Que vuelva el espumillón, por favor

Que vuelva el espumillón, por favor

Recién llegada de un viaje relámpago a Londres, detecto que en Murcia las navidades empezarán cuando tienen que empezar, o sea, en Navidad. Y me sorprende, diría que gratamente. Nuestro maravilloso sol y concreta siuación de crisis mantienen a la ciudad en su sitio hasta, probablemente, bien entradas las fiestas.

Recién llegada de un viaje relámpago a Londres, detecto que en Murcia las navidades empezarán cuando tienen que empezar, o sea, en Navidad. Y me sorprende, diría que gratamente.

Nuestro maravilloso sol y concreta siuación de crisis mantienen a la ciudad en su sitio, al menos este año, sin hacer grandes alardes de ilusión hasta, probablemente, bien entradas las fiestas. Más de uno casi estará deseando que le llegue el finde maya en pro de una posible nueva vida desprovista de hipotecas y jubilaciones centenarias, a que llegue Nochebuena y le atiborren de jamón, porque además este año es del barato. Tiempos convulsos de creencias y fés a la carta. Dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado? Me paso a los mayas.

Toda la vida quejándonos de que El Corte Inglés era el amo del calabozo de estas fechas, que con sus luces desproporcionadas y sus eternas campañas publicitarias adelantaba el calendario hasta que El Almendro y Freixenet daban el pistoletazo de salida y resulta que es casi inocente lo que nos toca a nosotros. En las macro-urbes como la capital británica, donde las fechas se mueven a golpe de fiesta y escaparate (véase San Valentín, Halloween...) llevan con el despliegue rojo y verde desde hace más de un mes, con la consiguiente rentabilidad que eso supone. Soñar es muy rentable. Y si no, que se lo digan a los americanos, genuinos vendedores de sueños vía Hollywood desde que el mundo occidental es mundo. Ahora nos enteramos de que más del 50% cree firmemente en Santa Claus. Han sido capaces de meterse en su propia película y llevarla hasta el final. Eso se llama desarrollar bien un proyecto de márketing y al tiempo convertirse en su mejor público objetivo, sí señor. Magia necesaria para combatir la caída del sueño americano y la prima de riesgo, que sinceramente, me parece perfecta si despierta sentimientos de optimismo aunque sea por un rato. Yo me resisto pero el espíritu de la Navidad se apodera de mí, y llevo varios días pensando adoptar un perrito de la calle que se llama Merlín.

Cuando pienso en estas fechas y en los iconos que la representan, me aturdo y ya no sé si estoy en la huerta o en Memphis. No sé donde empiezan los renos (que jamás hemos visto ni veremos en nuestra tierra y que podrían ser marranetes o muflones, pero no, son renos), los abetos (aquí llamados pinos por simplificar. Somos muy de simplificar en Murcia), los Reyes Magos versus Santa en el ring, el belén (sabiendo como ya sabemos que Jesús no nació en Belen sino probablemente en Galilea), ese alumbrado de las calles insuperable cada año en barroquismo... en fin, claramente un sindios. Y yo con un solo deseo: quiero que el espumillón de toda la vida vuelva a estar de moda.

En Navidad, teóricamente conmemoramos el nacimiento de Cristo, o al menos asi empezó la cosa entre los romanos allá por el año 350, eso es de perogrullo. Consecuentemente, la tradición cristiana nos hacía partícipes de su concepto de familia. Y LA FAMILIA era la encargada de dar sentido a estos días: un padre, una madre, hijos, abuelos, primos. Aunque muchas de ellas eran felices, otras ya andaban rotas o simplemente no cumplían el estándar de calidad tradicional. La ley del divorcio, la de violencia de género, la de matrimonios gais y tantas otras sacó a la luz la ropa sucia que tan bien guardada había estado hasta entonces. Los manteles para festejar no se ponen con lamparones y eso supuso un conflicto para más de uno que comenzó a sentir una punzada muy profunda en el pecho cada vez que se acercaban estas fechas. Para todos los que sufren porque les produce tristeza, incomodidad, hastío, desesperanza o simplemente incomprensión, alzo mi copa de vino. Cerraremos los ojos muy fuerte y esperaremos el amanecer de un día cualquiera, que si la profecía se cumple puede que sea en un remoto lugar donde nos encontraremos todos, quizás bañándonos en las cristalinas aguas de un espacio inconcreto. A cámara lenta Mariano Rajoy lanzará su pelota de playa a la Pasionaria mientras tu prima la de Cuenca dialoga con Nietsche, Cervantes o el recientemente fallecido Oscar Niemeyer. Siddharta jugará a las palas con Esperanza Aguirre... ¿No es maravilloso?

La era del liderazgo estadounidense llega a su fin, amigos. El sueño americano ha caído y por lo tanto ya podemos relajarnos. Quererse a deshora y habitar espacios inventados está de moda, así que solo hay que desearlo con fuerza.

Creemos nuestros propios iconos de felicidad mientras nos dejen. A ver qué se le ocurre a China ahora, no vaya a ser que el año que viene acabemos comiéndonos el pavo con palillos.