ministra de Justicia?

Aunque la jueza Victoria Rosell nunca fue un personaje anónimo, por su firme carácter, su intransigencia frente a la corrupción y su militancia en Jueces para la Democracia, desde que aceptó ir como candidata al Congreso por Podemos ha pasado a ser el objetivo de muchas escopetas, algunas con munición de ilícita procedencia.

Lo confieso: soy un entusiasta seguidor de las teleseries policíacas, y hace tiempo que he llegado a la conclusión de que, en conjunto, y atendiendo a la sustancia de las tramas, reflejan fielmente la arquitectura de una concepción y una práctica de la justicia que es común a todos los países democráticos. Incluso son comunes esas extravagancias que, en lenguaje popular, se traducen como que en los juzgados se ven burros volando. O cerdos. O pavos reales. La fauna en España es mucho más variada, y sin duda es fiel reflejo de lo que pasa en la sociedad.

Un caso actual, que cada día se complica más para que podamos comprenderlo mejor, como el cuento de Caperucita, es el que tiene como protagonista a la jueza Victoria Rosell que, aunque nunca fue un personaje anónimo, por su firme carácter, su intransigencia frente a la corrupción y su militancia progresista en Jueces para la Democracia, desde que aceptó ir como candidata al Congreso por Podemos ha pasado a ser el objetivo de muchas escopetas, algunas con munición de ilícita procedencia.

Por ser de Podemos, por ser una creíble candidata en un posible pacto de cambio al Ministerio de Justicia, posibilidad que ha causado pavor a los que tienen motivo para tenerlo, y porque su pareja ha centrado su larga vida profesional como periodista en perseguir a los corruptos de Bananaria, que es como me gusta definir a esta Canarias bananera practicante que regurgita en el paisaje isleño como el hervor de la lava que vi en La Palma cuando estalló el volcán Teneguía, en octubre de 1971, cuya lengua de tierra ardiendo calcinaba todo a su paso.

Una de las musas con contrato indefinido del periodista Carlos Sosa es el actual ministro Soria, controvertido político, exalcalde, expresidente del Cabildo, exvicepresidente regional, prolífico anunciador y presentador de demandas y querellas, con un importante reguero de muertos y lisiados en su camino, incluso dentro de su propio PP, que ha mantenido varios lances judiciales con el periodista.

El principal de todos, aún bastante desconocido en la península, el caso Salmón (la invitación de un empresario noruego que tenía pendiente, en la corporación que presidía su invitado, una declaración de excepcionalidad de unos hoteles para saltarse una estricta moratoria turística para viajar en su jet privado desde Austria y pescar salmones en los fiordos), que todavía colea años después de haber sido pescado y del que toman causa una sucesión de acusaciones en prensa, por una parte, y amenazas judiciales, por la otra. La justicia no encontró una relación causa-efecto, aparte de que el asunto prescribió. El argumento se utilizó después para los trajes del atildado Paco Camps. No se vio esa relación causa-efecto, quizás porque aún no se habían descubierto las ondas gravitacionales.

En el mundo de las garantías y de la profesional persecución de la injusticia, no basta serlo, sino que hay que parecerlo. Como la mujer del César. Ése fue el motivo para que la Audiencia Nacional aceptara el 29 de octubre de 2015 la recusación planteada contra Enrique López y Concepción Espejel y los apartara del tribunal que enjuiciaría la red Gürtel. Sus compañeros consideraron que no reunían las condiciones de "apariencia de imparcialidad" para decidir sobre la trama de corrupción ligada al PP.

Por analogía, también es sospechosa tanta casualidad en la acumulación temporal de supuestos escándalos que afectan a la pareja Rosell-Sosa, una situación que cada día huele más raro en la recta final hacia un pacto de cambio, en el que la jueza podría hacerse cargo de Justicia si se alinean varios planetas, satélites, cometas y asteroides.

La magistrada, a quien la progresía transversal ya considera una heroína, al igual que el periodista, lo tienen claro: "Vivimos un nuevo episodio de un acoso interminable". Una anécdota en el aeropuerto con la sala VIP o con el control del equipaje de mano, que a tantos pasajeros isleños nos incomoda, se utiliza en aparente sintonía con una extravagante (hablando fino) investigación a dúo entre el juez sustituto de la magistrada y la fiscala, que aprovechan el interrogatorio a un empresario por un supuesto fraude a la Seguridad Social investigado por la excedente para crear un nuevo caso que sustituya a una primera intentona imputacional ya desautorizada por el TSJ de Canarias y el CGPJ.

Si lo lógico era que el interrogatorio se circunscribiera a los hechos concretos, los interrogadores se centran en un aspecto ajeno al asunto: la relación comercial con el periodista y pareja de la exmagistrada, antes de serlo incluso, hechos que no constituyen fraude a la Seguridad Social, obviamente.

Con la que está cayendo, todas sus señorías tienen una principal obligación, ser y parecer. Por el bien de todos y de ellos mismos.

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.