Nos vemos en la ciudad de detrás del arcoíris

Nos vemos en la ciudad de detrás del arcoíris

Carla Antonelli, junto a Ángel Gabilondo y José Manuel López, en la manifestación del Orgullo de 2016.GTRESONLINE

Cantaba Judy Garland en Somewhere over the rainbow que "en algún lugar detrás del arcoíris, los cielos son azules y los sueños que te atreviste a soñar realmente se vuelven realidad". Todo un himno de esperanza durante décadas para el colectivo LGTBI, hasta el punto de que hay quien atribuye la muerte de la actriz a lo acaecido en Stonewall. La del 28 de junio de 1968 fue la gota que derramó el vaso de los abusos y la represión de la policía neoyorquina, que dieron origen a la lucha por los derechos del colectivo de la era moderna y que motivaron que cada año se celebre el Orgullo en gran parte de los países del mundo.

Madrid está de celebración porque este año se cumplen 40 de su primer Orgullo LGTBI, una marcha que transcurrió entre la calle O'Donnell y la avenida Menéndez Pelayo. A aquella cita acudieron cerca de 7.000 personas convocadas por el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC). Un buen grupo de los integrantes en la pancarta de cabecera eran, como se puede ver en las imágenes, personas transexuales, igual que había ocurrido el año anterior en Barcelona. Sin embargo, como ya es sabido, en aquel momento gran parte del colectivo gay pensaba que "no dábamos buena imagen al movimiento".

De hecho, en 1983, fui la encargada de entregar un "Oscar honorífico" en la Discoteca Leader, de la calle Valverde, al FLHOC. Aproveché esa noche para asociarme, pero obtuve por respuesta un "no se admiten travestis".

  La primera manifestación del Orgullo de Madrid en 1978.EFE

Eran otros tiempos, igual que sucedió con las revueltas de Stonewall, donde la gran mayoría de las personas que visitaban el local también eran trans, entre ellas la portorriqueña Sylvia Rivera, quien recoge en sus memorias que en la primera manifestación de Nueva York, en 1970, les ponían en la cabecera como reclamo, pero al llegar los medios de comunicación una turba les hacía desaparecer. Las declaraciones sólo las hacía el llamado Power Gay.

Mucho ha llovido desde entonces, siete años después, un 10 de enero de 1977, huí de mi casa y de un pueblo que jamás entendería ni aceptaría mi identidad sexual. Me movía el ansia de vivir en libertad en una España que, amparada en la Ley de Peligrosidad Social en vigor para el colectivo LGTBI hasta 1979, o por a figura del Escándalo Público, activo hasta 1987, nos perseguía y encarcelaba. Eso por no hablar de la brutalidad policial o las impunes palizas en las comisarías. Sin embargo, por muy extraño que parezca, eso era ser más libres que vivir atrapados en una gran mentira.

A lo largo de todos estos años y de muchas manifestaciones, como la de 1980 en Madrid cuando las 600 personas que acudimos fuimos atacados por radicales de ultraderecha ("porque somos hombres, que, si no, no ibais a quedar ni uno"), miles de personas como La Francesa o La Portuguesa se han quedado por el camino. La primera fue asesinada en la cárcel de Carabanchel, aunque la versión oficial es que se tiró desde la séptima galería; de la segunda dicen que se roció alcohol y se prendió fuego en la misma prisión. Merecen un capítulo aparte los suicidios motivados por la insoportabilidad de la presión social o los desarraigos familiares, que son dagas que atraviesan el alma; o las víctimas del SIDA, que murieron solas y desahuciadas por sus familias.

Merecen un capítulo aparte los suicidios motivados por la insoportabilidad de la presión social o los desarraigos familiares, que son dagas que atraviesan el alma; o las víctimas del SIDA, que murieron solas y desahuciadas por sus familias.

Todo cambió a finales de los 90, cuando comenzó a haber una concienciación de la lucha colectiva y unificada de las siglas del colectivo. Ahí tuvo mucho que ver el compañero y amigo Pedro Zerolo. Él fue el pegamento que unificó a todos los grupos bajo el paraguas de la Federación Estatal, y a partir de entonces las manifestaciones comenzaron a congregar a cientos de miles de participantes hasta llegar a más de un millón actualmente. Gracias a él quedó claro que los votos de 4,5 millones de personas LGTBI cuentan y que sus derechos tienen que ser reconocidos por leyes que les protejan y amparen en plena equidad.

  Pedro Zerolo y Cándido Méndez, en la manifestación del Orgullo de 2008.EFE

Hoy, cuando se cumplen 40 años de la primera manifestación, el Partido Popular no ha sido invitado oficialmente al Orgullo ni por COGAM ni la FELGTB, organizaciones convocantes. Demasiadas mentiras por medio, fraude en contratos y prevaricación en leyes vigentes. En 2017 sí asistieron tras firmar un contrato con el compromiso de que votarían en el Congreso a favor de la Ley Contra la Discriminación LGTBI. Javier Maroto y Andrea Levy estamparon su rúbrica con tal de hacerse la foto en el Word Pride, pero lo incumplieron meses más tarde en la votación de la toma en consideración presentando una enmienda a la totalidad de la misma y votando en contra de la Reforma de la Ley 3/2007 para incluir a los menores trans para el cambio registral de nombre y sexo y la completa despatologización de la normativa.

Por parte de la Comunidad de Madrid, tras dos años de haber entrado en vigor las leyes integrales de transexualidad y contra la LGTBIfóbia, el Gobierno sigue sin reglamentar ni aplicar ni un 30% de las mismas, sin crear el Consejo LGTBI o el Comité Consultivo, documentación administrativa, denegación de tarjetas sanitarias con cambio de datos a las personas transexuales, o el protocolo de Identidad de Género para centros educativos, definición de circuitos sanitarios para la atención de las personas trans, creación del Centro de Memoria Histórica LGTBI, en un suma y sigue de las dos normativas. Eso sí, cada vez que se les pregunta la respuesta es "en fechas próximas".

Echando la vista atrás y revisando lo hecho en los últimos 40 años, la visibilidad proactiva del colectivo LGTBI, con personas que han dado la cara de forma abierta y sin tapujos, para que se la partieran incluso en algunos casos, y observando a las nuevas generaciones de jóvenes activistas, irremediablemente piensas que tan mal no lo hemos hecho y que todo ha merecido la pena.

Debido a lo cual, es una burla y falta de respeto hacia el colectivo la contestación del actual presidente interino de la Comunidad de Madrid, el señor Ángel Garrido, manifestando que "los que piden no ser discriminados no pueden discriminar al no invitarlos", por lo que habría que responderle que la memoria de esta lucha épica les impide que posen sus manos sobre una pancarta que lleva escritas todas estas historias de desarraigos y dolor, al menos mientras no demuestren con sus hechos un compromiso real.

Pero sin duda alguna, echando la vista atrás y revisando lo hecho en los últimos 40 años, la visibilidad proactiva del colectivo LGTBI en todo este tiempo, con personas que han dado la cara de forma abierta y sin tapujos, para que se la partieran incluso en algunos casos, y observando a las nuevas generaciones de jóvenes activistas trans y LGTBI, que son capaces de plantarse con una bandera delante del autobús Transfóbico de HazteOír, irremediablemente piensas que tan mal no lo hemos hecho y que todo ha merecido la pena.

Pero la lucha continúa, por lo que seguiremos poniendo baldosas amarillas en la senda que nos llevará a la ciudad que hay detrás del arcoíris, la misma de la que nos hablaba Judy Garland hace más de cinco décadas. Allí nos veremos.