Es Navidad, vámonos al circo

Es Navidad, vámonos al circo

Vayámonos al circo, nos ponemos el espíritu navideño, mejor dicho, el espíritu burlón de Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton, y hagamos un viaje a la ilusión, hacia el ya clásico Circo Price en Navidad, que renueva algunos de sus números, y la sorprendente novedad del Circo de Hielo.

  5c8b34613b000072066d3800

Foto Circo de Hielo - Cedida por Productores de Sonrisas

Sí, vayámonos al circo. Pongámonos el espíritu navideño, mejor dicho, el espíritu burlón de Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton, y salgamos por la puerta hacia el ya clásico Circo Price en Navidad, que renueva algunos de sus números, y la sorprendente novedad del Circo de Hielo. Solo hay que sentarse y dejarse llevar, pues ambos proponen de alguna manera, un viaje, el viaje a la ilusión de que el cuerpo humano no tiene límite.

Cuerpo musculado (aunque no siempre) que lo mismo se cuelga, se enreda en una telas acrobáticas y hace acrobacias sin red, que salta al vacío cayendo de pie como si perteneciese a un gato, cuando un momento antes, poco antes, los espectadores daban por hecho que el equilibrista se caía. Se obtiene así el gustillo o la satisfacción que se produce cuando se resuelve, favorablemente siempre, la tensión entre la posibilidad de fracaso y la posibilidad éxito.

Cuerpos que nos hacen pensar que todo es cuerpo, cuando lo que hay detrás de estos dos circos es mente. Una mente que ha escrito un endeble hilo conductor, pequeñas historias protagonizadas por niñas, que permiten dar un tono y un color a un espectáculo enlazando buenos y excelentes números circenses. En el Price una niña y sus sueños navideños. En el Circo de Hielo, la historia de una infancia en un jardín de hielo encantado de tiempo congelado. Explicable porque lo interesante no son las historias, sino el circo.

Una mente que ha creado para el Circo de Hielo a los personajes de Tic y Tac. Interpretados por los payasos Cirque Belui que son "el tic-tac" del espectáculo. Una pareja que hace que el tiempo se le pase a uno volando. Que entretiene al público en algunos de los complicados cambios de escenario. Y que jugados como figuras vintage delante del reloj que preside la pista de hielo, son capaces de crear imágenes inquietantes y de una belleza de fotos en sepia. Aunque lo más importante es que hacen reír, cantar y, sobre todo, que divierten.

  5c8b3461360000a61b6cb741

Foto Circo Price en Navidad - cedida por Ay Más Comunicación.

Aunque si es por payaso, el Circo de las Navidades del Price tampoco se queda corto. Oriolo, su payaso, también entretiene y divierte. ¡Qué hermosa y a la vez divertida imagen esa en la que hace llover sobre un paraguas (y no cuento más)! El clásico payaso de nariz roja y zapatones que este artista reivindica simplemente haciéndolo bien.

Espectáculos a los que si hay que poner pegas van por el lado de los decibelios con la que suena la música, que someten los oídos de sus espectadores a la ficción de la inexistente limitación del cuerpo. En ciertos momentos tan atronadores que no dejan disfrutar de la selección precisa y comercial, y en cierto modo blanda, de éxitos de las últimas décadas, habitualmente de procedencia anglosajona y en inglés.

Circos que abandonan el más grande todavía por la búsqueda de lo más bello todavía aunque a veces se queden en simplemente en bonitos. Donde la fuerza bruta no se aprecia por bruta sino por sutil, la sutileza con la que los cuerpos componen figuras en el espacio y en el aire. Ya sea patinando, colgados de las telas acrobáticas o de los pelos, sí, ha leído bien, de los pelos, a muchísimos metros de altura.

Circos sin animales, como el Circo de Hielo, o con sus bien recreados simulacros, como el del Price, con la capacidad que tienen de asombrar tanto a los grandes como a los pequeños. Capaces de atraer sus sonrisas, sus miradas, que en el caso de los padres, tíos y abuelos se dividen entre dos espectáculos. El que sucede en la pista y el que sucede en la cara y en las reacciones de los más pequeños a los que han llevado.