Ni el futuro siempre es perfecto ni todo el pasado un vertedero
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Ni el futuro siempre es perfecto ni todo el pasado un vertedero

EFE

Desde que empecé en este oficio de libertad, hace cincuenta años, medio siglo, en pleno franquismo de bombos mutuos, me he encontrado con cientos de declaraciones sobre el futuro. Pero el futuro no es uno. Hay carne y pescado. O verduras verdes o rojas. El futuro del que hablaban los falangistas, "pie firme en la pared y mirada límpida en el futuro" -que decía un inefable procurador del tercio sindical, Vicente Doreste Medina, locuaz empleado de la compañía pública Trasmediterránea, dado a los trabalenguas infinitos-, era distinto al futuro del que en esas postrimerías del régimen del 36 hablaban Santiago Carrillo o Felipe González. Los XXV Años de Paz que Fraga Iribarne organizó a la mayor gloria y esplendor del ya decrépito dictador, eran distintos a la paz que reclamaba la izquierda socialista y comunista o la democracia cristiana y los liberales antifranquistas. En el futuro, como en la viña del señor, hay de todo, y no necesariamente bueno, poético y angélico, solidario y desinteresado.

Hace 60 años, y 50, y 40, y 30..., todos los europeos de bien, escaldados por los demonios de la guerra, fantasmas familiares del Viejo Continente, y de España, claro, eran una Europa unida. "La unión hace la fuerza", se decía en todos los idiomas y dialectos continentales. Era un común afán. La unidad, cada día más extensa y profunda, una unidad de cantidad y de calidad, se veía como una eficaz vacuna contra los nacionalismos y las sorpresas bélicas. Hoy, para muchos europeos, como los británicos y una pléyade de grupos nacionalistas, tanto parafascistas, xenófobos, como extremistas anarquistas o comunistas, claman por volver a los estados-nación y reasumir toda su soberanía. "Sarna con gusto no pica", (falso) pero más vale ir a la farmacia de guardia a por permitrina.

Quieren arramblar con la Unión Europea en nombre de la sacrosanta –para echarse a temblar por anticipado- soberanía nacional. "Solos viviremos mejor", creen los británicos que apostaron por el Brexit, dice la neofascista Marie Le Pen y familia, arguyen los nacionalistas catalanes, que predican la independencia fundada exclusivamente en que solos tendrían más para repartir; y los de la fantasiosa Padania, y los escoceses que quieren desunir al Reino Unido, y unos bávaros que quieren recuperar los estados alemanes que unió Bismark a sangre y fuego, y luego la RFA tras la II Guerra Mundial con una de las constituciones más avanzadas y solidarias del planeta, aún con el horror metido hasta en el tuétano..., un listado que crece en las aguas turbias del desencanto. Y hay quienes, encima, creen que solos se roba mejor y que los jueces son más manipulables por la cercanía.

Cuando el pueblo estadounidense eligió a Barack Obama, el futuro era una ilusión de progreso: extender la cobertura sanitaria, tomando como modelo al sistema europeo de bienestar, la lucha contra el cambio climático, dejar atrás la doctrina bélica de George W. Bush y concentrarse en combatir el terrorismo internacional minimizando en lo posible los daños colaterales, aplicar una estrategia de multilateralidad tras el fin del mundo bipolar....Al enfilar Obama su último mandato, el futuro que soñaban los demócratas estaba en mantener este legado, en llevar a la Casa Blanca a otro progresista, como la ex secretaria de Estado Clinton, por ejemplo, autora intelectual de una política sanitaria que luego tomaría la forma del Obamacare desde sus años de primera dama.

Pero el futuro, "que es muy oscuro", como dice la canción, trajo a Donald Trump, un imposible metafísico -se decía- en el EEUU moderno, antítesis del idealismo pragmático que llevó a la República a convertirse en superpotencia mundial. Pero esos EEUU en realidad están divididos, enfrentados. El Sur sigue siendo aquel Sur, y el estadounidense medio, el de las grandes llanuras, pero no solamente, el de los estados atrasados, el de las pistolas, el nostálgico de la conquista del oeste, el de las batallas contra los nativos americanos, el parroquiano de la Asociación Nacional del Rifle, no es el de las grandes urbes de la Costa Este y de California. De todas formas, si no hubiera sido Trump, pero sí uno de los lobeznos del Tea Party o del Freedom Caucus o del Ryan Power y cia. hubiera sido igual.

No, hacer tabla rasa con el pasado, con todo el pasado, fabricar un nuevo Jardín del Edén, proponer un partido para el siglo XXI despreciando y borrando los grandes avances políticos y sociales del siglo XX en Europa es una ocurrencia temeraria

Todos los que no saben lo que son y los que quieren huir de las complejidades del gobierno echan balones fuera hacia lo por venir. Recuerden las mañanitas del rey David; hay mucho cantamañanas. "Queremos un partido del siglo XXI y no del siglo XX", afirman unos; "Somos una organización del futuro, transversal y vertical, los de arriba y los de abajo", "Queremos un cambio, no más de lo mismo", dicen otros, en el fondo, ambos, compañeros de viajes.

Hay viejos izquierdistas progres cuya ilusión ha quedado sepultada por el vértigo de estos tiempos, y por eso que el diccionario de Oxford habla de "postverdad" en su palabra del año 2016, pero que siempre se ha conocido como doblez, cinismo y agitación y propaganda. Miren, han dicho los que quieren ser califa en lugar del califa, en qué consiste la renovación del PSOE, ahí tienen la foto de Susana Díaz con Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, Alfonso Guerra.... ¿Esto es modernidad? ¿Esa es la renovación? La verdad es que por razones obvias del DNI todos tienen la edad que corresponde a sus vivencias.

Dice un burlesco refrán que una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero. Ese cuadro tiene años; eso es verdad; es de la clandestinidad antifranquista y la Transición. Pero esos personajes protagonizaron una de las eras de mayor progreso de la historia moderna de España. Trajeron la ley general de sanidad, la cobertura universal, los centros de salud, la multiplicación de los hospitales; trajeron las pensiones no contributivas que acabaron con una tremen da injusticia. Sobre todo, con las mujeres que no habían podido cotizar; dignificaron las pensiones, las quitaron del circuito de su sometimiento al interés electoral ("bajan los impuestos, suben las pensiones, hay elecciones"), fijando un aumento paralelo al del IPC en fecha fija, a primeros de año; trajeron el AVE, que re-vertebró a España y acercó el sur al norte, igual que la UE había acercado el sur de Europa al centro y el norte de Europa; modernizó la Telefónica, que otros entregaron a sus amigotes de pupitre, acabando con las listas interminables listas de espera.

Y acometieron, ítem más, con visión y firmeza, la primera gran reconversión industrial, sobre la que se asentó la España exportadora y de vanguardia tecnológica; enseñó al mundo mundial que ya no éramos el país de la chapuza y la pandereta con hisopos y sotanas con la Exposición Universal de Sevilla y las Olimpíadas de Barcelona (sí, de Barcelona, Cataluña, la presunta 'malquerida' de la copla bufa del soberanismo (es lo que tiene abusar del soberano); los que multiplicaron las universidades, los que modernizaron a las Fuerzas Armadas, que impulsaron las operaciones de las FAS en el exterior, contribuyendo a mejorar la imagen de España en el concierto internacional, que crearon la Unidad Militar de Emergencias, consiguiendo que los ejércitos fueran una de las instituciones más admiradas, los que trajeron la ley de la dependencia, para acabar con el martirio de cientos de miles de dependientes y de sus cuidadores familiares; los que negociaron y firmaron la entrada en la CEE, los que celebraron un referéndum sobre la OTAN, que insufló optimismo a los valores encarnados por Europa y la Alianza; los que reformaron el nombramiento de TVE y RNE, exigiendo un consenso reforzado que evitara caciquismos gubernamentales, los que consiguieron los fondos de cohesión, por los que Aznar llamó pedigüeño a Felipe González, los que estuvieron por méritos propios en el núcleo duro de la UE con Alemania, Italia y Francia..., los que acabaron con ETA, que declaró unilateralmente el alto el fuego en el mandato de Zapatero, los que crearon la Agencia Tributaria, para acabar con el fraude fiscal endémico, y los que pusieron en marcha la Fiscalía Anticorrupción tras pasar por el calvario de un rosario de escándalos... Ese pasado sigue siendo un buen pasaporte para el futuro, naturalmente, adaptado a las nuevas exigencias de los tiempos que corren con una velocidad nunca igualada, a veces como un caballo desbocado.

No, hacer tabla rasa con el pasado, con todo el pasado, fabricar un nuevo Jardín del Edén, proponer un partido para el siglo XXI despreciando y borrando los grandes avances políticos y sociales del siglo XX en Europa es una ocurrencia temeraria, vana, carente de contenido, un recurso poético y un adorno floral, un ikebana que se vende como un bosque lleno de encantos y magia. Esos discursos (de Sánchez o de Iglesias, de Maduro o de Trump, de los Kirchner o de Putin, de Le Pen o de los tontainas del Brexit...) ofreciendo aire y descalificando todo el pasado, como Adanes (y Evas) recién caídos de la parra, sí que suenan a rancio. A populismo fraudulento que conducirá a la frustración. Ya se sabe: la frustración lleva a la melancolía, y la melancolía, a la depresión, y la depresión es una pendiente que facilita las ideas suicidas.

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.