Yo embauco, tú timas, nosotros estafamos

Yo embauco, tú timas, nosotros estafamos

Diariamente se perpetra el timo de que en un país donde la brecha social entre ricos y pobres cada vez es mayor, el Gobierno se empeña en llamar empleo a lo que a menudo son sólo migajas de dinero, de muchos colores, a cambio de la precariedad y la explotación de la ciudadanía.

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Asomaba el verano del 2012, cuando la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, se sumó al año jubilar mariano (¡casi nada!) declarado por su Gobierno para la aldea de Almonte (Huelva) y agradeció, conmovida y torera, a la virgen del Rocío "nuestra salida de la crisis", tras dar a conocer al mundo el axioma científico de que "de la virgen un capote siempre llega".

Entretanto, a J., casado, tres hijos, la empresa le debe nueve mensualidades seguidas (que jamás cobrará) y ahora cobra una nómina cada tres meses. A J. aquel optimismo de la ministra le parece ciencia ficción, al igual que a B., que vive con los 400 euros mensuales de una beca de investigación predoctoral conseguida a base de echar horas y horas de trabajo. Por si fuera poco, en aquel capote de la señora Bañez no caben seis millones de desempleados ni con ayuda ni sin ayuda de la Blanca Paloma.

P., muy leída, recuerda que el artículo 23.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos deja muy claro que "toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social", lo cual es contradictorio con su trabajo de terapeuta ocupacional en una residencia de ancianos, contratada por 2 horas diarias, pero con compromiso de exclusividad; o sea, que tiene que estar disponible a cualquier hora del día. El caso de su marido aún es peor: cada noche leía el artículo 25 de la Declaración: "Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad", pero él, como enfermero, está recibiendo habitualmente 17 contratos de un día en el mismo mes, lo cual cuenta como 17 nuevos contratos en la EPA, producto del capote mariano de la ministra Fátima Báñez. Menudo milagrazo: ¡un solo hombre, 17 nuevos empleos en un solo mes, ¡cotizables en la Seguridad Social!

Román no da crédito a lo que le sucede cada semana: trabajador con antigüedad de bastantes años en una fábrica de embutidos del sudeste, firma ahora contratos de lunes a viernes (cada lunes, contrato nuevo) por lo que el fin de semana no cuenta. Sin duda, otro milagrazo: cincuenta y tantos nuevos empleos al año creados por un solo hombre. Un remedo de Zaratustra entra cada lunes en la fábrica, predica la muerte del sistema y lee el artículo 35.1 de la Constitución Española: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo", pero Román y sus compañeros lo mandan a hacer puñetas, porque, de no tragar los dictados de la empresa, a ver quién lleva un trozo de pan y longaniza a casa o compra zapatillas nuevas al hijo que ha destrozado las que tenía jugando al fútbol.

Otros se lo toman ya a chirigota, como T. (32 años, 16 horas a la semana, 400 euros al mes) o C. (22 años, lunes a viernes, 8 horas, más sábados, por menos de 400 euros al mes), sobre todo cuando les preguntan cuándo alquilan una casa, viven juntos y tienen un par de hijos, que a T. se le está empezando a pasar el arroz.

Diariamente se perpetra el timo de que en un país donde la brecha social entre ricos y pobres cada vez es mayor, el Gobierno se empeña en llamar empleo a lo que a menudo son sólo migajas de dinero, de muchos colores, a cambio de la precariedad y la explotación de una ciudadanía que cada vez tiene menos futuro y menos herramientas de subsistencia. Toman el pelo proclamando la inamovilidad de la Constitución, cuando su artículo 40.1 es un cruel golpe de sarcasmo: "Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo".

Una empresa de rimbombante nombre anglosajón hace firmar a los contratados el compromiso de no formar comité de empresa ni pertenecer a sindicato alguno. H. entra en una empresa de limpieza para cubrir la segunda quincena de agosto por la tarde y tiene que acudir a cuatro sitios diferentes, pagándose el transporte y cobrando sólo por las horas de trabajo realizadas en cada centro (a 5 €/hora). Es decir, cuatro horas diarias, que se convierten en más de seis por la distancia entre centros, y de los que hay que descontar los billetes de autobús. F. lleva hasta cuatro contratos consecutivos en menos de un mes para el mismo puesto y durante varios años. Ni un día de vacaciones pagadas. 700 euros mes con licenciatura.

Fátima Báñez y su capote rociero tienen hoy más personas sin trabajo que cuando comenzó la legislatura. Allí, en plena comparecencia ante la prensa en el ayuntamiento de Almonte, impulsada por su devoción, pronunció y sigue pronunciando la última palabra sobre el asunto: "¡Viva la Virgen del Rocío!".