Europa y su laberinto interior/exterior

Europa y su laberinto interior/exterior

Nicolás Maduro junto a militares.Handout . / Reuters

En muchos momentos decisivos la Unión Europea ha sufrido el efecto del 'gato deslumbrado', que ante los potentes faros de los coches en una carretera, queda cegado y excepto un audaz brinco en el penúltimo instante resulta arrollado y, en el mejor de los casos, magullado y renqueante. Sí, siete vidas dicen que tiene el gato; pero no siempre, ni todos. Al rigodón del Brexit, enésima deslealtad británica para con sus socios, y a las traiciones al espíritu europeo de algunos de los gobiernos del Este, que aún actúan con los tic reactivos consecuencia de su largo secuestro imperialista por la URSS, hay que añadir el ingrediente tóxico de la vuelta de los nacional-populismos, sean estos de derecha o de izquierda o de esos nihilismos caudillistas que defienden la existencia de Papá Nöel y los Reyes Magos de Oriente.

La Política Exterior y de Seguridad Común diseñada en el 'gran salto adelante' que fue el tratado de Lisboa –tras el naufragio del proyecto de Constitución- tuvo momentos de esplendor bajo el mandato como 'mister PESC' del español Javier Solana. Reflexivo y conciliador a la vez que tenaz y audaz, capaz de tomar decisiones drásticas, hizo vivir a la diplomacia conjunta unos años dorados. La Unión dejó de tener una imagen casi exclusivamente comercial para pasar a ser un actor en el llamado 'concierto de las naciones'.

Pero, claro, también es cierto que era una época extraordinaria que lo fue porque había extraordinarios hombres de Estado. En las siguientes generaciones, sin embargo, ha abundado la mediocridad y el regateo, pasos previos a la reaparición de los virus y bacterias políticas que provocaron dos guerras mundiales, o al menos ayudaron a incubarlas.

El primer golpe estratégico que recibió la Política Exterior y de Seguridad Común, fue la 'carta de los ocho' con la que un grupo heterogéneo de gobernantes, liderados ex aequo por Aznar y Blair, rompió la unidad de acción. Fue cuando George W. Bush, uno de los presidentes más torpes de EE UU, superado empero con nota cum laude por el infantiloide, ladino y reaccionario Donald Trump, logró dividir a la UE para invadir a Irak con argumentos tramposos y falsos. Fue la primera fake news de la geopolítica reciente. Fueron una 'quinta columna' que, desde dentro, causó un daño irreparable a la causa europea.

El caudillaje siempre se construye con los ladrillos que se le quitan a la democracia. A más caudillaje, menos libertad.

A partir de ahí los consensos fueron cada día más difíciles, aunque trabajosamente se han logrado muchos objetivos. Pero los casos de Polonia y Hungría, agravados con la aparición de los 'ansisistema' italianos –que empiezan a recibir las píldoras antibióticas de la recesión- y del avance en todo el territorio comunitario de partidos de extrema derecha y, en ciertos casos, abiertamente neofascistas, incrementa la dificultad del acuerdo en temas de especial trascendencia.

Uno de ellos es la actitud frente a la loquinaria deriva autoritaria en Venezuela. Cierto es, por otra parte, que también en los distintos países, como es el caso de España, la nación más vinculada a la comunidad iberoamericana, por obvias razones, desde el principio se distinguieron dos formas de encarar el conflicto: unos, no le dieron excesiva importancia a los primeros síntomas de la enfermedad con la entronización de un golpista blanqueado por las urnas que empezó a sumir al país en el caos y en la limitación de la democracia. Porque el caudillaje siempre se construye con los ladrillos que se le quitan a la democracia. A más caudillaje, menos libertad. Y esta ecuación no la rompe ni el factor síndrome de Estocolmo: las víctimas que terminan comprendiendo al verdugo. Y otros eran asesores aúlicos o pagados, aliados y devotos de la nueva revolución de los Ché vestidos con chándales.

  Juan Guaidó.EFE

Venezuela es un subproducto tardío de la 'guerra fría', que pocos han querido ver. Podemos, por ejemplo, un producto de un laboratorio de alquimistas marxista-leninistas que luego se han disgregado, conforme a la eterna maldición de los partidos comunistas occidentales que buscan incansablemente e implacablemente también la unidad a través del fraccionamiento, ayudó a convertir en mística una tiranía convencional. Su aparición estelar en un momento de declive del PSOE convirtió a este grupo en un elemento decisivo para frenar en España cualquier condena contra el régimen chavista-madurista y de las JONS. Unas JONS tropicales-caribeñas militarizadas por Nicolás Maduro para compensar una posible vuelta de las Fuerzas Armadas a la neutralidad constitucional.

Desde el primer momento el fundador de la República Bolivariana formó tándem con la Cuba bicastrista, creó un 'área bolivariana', amigó con el sátrapa Ortega, gran traidor al sandinismo desde dentro del sandinismo, y encandiló con su aparente progresismo a gobiernos anti-imperialistas o sucedáneos peronistas.

Con la elección de Donald Trump, Washington inició un proceso aislacionista, que fue dejando libres importantes espacios estratégicos en el orden mundial: así, la Rusia de Putin, nostálgica de los dos periodos zaristas, el de la monarquía de los zares y el de la URSS, fue tomando posiciones por el principio de los vasos comunicantes; y ante la voluntaria neutralización protagonizada por su enemigo, atrevióse a conquistar Crimea y partir Ucrania, mientras amenazaba a los países bálticos para obligar a la OTAN a atender dos frentes, y asimismo la línea que une el sur, Crimea, con las repúblicas bálticas. Y como era previsible, aprovechó la oportunidad de los bolivarianos afectados de un trastorno narcisista de la personalidad para ocupar posiciones en Venezuela. A nadie amarga un dulce, dice el proverbio.

La decisión mayoritaria del Parlamento Europeo en favor de reconocer a Guaidó es, paradójicamente, otro factor que visibiliza la debilidad de las instituciones de la Unión.

A su vez China hizo lo mismo, no solo en la región Asia-Pacífico, sino en África, donde su penetración es gigantesca, a base de créditos y obras públicas, sustituyendo a las de EE UU... Turquía, otrora aliado fiel de la OTAN, vigía de Occidente' en el flanco sur de la URSS, ha abrazado de la mano de un islamismo militante una especie de resurrección de aquella fantasía, o espejismo, del movimiento de países no alineados al que era de aplicación el sabio refrán de 'dime de qué presumes y te diré de qué careces'.

Ha sido, muy probablemente, la constatación de esta realidad, la 'invasión' combinada de cubanos – que controlan al Ejército venezolano y a los servicios de inteligencia, la educación y la sanidad-, de rusos, chinos y turcos, lo que puso sobreaviso a los estrategas republicanos, que diseñaron un plan de emergencia para recuperar el protagonismo en el sur, perdido por la perreta del muro con México de Trump y el discurso racista fabricado alrededor de la inmigración.

  El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reconoce a Juan Guaidó como presidente de Venezuela.Agencia EFE

La aparición de Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional acosada y ninguneada por la destrucción constitucional llevada a cabo por Maduro y su 'cartel cívico militar', con la iniciativa ciertamente temeraria de proclamarse presidente encargado ante el vacío constitucional producido por una reelección tramposa de Maduro, cambió por completo el statu quo. Washington, la mayoría de los estados latinoamericanos y Europa, vieron una ventana de oportunidad; las instituciones de la UE parecieron encontrar con la inesperada iniciativa Guaidó una ocasión para combinar su defensa de la democracia con el respeto a las soberanías nacionales.

Y es entonces cuando Europa vuelve a dividirse. Lo mismo que España, por cierto, con una oposición conservadora incapaz de entender el superior valor de la unidad y los tiempos europeos, y una izquierda populista inmune al 'materialismo dialéctico' de tres millones de personas que han huido por hambre y falta de libertad del paraíso que jura el nombre de Bolívar en vano.

La decisión mayoritaria del Parlamento Europeo en favor de reconocer a Guaidó es, paradójicamente, otro factor que visibiliza la debilidad de las instituciones de la Unión: un Parlamento sin capacidad para influir decisivamente en la política. Eso se traduce en el creciente desinterés de los electores europeos.

España, Francia, Alemania, Holanda, Suecia, Portugal, Dinamarca, Gran Bretaña, Austria, Letonia, Lituania, Finlandia, Bélgica, Luxemburgo, República Checa, Polonia, Estonia, Croacia, Hungría... han ido reconociendo a Juan Guaidó; pero aunque se sumen todos los socios, quien debía haberlo hecho era la Unión a través de sus portavoces institucionales y en especial por la 'ministra' europea de AA EE, Federica Mogherini.

Si la unión es la fuerza; la desunión equivale a debilidad. Y la debilidad lleva a la irrelevancia.

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