Todos somos responsables

Todos somos responsables

Los mercados, la prima de riesgo, la deuda, el déficit,... en fin, ese submundo maldito del que tan poco habíamos oído hablar, del que tanto seguimos desconociendo pese a tenerlo ahora hasta en la sopa, nos está amargando la existencia.

Parece difícil que alguien tenga en exclusiva la solución a los problemas de la economía. Ni España ni fuera de España. Creo que eso lo compartimos todos. Es evidente que no hay una varita mágica capaz de resolver una situación extremadamente compleja - cada día que pasa un poquito más- que está sometiendo la vida de millones de familias y truncando otras tantas esperanzas.

Ojalá la decisión fuera así de rápida y sencilla, pero por desgracia no lo es. Los mercados, la prima de riesgo, la deuda, el déficit,... en fin, ese submundo maldito del que tan poco habíamos oído hablar, del que tanto seguimos desconociendo pese a tenerlo ahora hasta en la sopa, nos está amargando la existencia un día sí y otro también sin que el remedio aparezca cercano.

Pero creo que es importante que, en un escenario como este, los políticos tengamos clara cuál es nuestra responsabilidad y el sentido del compromiso que nos une con los ciudadanos. Es el momento de dar la cara y asumir obligaciones. La primera de todas y más importante, tomar decisiones, gusten más o gusten menos, pero tomar la iniciativa para intentar corregir alguno de los muchos factores que nos impiden estar mejor de lo que estamos.

Los buenos gobiernos son los que se atreven, los que no vuelven la cara, y los que están dispuestos a tomar medidas. Porque la gestión es precisamente eso, gobernar con responsabilidad y seriedad, no es gobernar para el aplauso. Y como decía al principio, es bastante improbable que de una situación tan difícil y compleja nos saquen decisiones fáciles.

Y creo también que la fortaleza de un país también se mide por el grado de entendimiento y colaboración que Gobierno y oposición son capaces de mostrar a la hora de decidir. Esa imagen refuerza nuestra posición y nos hace más fuertes. La confianza que necesitamos hay que empezar a trabajarla en casa, entre nosotros, en el Congreso de los Diputados, en nuestras declaraciones públicas.

Por tanto no hagamos de la dificultad del momento un elemento de confrontación política. Hagamos un ejercicio de responsabilidad y de saber estar. Que a este oficio de la política tan denostado y criticado tantas veces le va a venir bien. Y en esa responsabilidad debemos encontrarnos todos, los que en estos momentos tenemos la responsabilidad de gobernar y quienes desde la oposición tienen también la obligación y el deber de arrimar el hombro.

España tiene capacidad y recursos para salir adelante, pero será más fácil si todos asumimos el compromiso que nos corresponde. Será más fácil si todos ponemos el empeño en mejorar las cosas, con independencia de siglas. En definitiva, si entendemos que lo que es bueno para unos también es bueno para todos, y al revés también. En definitiva, si entendemos que la unidad nos hace fuertes y la división nos debilita.

Ni el objetivo de los políticos ni de la política es enfrentar y dividir a los ciudadanos. El objetivo de los políticos y de la política debe ser contribuir a mejorar el bienestar de nuestros ciudadanos. Y yo hoy quiero reivindicar ese valor, el valor de la política auténtica y responsable, el valor de la política que apuesta por la suma y no por la resta, la política que cree en las personas y piensa en las personas.