No, esto no es Chechenia

No, esto no es Chechenia

Mossos cargan conta manifestantes independentistas.Getty Images

Como mínimo me embarga el asombro; o la estupefacción, por el estupor de un sector del 'sanchismo' ante una parte de lo que ha ocurrido en Andalucía y el tsunami posterior. Obvio es que los temas complejos suelen tener múltiples causas. Pero alguna es dominante, y sobre todo, de antemano previsible. Por ejemplo: el gran error del 'susanismo' fue no haber sacado a la Junta de su adormecida zona de confort: la ineficacia de una organización neutralizada desde dentro.

Como me decía aún sin terminar el escrutinio la noche triste un médico gaditano, de izquierdas de toda la vida, ante los ditirambos explicativos de Sánchez y de Díaz: "Esto es más sencillo de lo que hablan los sesudos analistas; los andaluces estamos cansados de estar siempre en el furgón de cola". "Vivimos, desde que nacimos, con los mismos problemas, con la ilusión de que algún día salgamos del pozo".

Pero una de la razones es que, quién lo iba a decir, Pedro Sánchez y Susana Díaz coincidieron en un mismo error: creer que el asunto de Cataluña, y en general del florecimiento de ese disparatado delirio del 'imperio' basado en la lengua y en cuentos ancestrales escritos anteayer de los Països Catalans (Mallorca y Comunidad Valenciana como títeres de una Cataluña confederal o algo así) no interesaba al resto de España.

Ha sido el mismo equívoco que en su día algunos iluminados de provincias o autonomías cometieron con respecto al conflicto vasco: decían que eso no interesaba "aquí", en el terruño correspondiente.

No recuerdo cuántas veces dije en medio de la redacción, cuando alguien se empeñaba en recortar la información nacional e internacional por una tontería local que "los canarios no somos chechenos". Una prueba de que a todos los españoles de fuera de Madrid les interesan los mismos asuntos que a los lectores de la prensa de ámbito y venta nacional es la cantidad de periódicos madrileños que se venden en provincias.

Es famoso el episodio de aquél editor norteamericano, Frederick Gilmer Bonfils, del Post de Denver (Colorado) que a finales de los 1800 proclamaba que era más importante "cualquier pelea de perros" en su ciudad que una guerra en Europa; una estupidez monumental. Nunca los perros pelearon tanto, ni mataron tanta gente como la primera guerra mundial –precedida por aquellas interminables batallas previas- en la que al final tuvieron que participar los EE UU, ni como en la segunda, donde también murieron en los campos de batalla de Europa millones de chicos norteamericanos.

La furiosa reacción separatista ante la celebración de un Consejo de Ministros en Barcelona es una prueba de que los separatistas no quieren el diálogo.

No. No era más importante el ladrido de un perro en Colorado que el 'equilibrio de poder' en el Viejo Continente; aunque fuera un buen eslogan para el periodismo de proximidad, y aunque a veces se consiguieran mejores tiradas.

No era más importante entonces, ni lo es ahora, por mucho que los herederos de ese pensamiento sigan votando al Trump tramposo e infantiloide. Ni el ladrido de un perro en Madrid o en Valladolid es más importante que el ser o el no ser de la Unión Europea; o que el Brexit.

Año 1973: el Consejo Provincial del Movimiento de Las Palmas organiza unas sesiones en el Parador Nacional de Tejeda. Asunto único: el proyecto español para entrar en el Mercado Común. Tras las conferencias, dadas por altos mandos del Movimiento, el alcalde de un pequeño pueblo, Valleseco, Rogelio Santana levanta la mano y muy socarrón hace una pregunta que tenía la finalidad no declarada de demostrar que eso del Mercado Común era cosa muy elevada que no importaba a los ayuntamientos, muy interesados en la incipiente moda de los 'poliportivos'. "Vamos a ver – le dijo al conferenciante- dígame usted en qué afecta a Valleseco eso de la 'ceeenoséqué...".

La bancada de alcaldes y concejales echó la gran carcajada. Se les dijo que eso beneficiaría a toda España, a toda, recalcaron, y que era el futuro, pero no se les creyó. Hoy día Valleseco está lleno de obras financiadas por esa Europa que se creía ajena. Un pueblo vecino, puso tejas nuevas a la iglesia gracias a fondos europeos.

Oyendo ahora, post mortem, a Sánchez y a Díaz (si bien Díaz ha hecho un amago de autocrítica) recuerdo aquél epigrama de Nicolás Fernández de Moratín que nos aprendíamos en el colegio y que tanta gracia nos hacía: Admiróse un portugués/ de ver que en su tierna infancia/ todos los niños en Francia/ supiesen hablar francés/ "Arte diabólico es"/ dijo torciendo el mostacho/ "que para hablar en gabacho/ un Fidalgo en Portugal/ llega a viejo y lo habla mal/ y aquí lo parla un muchacho".

Como si la moda que mola fuera a convertir a los que quieren destruir la España democrática tal como la conocemos, sean los separatistas o los comunistas no evolucionados...

Pues igual es digno de asombro el asombro de los que ahora descubren que una buena parte del éxito del PP, de Ciudadanos y de Vox, se debe a asuntos 'menores' o no inventariados como el del desafío al Estado del separatismo catalán (ese inacabable y cansino guineo), el acordado no acuerdo tipo pasodoble con los insurrectos de Cataluña, el apoyo de los 'súper' izquierdistas bolivarianos, de los nostálgicos del estalinismo, de los lumpen, de los antisistema claros o ambiguos, que son lo más guay de la posmodernidad y las fake news como la Colau y compañía, de los neo-golpistas que apoyaron por pura táctica al aprendiz de estratega secretario general del PSOE; a lo que hay que sumar la deslavazada, poco realista y superficial política de inmigración europea, un auténtico polvorín.

Las redes sociales se han incendiado con las solemnes advertencias de Pedro Sánchez a Quim Torra –otro que tal baila- advirtiéndole que no permitirá la vulneración de la Constitución y otros lugares comunes en esta solemnización de la obviedad. Los constantes desafíos y desaires de los 'separatas' se han encargado de demostrar que el 'apaciguamento' predicado por el líder socialista ha fracasado. Ya se había dicho: un tigre no se sacia con una hamburguesa.

El gran debate en el PSOE fue precisamente este: la discusión entre los que defendían el apaciguamiento –sin aprender de la dura lección de Chamberlain y sus coqueteos con Hitler- y los que defendían la claridad y firmeza constitucional sin extremismos. Había un amplio sector del PSOE, que podríamos definir como el guardián de las esencias – un partido sin esencias es como un frasco sin perfume- que estaba, y sigue estando, integrado por los históricos (Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono, Rodríguez Ibarra, Francisco Vázquez, Javier Fernández...etc.) y el otro, predicador del buen rollito, como si la moda que mola fuera a convertir a los que quieren destruir la España democrática tal como la conocemos, sean los separatistas o los comunistas no evolucionados, esos que creen que el eurocomunismo era cosa de traidores, paniaguados y estúpidos compañeros de viaje.

Con un tiempo precioso perdido, Sánchez y los que le aplicaron el desfibrilador eléctrico a la 'fiebre amarilla' han venido a darle la razón a los que anunciaron lo que iba a pasar y fueron purgados por ello. Pero si como le dijo Ricky a Ilsa en Casablanca "siempre nos quedará París", a muchos socialistas aún les queda el sentido común y el amor a la E de sus siglas. Lo cual no significa que no haya diálogo ni que se dinamiten los puentes. Diálogo hubo con ETA mientras el Gobierno, los jueces y fiscales, la Guardia Civil, el CNI, la Policía Nacional... arrinconaban a la banda y la llevaban hacia el alcantarillado.

La sociedad trastornada que pasó del 'seny' a la senilidad y alzheimer político en menos de una década.

La furiosa reacción separatista ante la celebración de un Consejo de Ministros en Barcelona es, en todo este embrollo, una prueba de que los separatistas y sus 'fuerzas de choque' no quieren el diálogo sino el monólogo incondicional.

Saben los que azuzan la insurrección, después de haber situado a muchas instituciones en condición de abierta y delictiva rebeldía, que todo lo que sea romper con la inercia de la retirada del Estado de Cataluña es una demostración visual de que la Generalitat y su corte de activistas no es dueña única del territorio. Y esa imagen vale más que dos docenas de 'embajadas'.

El modelo esloveno que soltó Torra como alternativa prêt à porter, que anuncia que no se descarta una guerra clásica como la que destrozó Yugoslavia, puede devolver la cordura a la sociedad trastornada que pasó del 'seny' a la senilidad y alzheimer político en menos de una década.

O sea, que si esto no es Chechenia, hay que distanciarse de los chechenos.

Estamos inmersos en la locura.

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.