Iglesias, Errejón y el análisis de la conducta

Iglesias, Errejón y el análisis de la conducta

Las urnas son un sustituto inteligente y civilizado frente a los desvaríos de revolucionarios en un mundo que necesita amarrarse a la democracia y al Estado de bienestar para resistir los cantos de sirena de los taimados soldados de la avaricia y la resurrección de una nueva, petulante e insensata aristocracia.

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Foto: EFE

Quien acuñó la definición de Pablo Manuel Iglesias como "macho alfa" de la manada atinó con la metáfora; lo mismo que los periodistas que coincidieron en definir así también, mucho antes, a Vladimir Putin, cuando el nuevo zar ruso posaba desnudo de cintura para arriba al lado de un enorme ciervo de abundante cornamenta, abatido por su rifle con mira telescópica para no fallar en la traicionera distancia. Intenta la suma imposible de destacar la imagen de amante de la naturaleza, un vínculo psicológico con el amor a la madre patria y acentuar, por otro lado, la de un hombre valeroso, determinado a apretar el gatillo, que posa desafiante para aviso a discrepantes.

Esto de los vínculos psicológicos invisibles al tacto, pero no a la observación, y los traumas inherentes, merecería un estudio: ¿hay alguna relación en el comportamiento y los fantasmas que parecen atormentar a Pablo Manuel Iglesias con el verdadero Pablo Iglesias, fundador del PSOE y la UGT? ¿Acaso provoca en su conducta un efecto secundario de rencor incontrolable hacia el socialismo democrático el hecho de que sus padres le pusieran Pablo precisamente porque su apellido era Iglesias? A saber.

Como los que saben de estas cosas del populismo y sus pompas de jabón vaticinaban -y en ellos los canarios son unos verdaderos expertos, porque en las islas se experimentó ese fenómeno en los años 80 con la UPC, Unión del Pueblo Canario, una amalgama de retales, hierros, metales y quemadores-, es inevitable que en tropa tan heterogénea afloren discrepancias de fondo, que por lo general suelen derivar en discusiones estúpidas, como prueba la constante desmultiplicación de los partidos comunistas, que buscaban retóricamente, pero con más falsedad que un euro británico, la unidad tras un constante big bang. Pero hay un componente en toda estupidez que es el coeficiente de corrección ego al cuadrado.

La impulsividad primaria de Pablo Manuel Iglesias tiene enfrente el pragmatismo y la evolución tranquila de Íñigo Errejón. Los dos han estado unidos en un mismo afán fundacional, mientras esa finalidad fue la construcción de una alternativa populista sobre el caldo de cultivo de los movimientos de protesta activados con las primeras medidas de ajuste de Zapatero, impuestas por una Unión Europea dominada, por ahora, por la derecha y los intereses financieros del neoliberalismo.

En realidad, antes de estos primeros recortes, la calle ya daba señales de inquietud por el socavamiento del Estado de bienestar que hacían ayuntamientos y comunidades gobernadas por el Partido Popular.

Por encima de todo, el gran problema nacional no está en el régimen sino en los incompetentes, los ladrones y los cínicos al servicio de los codiciosos.

Pero el 15-M fue un punto de inflexión. La segunda Transición de la que ya se hablaba desde años antes, fue dando paso a una secuela de la célebre confrontación entre los demócratas tras la muerte del dictador Franco: reforma o ruptura. Esa dicotomía separó a la izquierda socialdemócrata de la izquierda comunista, a la izquierda del posibilismo de Carrillo y la de los exiliados; pero también dividió a los propios socialistas del PSOE entre dos bandos que se enfrentaron descarnadamente en el XXVIII Congreso Federal, cuando Felipe González propuso quitar el marxismo como referencia en los Estatutos y fue derrotado. Tras dimitir, recuerdo aquello que escuché en directo desde los asientos de la prensa, de "yo no soy un junco que se mueve al compás del viento". Y así fue que volvió con su liderazgo fortificado. Pudo incluso afrontar un referéndum en solitario sobre la OTAN.

Iglesias necesita elementos de diferenciación del grupo para asentar su liderazgo; la coleta es sin duda uno de ellos, las manos en la cintura, el cuerpo echado para adelante, la barba con nostalgias leninistas, igual que los hombres y mujeres que exponen en las playas un cuerpo decorado con enormes y llamativos tatuajes. O que llevan un anillo en el hocico y un surtido de zarcillos en las orejas. Pero además de estos signos externos que encarnan una actitud rebelde, porque el mundo los hizo así, con respecto a la masa -por el procedimiento de crear otra masa, pero decorada- el número uno de Podemos no se encuentra cómodo con la discrepancia. Sí, por supuesto que la defiende de puertas afuera como demostración del pluralismo interno (Soria también lo hacía así), pero no puede esconder el rejo.

Por ejemplo, cuando se presenta una candidatura por Madrid, cercana a Errejón, en la que figuran Rita Maestre y Tania Sánchez, y él, agraviado en su machismo-leninismo, no puede evitar el impulso de intervenir y decir que hay otras candidaturas mejores. Ahora, frente a un discurso sólido de un Errejón pragmático y amable que dice cosas firmes pero razonables, como que es perfectamente posible combinar el trabajo institucional con el trabajo en la calle, Iglesias opone la importancia de la lucha antisistema... y en el camino coloca a su compañero de dirección en el banquillo del pre- colaboracionismo.

Hay una manera sencilla de averiguar lo que quieren realmente las bases de Podemos, la gente. Póngase en todas las asambleas, círculos y triángulos podemitas un vídeo-relato de la Venezuela bolivariana, con las loas lacrimógenas de los fundadores del nuevo populismo español, y después otro de la España actual y cómo se construyó entre todos en un proceso apasionante de ¿reconciliación? o pacto llamado Transición. Y que la gente elija cuál de los dos modelos prefiere. Sin discursos-cortina de humo. Es palmario que en España la solución para que la cosa funcione mejor no es cargarse el sistema, sino poner en los cargos a personas razonablemente sensatas, que combinen la ideología de defensa del interés general y el apoyo a los más débiles con el oficio y la preparación. Porque por encima de todo, el gran problema nacional no está en el régimen sino en los incompetentes, los ladrones y los cínicos al servicio de los codiciosos. Para arreglarlo, están las urnas. Las urnas son un sustituto inteligente y civilizado frente a los desvaríos de revolucionarios en un mundo que necesita amarrarse a la democracia y al Estado de bienestar para resistir los cantos de sirena de los taimados soldados de la avaricia y la resurrección de una nueva, petulante e insensata aristocracia.

Errejón ha entendido el mensaje no tan subliminal que está detrás de las misteriosas subidas y bajadas en el apoyo popular. Iglesias se deja llevar por lo que le parece una ola perfecta sin darse cuenta de que todas las olas acaban estrellándose contra la costa. Y si el surfista no está atento..., no le salva ni el famoso médico chino.