Ética individual y pobreza mundial

Ética individual y pobreza mundial

Los ciudadanos de los países ricos nos beneficiamos de la pobreza global. No hay más que pensar en los precios baratos que pagamos por bienes producidos en condiciones cercanas a la esclavitud. ¿Qué se puede hacer? Habría que evitar beneficiarse, en la medida de lo posible, de la injusticia.

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Imagina que un día, de camino al trabajo, mientras cruzas por un parque, notas que en un estanque poco profundo un niño pequeño se está ahogando. Buscas con la mirada a sus padres, pero no parece haber nadie cerca más que tú. Dado que sabes que el estanque es poco profundo, no sería difícil salvar al niño. Tu vida no correría ningún peligro. Eso sí, arruinarías tus zapatos preferidos (que son bastante caros) y llegarías tarde al trabajo. ¿Crees que deberías salvar al niño? La mayoría de la gente no lo duda: por supuesto. Parece que el valor de unos zapatos, por muy caros que sean, y de una hora o dos de trabajo, es muy inferior a una vida humana, al punto de ser incomparable. El filósofo Peter Singer, de la Universidad de Princeton, opina que este ejemplo nos lleva a la formulación del siguiente principio: si está en nuestras manos evitar que algo malo suceda sin por ello tener que sacrificar algo comparable en importancia, deberíamos hacerlo. La aparente obviedad de este principio es engañosa. Si lo siguiéramos, nuestro mundo sería radicalmente distinto.

Según UNICEF, unos 19.000 niños menores de cinco años mueren todos los días por causas fácilmente evitables relacionadas con la pobreza, como la desnutrición, la diarrea y la neumonía. Salvar una vida puede costar quizás un poco más que unos zapatos caros, pero no hay que mojarse la ropa ni llegar tarde al trabajo. Puede ser tan fácil como donar dinero a una organización fiable a través de internet. ¿Será posible que, al escoger gastar nuestro dinero en cosas prescindibles (como ropa cara, vacaciones, conciertos, perfumes, coche nuevo), estemos dejando morir a personas que podríamos salvar?

Thomas Pogge, filósofo en la Universidad de Yale, opina que no estamos libres de responsabilidad en lo que se refiere a la pobreza mundial. En sus escritos argumenta que la pobreza extrema es causada y perpetuada en gran parte por las normas internacionales que imponen los países desarrollados a los países más pobres. Los países ricos establecen las reglas del comercio y las finanzas internacionales que agravan la pobreza. Estos gobiernos son elegidos y financiados por nosotros, los ciudadanos de países desarrollados. Aún peor, los ciudadanos de los países ricos nos beneficiamos de la pobreza global. No hay más que pensar en los precios baratos que pagamos por bienes que son producidos en condiciones cercanas a la esclavitud en países pobres. ¿Qué se puede hacer al respecto? Habría que evitar beneficiarse, en la medida de lo posible, de la injusticia. Es importante oponerse a las políticas opresivas respaldadas por nuestros gobiernos, organizarnos en colectivos para exigirles a nuestros gobiernos que actúen de manera ética a nivel internacional, y en lo privado, tratar de compensar a los habitantes más vulnerables de nuestro planeta por los muchos daños que les causamos indirectamente. Si bien quizá lo más importante sea transformar las estructuras internacionales y nacionales que crean y perpetúan la pobreza, mientras nos acercamos a ese ideal que sin duda es díficil de alcanzar, una manera de compensar a los más pobres de manera inmediata es a través de donaciones privadas. Aunque no sean una solución estructural, las ayudas económicas salvan vidas, mejoran comunidades, solucionan problemas importantes en contextos limitados. Si tus ingresos te permiten vivir con relativa holgura, es probable que esté en tus manos salvar a cientos de personas a lo largo de tu vida.

¿A quién o a qué organización donar?

La objeción más común entre los escépticos es que las organizaciones de ayuda no son de fiar. Sin duda hemos sido (y seguimos siendo) testigos de demasiados escándalos de corrupción como para prestar nuestra confianza sin sospechar. Otros escépticos pueden pensar que, incluso si las organizaciones son honestas, es posible que no sean efectivas. Afortunadamente, hoy en día contamos con algunas organizaciones independientes como GiveWell que evalúan, no sólo la transparencia de las agencias de ayuda, sino también su efectividad. La organización de Peter Singer, The Life You Can Save, también recomienda algunas organizaciones fiables.

Otra posibilidad es donar a la causa que uno considera más importante, haciendo la evaluación de cada organización uno mismo. Aquí hay una guía que contiene algunas preguntas fundamentales que han de presentarse a las organizaciones para evaluar su fiabilidad.

Para evitar problemas de corrupción y para asegurarse de que sean los pobres quienes puedan determinar sus prioridades, algunas personas prefieren dar su dinero directamente a quien más lo necesite. Un estudio llevado a cabo en Uganda muestra que las personas que reciben en un solo pago lo equivalente a un año de su sueldo, son capaces de aumentar sus ingresos al menos un 40% al cabo de dos años. Para quien no pueda donar a gente pobre personalmente, la organización GiveDirectly es un servicio de transferencia de dinero que identifica familias pobres en Kenia y les transfiere el 90% de las donaciones que recibe con la única condición de que las familias gasten el dinero en lo que les parezca más importante.

Quienes tengan más dudas sobre la efectividad de donar dinero pueden encontrar aquí algunos mitos desmentidos sobre el beneficio de la ayuda a los pobres.

¿Cuánto donar?

No es fácil determinar una cantidad adecuada para nuestras posibilidades económicas. Peter Singer sugiere una cantidad mínima que, de ser adoptada universalmente, sería suficiente para acabar con la pobreza extrema. Aquí puedes calcular la cantidad que deberías donar en base a tus ingresos (un 1% para ingresos bajos, y porcentajes incrementales para ingresos más altos).

Quienes quieran ir más allá del mínimo pueden encontrar inspiración en Giving What We Can, una organización cuyos miembros han prometido donar al menos 10% de sus ingresos, y Bolder Giving, cuyos miembros donan hasta el 90% de sus ingresos. En ambas páginas se puede encontrar información, historias inspiradoras, consejos, y una amplia comunidad de personas comprometidas con la lucha en contra de la pobreza.

¿Qué gano donando?

Si bien los argumentos citados parecen suficientes para decidirse a donar, no está de más mencionar que la evidencia empírica sugiere que la generosidad tiene el afortunado efecto secundario de incrementar el bienestar de quienes gastan su dinero en otras personas. Como señala el investigador Micheal Norton en su conferencia TED sobre el tema, el dinero sí que puede comprar la felicidad, pero para ello hace falta gastarlo en los demás.

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Bibliografía de interés

Singer, Peter. Salvar una vida. Katz, 2012.

Pogge, Thomas. La pobreza en el mundo y los derechos humanos. Paidós Ibérica, 2005.