Todas las mujeres, la responsabilidad también es cosa de hombres

Todas las mujeres, la responsabilidad también es cosa de hombres

Posado del elenco de Todas las mujeresSergio Parra

Se acerca uno a ver la obra Todas las mujeres al remozado Teatro Reina Victoria con ciertas dudas. Excepto porque se anuncia en el metro con unos carteles que parecen vender otra cosa y que se ha estrenado en agosto casi de tapadillo, pocos motivos hay para dudar. Por sus autores Mariano Barroso y Alejandro Hernández, que aunque son hombres de cine, han demostrad que saben contar historias (baste recordar Los lobos de Washington del primero y 1889. Los últimos de Filipinas del segundo). El director, Daniel Veronese, tiene el beneplácito de la crítica y del espectador de todo tipo pues se ha movido bien en varios registros. Y el elenco no tiene desperdicio. Empezando por su protagonista, Fele Martínez, al que últimamente se le ve más en teatro que en cine, como a las actrices que son todas las mujeres del título.

La historia está sacada de madre pero tiene todos los visos de credibilidad. Un veterinario cuarentón al que acaba de dejar su mujer y encoñado, al menos eso parece, con una joven y atractiva becaria planea con esta el robo de unos novillos para revenderlos y sacarse unas perrillas con las que recomenzar en Brasil (con la becaria, el sexo que no falte, of course). Tal vez, el sueño húmedo e inconfesable (o confesable de forma cínica e irónica con los amigotes) de muchos varones de este país cuando tienen uno de esos días, semanas y meses que les parecen el día de la marmota. Escapar a lo que se presenta en el imaginario colectivo como un paraíso lleno de garotas de Ipanema y buen tiempo.

Un sueño, hay que reconocerlo, más bien adolescente alimentado por el cine escapista norteamericano (y hasta por el landismo español), historias como las del famoso El Dioni y canciones de exitosos cantautores pop de voz aguardentosa que se les proponen a los hombres como rol model. Tales parecen ser las fuentes con las que Fele Martínez ha compuesto su personaje, el carácter de este. Ese que le hace errar cada vez más alto y más fuerte. Errar en la vida y equivocarse cada vez más. Pues en la realización de los falsos sueños no hay más posibilidad que fracaso. Impresiona ver la naturalidad con la que Fele presenta todos estos matices, ese dolor pequeño que quema en algún lugar interior, que quema y arde y lleva a buscar alivio antes que a apagarlo. Un fuego que amenaza con provocar un incendio, con quemarlo todo y arrasar.

  Fele Martínez, foto promocional de Todas las mujeresSergio Parra

Un alivio que su personaje busca en las mujeres. Haciendo de ellas un uso instrumental para arreglarse la vida, en un mundo en el que ellas han aprendido a no dejarse usar. Busca en la becaria, qué energía la de Lucía Barrado, para encontrar placer sexual y compinches para el robo. En una antigua novia, abogada de prestigio, fantástica Nuria González en su dolor, la forma de salvarse de la cárcel. En su madura madre, que Lola Casamayor hace ver y entender con una apabullante sencillez, una fuente de financiación antes que de amor, protección y cariño. En la cuñada una oreja que le escuche, la comprensiva cuñada que siempre estuvo ahí, con la que sabe que siempre pudo contar cuando sentía que su mujer le fallaba, qué suavidad con la que Mónica Regueiro descubre las cartas que juega su personaje. Y en una psicóloga, asusta lo bien que Cristina Plazas le da credibilidad a este personaje, a la que paga, y paga bien, para que certifique que en su situación no era responsable de sus actos. Un hombre, como muchos, que conscientes de sus actos solo encuentran salvación en declararse y que les declaren enajenados.

Con todos esos materiales y una escenografía bonita y eficaz, Daniel Veronese monta una obra de apariencia comercial para un público adulto, maduro (no necesariamente en edad sino en pensamiento). El tipo de obras que agradece ese público que va al teatro a entretenerse y que, aunque no lo espera, también agradece una buena historia como esta. Donde no se recurre a las emociones fáciles de la risa o la tristeza, sino al interés por lo que pasa y cómo pasa en escena.

Una historia verdadera no por los tópicos o estereotipos que se manejan, el terreno común en el que decidimos hablarnos, que son muchos, sino por la singularidad que consigue en sus personajes. Trabajo en el que un ojo entrenado identifica los rastros de esas otras propuestas más de arte y ensayo del director, más apreciadas por la crítica y por los espectadores avisados e informados. Trabajos que como en este se ve, se observa, se entiende que todo en la vida es un ejercicio de responsabilidad. De hacerse responsable de lo que nos pasa y nos hacemos pasar, antes de lo que pasa, sobre lo que, hay que ser sinceros, no hay mucha posibilidad de actuar. Mensaje que puede parecer derrotista, pero que en manos de Mariano Barroso, Veronese, Fele Martínez y todas las mujeres de la obra resulta, antes que un reproche para su público, una liberación. De ahí que el espectador aplauda, aplauda mucho, y salga contento independientemente de su género.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.